Las sustancias conocidas como CFC son compuestos químicos antropogénicos utilizados principalmente en aerosoles (como propelentes o pulverizadores), frigoríficos como mordeduras o espumas. Son inertes en la parte inferior de la atmósfera y no presentan gran toxicidad. Sin embargo, al llegar a la estratosfera se disocian por los rayos ultravioletas del Sol, liberando las moléculas de cloro. Estas moléculas de cloro afectan gravemente a la capa de ozono. Cada átomo de cloro destruye miles de moléculas de ozono que, además, dura casi un siglo.
Por lo tanto, estos CFCs (junto con otros productos halogenados) son los responsables directos de un adelgazamiento grave y peligroso que está sufriendo la capa de ozono estratosférico. ¿Por qué grave y peligroso? Porque la capa de ozono evita la influencia directa de los rayos ultravioleta, muy perjudiciales para los seres vivos del planeta. Por ello, a medida que la capa de ozono disminuye, la situación de la vida en el planeta, tal y como la conocemos actualmente, se va agravando.
El daño que puede causar la desaparición de la capa de ozono es tan desproporcionado que los expertos tampoco han podido calcularlo correctamente. Pero el daño no es algo que pueda ocurrir en algún momento, sino lo que se está produciendo en la actualidad, ahora mismo. Según los últimos estudios realizados en la Antártida, los daños ya son notorios en los genes de los animales, en la fertilidad de las plantas y en el desarrollo del fitoplancton, un ojo fundamental en la cadena trófica marina.
En cuanto a los daños producidos a los seres humanos, hay que tener en cuenta, según los datos reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas, que la disminución del 10% de la capa de ozono en el mundo generará cada año 300.000 nuevos casos de cáncer de piel. No hay más que ver el incremento experimentado hasta el momento por los efectos de los cánceres de piel en los últimos tiempos y todo apunta a un aumento en el futuro. No olvides que el cáncer de piel es sólo uno de los daños que pueden causar los rayos ultravioletas.
Desde la firma del Tratado de Montreal, la prohibición teórica de utilizar CFCs ha hecho que se estén utilizando HCFCs, sustancias alternativas. El mercado dejado por la industria de los CFCs, sobre todo en aerosoles y refrigerantes, está adquiriendo HCFCs. Sin embargo, los HCFCs no son más que primos propios de los CFCs, que en menor medida también causan un gran impacto sobre la capa de ozono.
Entonces, ¿por qué no prohibir definitivamente esos productos tan peligrosos y perjudiciales? Porque las empresas hacen un negocio redondo con estos productos, claro está. En Europa no se prohibirá el uso de estos productos hasta 2014, mientras que la producción estará permitida hasta 2030, no hay que olvidar que el mercado del Tercer Mundo está ahí, donde la demanda de estos productos es cada vez mayor.
Alguien podría pensar que los HCFCs se utilizan porque no hay ningún producto inocente que sustituya a los CFCs. Y estaría equivocado, lo cierto es que los intereses de empresas como Elf (y me refiero a Elf en Bizkaia, en Zaramillo, porque tiene taller) son demasiado grandes.
Casos como éste (en mi opinión, verdaderamente criminales) ponen de manifiesto un lema como el de “quien contamina paga”. ¿Bastará con pagar una multa si, a pesar de la fortuna, la capa de ozono se sigue deteriorando? No, es evidente. “Quien contamina no debe contaminar y limpiar lo contaminado” es la filosofía correcta.
Los gobiernos y las empresas no resuelven nada teniendo en cuenta el coste de las multas en sus presupuestos. Hay que abordar la producción limpia, es decir, el sistema de producción no contaminada, renunciando a los productos que los ciclos naturales no pueden reciclar.
El desarrollo sostenible no puede ser una excusa para seguir destruyendo el planeta (si se quiere más lentamente, pero en definitiva, para seguir destruyendo). Y esa es la filosofía detrás de la sustitución de sustancias: “sigamos destruyendo el planeta, pero más lentamente, porque así lo exige el desarrollo sostenible”. Y mientras no cambie la mentalidad conservadora que se esconde tras este concepto, el planeta y con él seguirán destruyendo nuestras condiciones de vida. Eso sí, el desastre será sostenible, constante.