Colombia, después de Brasil, es el segundo productor mundial de café y su comercio genera casi la mitad de los ingresos legales. Pero el “comercio” extra-oficial de la cocaína también mueve ingentes cantidades de dinero.
No se puede saber exactamente los beneficios de los carteles colombianos. Según algunos estudios, los EEUU incluyen semanalmente dos toneladas de coque de muy buena calidad, lo que supone al menos un billón de pesetas al año.
La economía de los pueblos andinos no está muy sana y la coca es fácil de cultivar, por lo que es una fuente de dinero de agradecimiento. La política de fomento de cultivos alternativos ha fracasado notablemente. La administración de los EE.UU. para combatir el coquero ha gastado 81 millones de dólares (10.530 millones de pesetas) y ha enviado a los agentes de la DEA (expertos en policía antidroga); la policía peruana también ha realizado acciones contra la coca, pero estas medidas no han conseguido eliminar las coquerías, sino que son cada vez más numerosas.
En la selva del Alto Huallaga, en Perú, donde se produce la mitad de las hojas de coca del mundo y se considera “granero” de traficantes colombianos, más de 300.000 cocaleros cultivan 200.000 hectáreas. “Los números no se pueden oponer. Con el café gana 150.000 pesetas al año y con la coca por 195.000 cosechas; además, la coca admite cuatro cosechas al año … Egizu batuka!” Así habla el ingeniero Paredes, gestor técnico de la cooperativa El Naranjillo. Esta asociación intentó frenar la expansión del coque en la década de los ochenta, reuniendo a productores de “cultivos legales”. Pero hoy en día acepta su fracaso ante lo que allí se llama “del oro blanco”.
Debido a las malas condiciones de vida de Perú, cada vez se reduce el consumo de coca en el hogar como medicamento. La coca, menospreciada por las clases superiores por ser un producto popular, se consume actualmente como cocaína en todo el mundo. Perú y Bolivia son los principales productores de pasta básica de cocaína. Los carteles colombianos procesan y extraen la cocaína a los EEUU y a Europa.
Los narcotraficantes colombianos realizan entre 80 y 90 vuelos semanales a las selvas andinas en busca de la preciada planta. Pagando a los locales entre 20 y 30 dólares diarios (la edad que gana el agricultor en una semana) construyen pistas clandestinas de aterrizaje en las zonas de producción. Cuando el ejército destruye uno de ellos, acondicionan otro lugar de la selva en una batalla que parece inacabable.
Los lazos entre los carteles colombianos y algunas mafias peruanas eran ya conocidos y en 1994 se revelaron al descubrir al narcotraficante peruano Chávez Peña-Herrera. En sus declaraciones a la policía afirmó que se dedicaba al tráfico de drogas y que tenía relaciones con el cartel de Cali, la organización que controla el 80% del tráfico mundial de cocaína. Además, mencionó la complicidad de algunos cargos de la Administración y el Ejército peruanos.
Las relaciones entre el narcotráfico y algunos gobiernos americanos, incluidos los EEUU, siempre han sido sospechosas. En octubre de 1994 se organizaron en la Universidad de Deusto las “Jornadas sobre Drogas, Desarrollo y Estado de Derecho”. Levine, ex agente de la DEA, denunció claramente que “muchos altos funcionarios de los EE.UU, consciente de ello, estafan. Durante las últimas tres décadas han convencido a su país y a otros muchos de la necesidad de frenar el tráfico de drogas y, al mismo tiempo, han llevado a cabo una política encubierta para proteger y ayudar a los principales narcotraficantes y blanqueadores del planeta”, ha afirmado Levine, que casi todos los grandes bancos estadounidenses han blanqueado el dinero del Cartel de Medellín mientras el Gobierno, consciente, hacía lo desconocido.”