El 26 de abril de 1986 tuvo lugar en el Chernobil de la Unión Soviética el mayor accidente nuclear del mundo. Dado que este año se cumplen 5 años, nos ha parecido oportuno hablar de las consecuencias de este accidente y, de paso, de cualquier accidente nuclear. Dado que el tema es demasiado amplio y nuestra especialidad es la Hematología, nos centraremos sobre todo en las consecuencias hematológicas. Sin embargo, no podemos dejar de mencionar muchos otros detalles, empezando por las medidas más urgentes tras el accidente y acabando con las consecuencias a largo plazo.
En el accidente de Chernobil se liberó una radiación de 50 mCi y la misma cantidad como gas noble. El 25% se liberó inmediatamente y el resto en 10 días. Tras la terrible explosión del reactor, una niebla radiactiva que se dirigió inicialmente al noreste fue lanzada a 10 km de altura. Antes de las 36 horas del accidente se evacuaron 45.000 personas de la localidad de Pripiat, situada a 2-4 km del reactor. Durante las siguientes 2 semanas se evacuaron aproximadamente 90.000 personas de la zona de 30 km de la central.
En este accidente se pudo comprobar que la evacuación inmediata no siempre es la adecuada. En el caso de Pripiat, se retrasó hasta conseguir los autobuses necesarios y elegir las vías adecuadas que no estaban afectadas por la niebla radiactiva. Además, se exprayó una capa de polímero para reducir la inhalación de polvo radiactivo en la superficie terrestre. Estas medidas tuvieron consecuencias positivas, ya que la población de Pripiate había tomado menos radiación que muchas personas que vivían más lejos. Sin embargo, los planes de evacuación deberán adaptarse a cada situación y, si no, pensar en cómo cambiarían las cosas si la niebla radiactiva se hubiera disparado horizontalmente y el viento lo hubiera enviado hacia Pripiat.
Dependiendo del tipo de radiación, dosis ingeridas, tiempo de administración, cuerpo completo, etc. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los efectos según la dosis recibida serían:
Por último, hay que tener en cuenta que en los accidentes nucleares pueden aparecer explosiones y consecuencias del fuego.
Existen dos vías de medición:
La decisión y el destino de la evacuación tras el accidente queda en manos de las instituciones políticas.
Digamos lo que aconseja la Comisión Internacional contra la Radiación: En dosis integradas inferiores a 0,25 Gy la evacuación no es necesaria, es necesaria a partir de 0,75 Gy y en dosis inferiores a 0,5 Gy se analizarán los riesgos de evacuación, la precisión de la estimación de dosis, etc. antes de tomar decisiones.
Las personas radiadas se trasladarán lo antes posible a los hospitales habilitados para ello. Se retirarán las prendas contaminadas, se limpiará la piel y se descontaminará, eliminando bien toda la suciedad que pueda tener en las heridas. Si se han ingerido sustancias radiactivas, dar vómitos excrementos o laxantes. El radionucleido más frecuente en este tipo de accidentes es el I 131. I 131 es muy utilizado en hospitales y no ha aumentado la frecuencia del cáncer tiroidea. Todo ello sin perjuicio de que I 131 no implique riesgo carcinógeno.
Si por vía oral e inhalatoria se ingiere I 131, se concentrará en la glándula tiroides antes de una hora. Existe una sustancia que bloquea la concentración de I 131 en la glándula tiroides si se toma antes de I 131: el yoduro potásico.
El problema es que: Si se toma I después de 131, si en un plazo de 6 horas no se toma la pérdida del efecto bloqueante, es inútil tomar el yoduro potásico más tarde. Por ello, su eficacia en los accidentes nucleares debe ser repartida rápidamente y la gente debe saber cuándo y cómo tomarlos.
Su uso generaría muchos problemas para la salud pública: sabiendo que previene ciertos cánceres tiroideos, su coste económico es elevado, su distribución generaría grandes problemas, es muy difícil saber cómo la gente lo ha tomado en tan corto plazo, etc. Por otra parte, hay que saber que puede producir efectos secundarios y que la gente debe saber protegernos de todas las radiaciones, sólo del I 131. Probablemente en la mayoría de los accidentes nucleares los resultados serían bajos. En Chernobil se distribuyó unos días alrededor de la central nuclear y el tiempo dirá si los resultados han sido satisfactorios.
En la mayoría de los casos se tendrá en cuenta los síntomas gastrointestinales y los cambios en la sangre para determinar la persona que debe ser enviada a los hospitales, es decir, el Síndrome de Irradiación Aguda. Los síntomas principales son la anorexia y las botambres y cuanto mayor es la radiación adquirida, antes aparecen. Lo básico es realizar un análisis en sangre (hemograma) a todas las personas que reciben radiación y repetirlo a los 3 días.
Una vez limpia y descontaminada la piel, se tomarán medidas tópicas similares a las habituales en las quemaduras y se realizarán injertos cuando sean necesarios. Los sueros serán imprescindibles para el tratamiento del síndrome gastrointestinal y, al no poder ingerir casi nada oralmente, se les aplicará la alimentación que se da de la vena. Desgraciadamente, pocos pacientes gravemente afectados saldrán vivos porque las hemorragias e infecciones les empujarán a la muerte.
Como ya se ha mencionado anteriormente, en la sangre se les explicará la pantzitopenia (disminución de glóbulos rojos, glóbulos blancos o leucocitos y plaquetas), por lo que deberemos mantenerlos con transfusiones.
Necesitaran transfusiones de las plaquetas necesarias principalmente para la coagulación de la sangre. Menor necesidad de transfusiones de hematies o glóbulos rojos por su mayor duración de vida. En ocasiones, cuando la lesión gastrointestinal es elevada, también necesitarán plasma.
La reducción de leucocitos aumenta considerablemente el riesgo de infección y si es posible se mantendrán en habitaciones aisladas.
Cuando se quiere realizar un trasplante de médula ósea en leucemias y otros cánceres hematológicos, al paciente se le irradia todo el cuerpo, dándole 12-16 Gy. Como consecuencia de la radiación se destruye la médula ósea enferma y posteriormente se trasplanta la médula ósea de un donante para que se vuelva a producir sangre.
Mantenemos al paciente con transfusiones hasta que la nueva médula ósea pueda producir suficiente sangre. Algo parecido se puede hacer tras los accidentes nucleares, pero decidir a qué paciente se le va a trasplantar no es fácil y habrá que tener en cuenta los siguientes puntos:
Antes del accidente en Chernobil se han realizado dos trasplantes de médula ósea en accidentes nucleares. En 1.958 se realiza un trasplante incompatible de médula ósea a 5 personas en Vinca (Yugoslavia) y sobreviven 4. Sin embargo, se desconoce la dosis de radiación recibida y si se ha adherido el trasplante. Por segunda vez, en 1.967 se celebró en Pittsburg, donde a una persona se le hizo un trasplante de su hermano gemelo y salió con vida, pero siendo gemelos no sabemos si su nueva médula ósea es propia o gemela.
Con la sospecha del Síndrome de Radiación Aguda de los Chernobiles, 202 personas fueron trasladadas a los Servicios de Radiología y Hematología del Hospital Clínico 6 de Moscú.
De ellos 105 recibieron una radiación de 1-2 Gy. Otras 33, por su mayor radiación de 6 Gy, eran aptas para el trasplante de médula ósea. Sin embargo, sólo 13 personas fueron trasplantadas de médula ósea por diferentes motivos a los 7 días (4-16) de haberse producido el accidente. La edad media de los 13 receptores fue de 27 años (23-46) y 12 tenían quemaduras. En este trabajo no podemos mencionar demasiados detalles, pero debemos decir que de 13 murieron 11. Dos pacientes sobrevivieron con quemaduras y cataratas. En estos dos casos se pegó la médula ósea trasplantada, aunque luego se regeneró su médula ósea y se superó la trasplantada.
Queda claro, por tanto, que tras los accidentes nucleares, el trasplante de médula ósea tiene un valor limitado. Sin embargo, podemos recomendar el trasplante de médula ósea para personas con radiación superior a 8 Gy.
En la actualidad se están produciendo avances importantes en la utilización de factores que aceleran la formación de células de la médula ósea, que podrían requerir su uso en dosis de radiación de 5-8 Gy. En estas dosis aún quedaría una célula capaz de producir sangre en la médula ósea y si hubiera factores estimulantes produciría células hemáticas antes, disminuyendo el riesgo de complicaciones.
El trece de septiembre de 1.997 dos personas descubren en una clínica cerrada una cápsula con isótopo radiactivo Cs 137
Lo sucedido se conoció el día veinte de septiembre, pero para entonces se habían radiado 249 personas. La situación era la siguiente: Se descontaminaron 129 fácilmente porque sólo tenían contaminación ligera en la ropa y la piel, 79 fueron seguidas en consultas externas por una contaminación más profunda de la piel, otros 50 recibieron una mayor dosis de radiación y se llevaron a 20 hospitales. De ellos se llevaron a 10 Río de Janeiro, con derrota de médula ósea. En 8 casos se utilizó un factor estimulante mencionado que aceleraba la producción de granulocitos y macrófagos. Los granulocitos y macrófagos son un tipo de leucocitos y glóbulos blancos que nos defienden contra las infecciones. De estos 8 pacientes, 4 sobrevivieron y otros 4 murieron, ya que en el momento de iniciar el tratamiento estaban infectados.
En la actualidad se están dando grandes avances en la investigación de factores estimulantes. Por ejemplo, se ha sintetizado un factor que acelera la producción de plaquetas necesarias para la coagulación de la sangre.
Podemos dividir estas conclusiones en dos grupos:
Las radiaciones aparecerán en la persona recibida y pueden ser de dos tipos:
- Los llamados no estocásticos: los efectos tienen dependencia de dosis y se presentan en todas las personas que reciben la misma dosis. Pertenecen a esta clase el hipotiroidismo, las cataratas, el retraso en el crecimiento y la esterilidad.
- Los llamados estocásticos: sólo algunas personas desarrollarán patología tras la radiación sin las opciones previstas. En este grupo podemos incluir el cáncer, los efectos teratogénicos (patología explicada en los hijos de las mujeres embarazadas de la época, especialmente el retraso mental) y los efectos genéticos.
La patología se manifiesta en los hijos.
En los efectos que produce la radiación a corto plazo se han mencionado los problemas que I 131 puede causar en la glándula tiroides. Cuando el hipotiroidismo, es decir, supone una restricción funcional del tiroides, probablemente tendrán que tomar hormonas tiroideas durante toda la vida. Por otra parte, el tiempo dirá si en las personas radiadas aumenta la frecuencia del cáncer tiroidea.
La radiación aumenta la frecuencia de otros cánceres, como se ha podido observar tras las explosiones atómicas. El cáncer más frecuente es la leucemia, con un riesgo que va desde los 3-5 años hasta los 5-10 años. También aparecen otros cánceres hematológicos como el mieloma. También aparecerán con mayor frecuencia los denominados cánceres sólidos, como los de pulmón, mama y huesos. El mayor riesgo se produce a los 10 años de edad y continúa a los 20-30.
Teniendo en cuenta la gravedad del accidente en Chernobil, se podría esperar que mueran más personas inmediatamente, pero en un plazo de 3 meses sólo murieron 29 personas. Sin embargo, no debemos alegrarnos porque esto se debe a muchos factores que no están bajo el control del ser humano:
La explosión de la central nuclear provocó el lanzamiento de la niebla radiactiva hasta los 10 km de altura, la niebla radiactiva que las condiciones meteorológicas alejaron de los pueblos de Pripiat y Kiev, donde la mayor parte de la gente se encontraba en su casa en el momento del accidente y no llovía. Y finalmente, la radiación no se liberó inmediatamente, sino durante 9-10 días.
Es muy difícil predecir los efectos a largo plazo, ya que se desconoce la dosis que cada uno tomó y todas las medidas que se tomaron son bastante desconocidas.
El número de muertes por cáncer puede variar entre 5.100 y 500.000. Según los del Departamento de Energía de los EE.UU. esta cifra puede llegar a los 28.000. Un dato de enorme importancia sería que la mitad de estos cánceres se producirían fuera de la Unión Soviética, lo que demuestra que los accidentes nucleares pueden tener consecuencias internacionales.
Otra consecuencia se puede esperar de las mujeres embarazadas en el momento del accidente. Según la Sección de Energía de Estados Unidos, se esperan 700 niños afectados teratogénicamente por el accidente de Chernobil (un 2% más de lo normal) y 1.900 con anomalías genéticas (un 0,001% más de lo normal). De nuevo, aproximadamente la mitad de estos casos es ajeno a la Unión Soviética.
Sabemos que no hemos hablado de muchos puntos, pero también se puede escribir todo el libro sobre este tema.
Nuestro objetivo ha sido mostrar el limitado papel de las medidas médicas más avanzadas en los accidentes nucleares.
Puede decirse, antes de terminar, que a los trabajadores de las centrales nucleares se les puede tener realizadas pruebas de compatibilidad y que a los que tienen más riesgo, quizás se les pueda conservar su médula ósea crioconjelada, ya que tras un accidente es muy difícil tener las métricas óseas compatibles entre donantes y poder transponerles su médula ósea desconjelada.