Hipocondríacos: presuntos enfermos

Agirre, Jabier

Medikua eta OEEko kidea

Padecer una enfermedad nunca es agradable, pero creer que está enferma, sin estar de verdad, puede provocar un estado de ansiedad o ansiedad. Hipocondríacos (se les llama así porque antiguamente se pensaba que tenían un mal hepático: "hipocondrios: debajo de las costillas") tan convencidos de que su enfermedad es verdadera que llegan a sentir sus síntomas físicos. El apoyo psicológico, así como la ayuda familiar, son necesarios para superar esta situación.

En algún momento todos nos hemos sentido preocupados por nuestra salud, pero sólo una explicación médica o el mero hecho de pasar el tiempo nos ha echado por tierra esa preocupación. En algunas personas, por el contrario, la desaparición de este nerviosismo o inquietud es mucho más difícil: es el caso de los hipocondríacos, que sólo tienen que escuchar hablar de una enfermedad para creer que son ellos los que la padecen.

Normalmente las preocupaciones y sospechas de las personas hipocondríacas no suelen tener ningún fundamento, suelen ser totalmente inventadas y sin fundamento, pero esto no les impide, en modo alguno, sentirse “enfermas”. El hipocondríaco vive en una situación de permanente ansiedad, lo que no sólo le impide llevar una vida normal, sino que le impide centrarse en otras cosas.

Miedo a ir al médico

La hipocondría se caracteriza por la preocupación y el miedo a padecer una enfermedad grave (muchas veces no sólo el miedo, sino la sensación y convicción de que están enfermos), ya que así lo demuestra algún síntoma o signo de su cuerpo, o incluso algo que ellos sienten. Para ellos, una orina, una pequeña herida, simplemente una tos, el propio latido cardiaco o cualquier otro síntoma, incluso el más banal, son suficientes para decir que su enfermedad es incurable.

Y el diagnóstico no suele ser nada fácil. En la mayoría de los casos, estas personas recurren al médico de cabecera (o incluso a especialistas) que, por supuesto, no encuentran ninguna razón para su enfermedad. Cuando la persona se dirige a un psicólogo o psiquiatra si observa que sigue su tímido, probablemente no acuda a su consulta y tratará de encontrar otro médico que responda a sus inquietudes. Pero en otras ocasiones el miedo a estar enfermo es tan grande que ni siquiera acuden al médico, pensando que la lista de enfermedades que les diagnosticarán será interminable. La caída en este extremo tampoco es adecuada, ya que cualquier enfermedad que se presente no podría ser diagnosticada.

Sin embargo, después de muchas vueltas y muchas veces en contra de su voluntad, si el hipocondríaco llega a la consulta del psicólogo, primero hay que confirmar que no padece ninguna enfermedad física. Sin embargo, si el paciente continúa con sus inquietudes, dudas y angustias sobre su estado de salud, empezamos a pensar que puede tener algún problema psicológico.

¿Por qué ocurre?

El origen de la hipocondría sigue siendo un gran misterio. La hipocondría se basa en la interpretación catastrófica de los signos corporales, pero no está nada claro por qué empieza este mecanismo. Es sabido que este problema es más frecuente en ciertos ambientes familiares, lo que nos puede hacer pensar que hay familias especialmente sensibles en este punto, preocupadas por los signos de enfermedad en todos sus ámbitos y ámbitos: cada vez que se juntan no hay más oraciones, su estado de salud es el tema del día a día, cualquier signo de enfermedad de sus hijos lo viven con una gravedad especial, etc.

Perder el miedo

Aunque no sabemos por qué, las personas que sufren este problema son realmente diferentes. Son más sensibles que el resto de las personas porque la muerte, el dolor, el sufrimiento, la debilidad y la dependencia de los demás les generan un terrible miedo. Y eso sólo aumenta y empeora su inquietud física y mental.

Y en lugar de acabar ahí, empiezan los problemas de la hipocondría. A esa angustia y malestar que viven ellos, hay que añadir que los demás no la entienden. Ni los médicos ni los familiares les prestan la ayuda que necesitan. La frase más escuchada suele ser "Lasai, tú no tienes nada (grave) y". Y esto no es del todo cierto, ya que los procesos psicológicos, la angustia y las enfermedades psicosomáticas son absolutamente reales, a pesar de que los procesos psicológicos que las provocan y ponen en marcha son procesos psicológicos.

Una vez iniciado el tratamiento, el objetivo principal es que el paciente pierda el miedo, la angustia que le lleva a sentirse enfermo y desaparezca esa inquietud. Para ello se les imponen una serie de prohibiciones y tareas: que no acudan a médicos ni a urgencias de un hospital si no están realmente justificadas, y que no hablen más sobre cuestiones de salud o enfermedad. Para la mayoría de nosotros estos "quehaceres" nos parecerían bastante fáciles, pero para una persona hipocondria que tiene toda su vida organizada en torno a la salud/enfermedad resulta realmente difícil. Y aquí la familia tiene mucho que hacer.

Los familiares deben entender que lo que tiene esa persona no es una excusa o una cuestión, sino un problema real, un problema psicológico real. Y el siguiente paso es empezar con el tratamiento psicológico: perder el miedo a los síntomas que antes el paciente consideraba como una enfermedad. Tiene que aprender que la aceptación de estos "síntomas" hará que su día a día y sus actividades se conviertan simplemente en sensaciones que le permitan llevar adelante sin sufrimiento.

En algunos casos puede ser necesaria la asistencia psiquiátrica; se utilizarán psicofármacos que le ayuden a superar la angustia (siempre bajo control médico). En definitiva, se trata de que la persona sea capaz de afrontar situaciones concretas sin miedo ni ansiedad, y que el cuerpo no sea fuente de dolor o miedo, sino de placer y confianza.

Si realmente estás enfermo:

Haber pasado una enfermedad o estar pasando ahora puede dar un "empujón" a ser hipocondríaco, más aún si la enfermedad ha sido un poco seria. Por lo tanto:

* Intenta entretener y hacer las cosas que te gustan. Así, al menos en parte olvidarás la enfermedad.

* Censurarse y no hablar de estos temas. Si alguien empieza con esas cuentas, lleva la conversación a otra vía. Al final, te sentirás mejor.

* No aislar. No hay males, aunque sea lo más grave, que mejoren en soledad. Busca la ayuda de familiares y amigos, actividades, etc. compartir.

* Ni pensar en exceso. La información excesivamente grave puede llevarte a “sentir” más síntomas que los que realmente tienes.

* No te lo pienses de forma negativa, porque eso te impedirá disfrutar de momentos buenos.

* No automediques los medicamentos y sigue siempre las indicaciones del médico (tanto de cabecera como de especialista).

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