Guardas de semillas

XX. A principios del siglo XX, el científico ruso Nikolai Vavilov obtuvo la mayor colección de semillas de su época. Su sueño era acabar con el hambre y para ello buscó las especies más fértiles en todo el mundo. En la actualidad existen alrededor de 1.300 depósitos de semillas en el mundo, reflejo del fructífero camino emprendido por Vavilov.
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Ed. Joseba Garmendia

En enero de 1942, A. G. El científico Shchukin aparece muerto sobre su mesa de trabajo. Días después, G, jefe del laboratorio de hierbas, le pasó lo mismo. C. Kreierri. Posteriormente aparecen muertos otros compañeros: Ivanov, Rodine, Shcheglov, Kovalevsky, Leontjevsky…; unas 30 personas en total.

Estos nombres tenían una característica común: eran expertos en plantas y cultivos que trabajaban en el Instituto Vavilov de Leningrado. Estaba en plena Segunda Guerra Mundial y los alemanes estaban golpeando duro para conquistar Leningrado. La ciudad estaba totalmente destruida y el hambre y el frío provocaron la muerte de cientos de miles de personas.

Los que estaban en el Instituto Vavilov, sin embargo, estaban rodeados de comida. Disponían de arroz, guisantes, maíz y trigo, pero murieron de hambre. Trabajaban en un almacén de semillas, que estaba por encima de su vida.

Meses antes, por miedo al ataque alemán, intentaron sacar parte de la colección del instituto. Unas cajas llenas de semillas se guardaron en un vagón de tren y, escondidas en el equipaje de muchos técnicos y trabajadores que abandonaron la ciudad, consiguieron sacar otra cantidad de semillas. De esta forma consiguieron mantener viva la primera gran colección de semillas, a pesar de que pagaron caro.

Nicolás I. Vavilov. Durante 20 años viajó por el mundo recolectando semillas. Quería encontrar los basasenides de todas las plantas utilizadas en la agricultura. Ed. Impartido por la biblioteca del Congreso de EEUU

Búsqueda de basasenides

Este instituto fue puesto en marcha por el científico Nikolai Ivanovich Vavilov (1887-1943). Vavilov se hallaba en la cárcel para el ataque de los alemanes por una denuncia del régimen de terror dirigido por Stalin, pero guardaba una enorme colección de semillas recogidas por la propia institución que llevaba su nombre y sus colaboradores.

Vavilov viajó durante veinte años por Europa, Asia, África y América recogiendo semillas. Buscaba las especies cultivadas para definir las zonas de creación de cada especie. Quería encontrar los basasenides de todas las plantas utilizadas en la agricultura.

Su primer viaje tuvo como destino el norte de la Persia y la cordillera Pamir. Allí quería encontrar un tipo de trigo especialmente resistente a los ataques de los hongos. Pero también adquirió formas endémicas de plantas como la cebada, el centeno, los guisantes y las lentejas.

Este esquema se repitió en numerosas expediciones por todo el mundo. Entre 1916 y 1940, Vavilov y sus colaboradores realizaron 180 expediciones para recolectar semillas. Se conservaron y plantaron semillas de la inmensa colección adquirida, en estaciones de investigación distribuidas por las diferentes áreas geográficas y climáticas de la Unión Soviética, para obtener las mejores variedades posibles.

Gracias a estos viajes desarrolló la teoría de los espacios creativos. Según esto, las especies que cría el ser humano se formaron en ocho grandes núcleos de origen, en los que había que buscar los basasenides de cada especie: México y Centroamérica, Sudamérica, Mediterráneo, Oriente Medio, Etiopía, Asia Central, India y China.

1. México y Centroamérica; 2. Sudamérica; 3. Mediterráneo; 4.Oriente Medio; 5. Etiopía; 6. Asia central; 7. India; 8. China. Imagen: Adaptado de Wikipedia/CC_BY.

“Un alto porcentaje de las plantas de cultivo que se utilizan actualmente se originó en estos puntos”, explica Joseba Garmendia, botánico de la Sociedad de Aranzadi. “Vavilov quería adquirir estas variedades, preferentemente agrupadas en puntos originales. Por eso recurrió a estos lugares para ver en qué condiciones crecían estas plantas, para poder realizar cruces en función de sus características”, explica Garmendia.

También reunió en Euskal Herria en agosto de 1927. Igor Loskutov, investigador del Instituto Vavilov, ha explicado que para Vavilov Euskal Herria era el reino del trigo tipo dicoccum, y que, según él, se podían encontrar olos especiales en ninguna parte. En general, toda la península Ibérica era, según Vavilov, uno de los lugares más interesantes de Europa.

Joseba Garmendia Altuna. Licenciado en Biología e investigador del Departamento de Botánica de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Ha realizado estudios sobre el estudio y conservación de la flora amenazada en la CAPV y Navarra. Ed. Joseba Garmendia

Alimentos homogéneos

A pesar de la inmensa colección, Vavilov y los que han trabajado el camino emprendido por él tienen una cierta frustración: la imposibilidad de acceder a todas las variedades.

Según la Asociación Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), en el mundo hay unas 310.000 plantas catalogadas. De ellas, cerca de 30.000 son comestibles, según la FAO. En la alimentación humana, sin embargo, se utilizan normalmente 30 plantas. Es más, el 60% de la alimentación de la población mundial se basa en los cinco cereales: arroz, trigo, maíz, mijo y sorgo.

Nuestra alimentación, por tanto, se basa en variedades muy concretas. Esto aporta ventajas, pero también riesgos. De hecho, si existe una gran dependencia de unas pocas variedades, el fallo de una de ellas puede provocar hambre.

Ed. Joseba Garmendia

Supongamos que una enfermedad produce graves daños a un cultivo cultivado por el hombre. A pesar de que el cultivo está tan estandarizado, esta enfermedad provocaría enormes perjuicios económicos, pero sobre todo afectaría gravemente a la alimentación de millones de personas.

La FAO advierte que en el mundo desarrollado los consumidores demandan alimentos baratos de calidad previsible y uniforme. Esto supone necesariamente una pérdida de diversidad genética. Por ello, mantener el tesoro de la biodiversidad no es sólo una actividad de mantenimiento del conocimiento científico, sino una necesidad práctica. “Las variedades que cultivamos tienen algunas características pero también muchas carencias”, explica Garmendia. “Estas viejas variedades conservan algunas de las características que han perdido las variedades actuales”, afirma.

De esta necesidad surgen los depósitos de material genético vegetal. “Estos almacenes tienen la llave de la propia vida”, resume Andreas Ebert, investigador del Centro Mundial de Plantas (AVRDC). “El suministro de alimentos se basa en cultivos capaces de combatir plagas y enfermedades a la vez que producen buenas cosechas, más aún cuando el cambio climático está provocando que el calor, la sequía y las inundaciones se hagan extremas”, ha explicado.

“Estos cultivos mejorados incorporan importantes nutrientes en la dieta humana, promoviendo a su vez a los agricultores, sus familias y economías basadas en la agricultura”. Todo ello se basa en las semillas y son muchos los que hay que recoger y mantener, según Ebert.

Almacén de material genético vegetal de Neiker-Tecnalia. Conservan las variedades de las especies de cultivo, así como la reproducción in vitro (izquierda). Ed. Juanma Gallego

En el mundo hay alrededor de 1.300 almacenes de este tipo. Algunos conservan especies silvestres. El Banco de Semillas del Milenio, perteneciente al Reino Unido, es el más internacional. Liderado por el Real Jardín Botánico de Kewe, alberga el 13% de los vasalandarras del mundo, unas 34.000 especies. Con esta institución colabora el Banco Vasco de Germoplasma Vegetal, dirigido por la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Ubicada en Zizurkil, en el Laboratorio Fraisoro, además de funcionar como refugio de semillas, se encarga de su investigación para promover la conservación de especies vegetales amenazadas. El Jardín Botánico de Olarizu, en Vitoria-Gasteiz, también trabaja en esta tarea.

La llave del futuro

En cuanto a las especies de cultivo, el Centro Mundial de Plantas es uno de los más importantes. Situada en Taiwán, alberga más de 60.000 variedades de 439 especies.

En este ámbito, el almacén de material genético vegetal gestionado por Neiker-Tecnalia constituye la referencia principal en el País Vasco. José Ignacio Ruiz de Galarreta es el responsable de este almacén. “Tratamos de conservar variedades que no se almacenan en otros almacenes. Son sobre todo variedades del País Vasco, muchas de ellas no cultivadas desde hace tiempo pero que pueden ser útiles en el futuro”, ha explicado.

José Ignacio Ruiz de Galarreta. Doctor en Biología e investigador de Neiker-Tecnalia. Es responsable del almacén de Neiker-Tecnalia, gestor de material genético vegetal. Este almacén es la principal referencia del área en Euskal Herria. Ed. Juanma Gallego

La especie más cultivada es la patata, que alberga en su almacén más de 300 variedades. “Somos un almacén de referencia en el Estado español en este cultivo”, afirma Ruiz de Galarreta. Pero además, sus protagonistas son las alubias (128), el maíz (107), el tomate (94) y los pimientos (42). Recientemente se ha acometido además la recogida de cereales.

Ruiz de Galarreta muestra con orgullo las pequeñas plantas que se conservan en pequeños tubos. Se trata de una microreproducción in vitro. “En lugar de en la huerta lo hacemos en los tubos, ya que la planta queda libre de ataques de virus”, ha explicado. Sólo con patatas. El resto de semillas se almacenan en botes de cristal rodeados de un gel de sílice para protegerse de la humedad. Cada tres o cuatro años analizan las semillas y, si ven que su viabilidad ha bajado del 70%, las replantan para conseguir más semillas. También han utilizado crioconservación, pero es mucho más caro, ya que las semillas deben mantenerse en nitrógeno a -180 ºC.

Mantener estos ejemplares en condiciones adecuadas requiere mucho trabajo y en caso de error muchas variedades podrían perderse para siempre. Para evitarlo se construyó la Cámara Mundial de Semillas. Situada en las islas noruegas de Svalbard, aprovecha su frío y su soledad para asegurar la conservación de sus semillas. La cámara desempeña la función de backup de los almacenes de semillas de cultivo de todo el mundo. Así, en caso de pérdida de alguna variedad en el almacén original, o de desaparición de toda una colección por guerra u otro tipo de catástrofes, la humanidad podrá recuperar ese tesoro biológico.

Cámara Mundial de Semillas. Situada en las islas noruegas de Svalbard, aprovecha su frío y su soledad para asegurar la conservación de sus semillas. La cámara desempeña la función de backup de los almacenes de semillas de cultivo de todo el mundo. Ed. Croptrust

La palabra “tesoro” puede parecer abusiva, pero la mayoría de los expertos coinciden en que todas las variedades o entradas son necesarias. Luigi Guarino, científico de la Global Crop Diversity Trust, que gestiona la cámara de Svalbard, ha dejado claro: “Todas las semillas son útiles. ¡Cada entrada de un almacén puede ser única!”. “Los almacenes permiten preservar la diversidad de cultivos, lo que es imprescindible para poder introducir mejoras genéticas que permitan la seguridad alimentaria”, ha subrayado.

Andreas Ebert, del Centro Mundial de Plantas, tiene la misma visión y se atreve a poner un ejemplo. “Nuestra colección de tomate, compuesta por 8.258 variedades, tiene muchos familiares salvajes del tomate. Uno de ellos, el Solanum galapagense, ha mostrado una gran resistencia a la mosca blanca”. Ebert afirma que este insecto es la principal plaga del tomate y causa grandes pérdidas a los agricultores de todo el mundo. Pues bien, cruzando esta especie salvaje con plantas de tomate, esperan conseguir un tipo de tomate resistente a la mosca blanca.

“Ciencia burguesa”

Quienes se dedican a la investigación y conservación del material genético de las plantas destacan la importancia del trabajo de Vavilov, pero no son los primeros. Mientras vivía en el arte, los que trabajaban en la mejora de la agricultura también se dieron cuenta de las aportaciones del científico ruso. Entre ellos estaban los enemigos de la guerra, expertos alemanes. De ahí que el ejército alemán pusiera en marcha un pequeño comando, liderado por el coronel y botánico Heinz Brücher, para obtener las semillas que los soviéticos recogían (también había elaborado un informe sobre las posibilidades que ofrecían los territorios rusos para la agricultura del Reich). Cuando el ejército rojo retrocedió al comienzo de la guerra, algunas de las estaciones de investigación construidas por Vavilov quedaron en manos de los alemanes. Sus semillas robadas fueron enviadas a la organización Kaiser Wilhelm Institutes (KWI), equivalente al Instituto Vavilov de Alemania.

Ed. Joseba Garmendia

Tras la guerra, Brücher se refugió en Argentina y tuvo una vida tranquila, investigando plantas y ejerciendo de profesor, hasta que en 1991, debido a un crimen sin resolver, apareció muerto en su tierra llamada Ugarteche.

Vavilov no tuvo la oportunidad de disfrutar de una vida tan larga. Según explica Joseba Garmendia, “Vavilov era partidario de las teorías genéticas de Mendel, lo que le provocó problemas”. De hecho, en la entonces Unión Soviética, el régimen se adhirió a la tesis defendida por el agrónomo ucraniano Trofim Lysenko. Lysenko considera que la genética era una ciencia inventada por el capitalismo para dar una justificación biológica a las diferencias entre clases. Para él, la evolución se basaba en la “herencia de los caracteres recibidos”, un pensamiento derivado del lamarckismo. Vavilov no se adhirió a esta idea y a principios de los años 30 sus investigaciones perdieron el apoyo del gobierno. Lysenko impulsó una potente campaña contra Vavilov, logrando su expulsión de la Academia de las Ciencias. “Como consecuencia de esta lucha, Vavilov fue detenido en agosto de 1940 y sus colaboradores más cercanos también fueron despedidos y encarcelados”, ha añadido Ebert.

El 26 de junio de 1943, Nikolai Vavilov apareció asesinado en la cárcel de Saratov, oficialmente afectado por la distrofia, pero probablemente asesinado por el hambre. No se logró recuperar públicamente su reputación hasta pasados unos veinte años, pero desde entonces se considera un héroe de la ciencia rusa. Sueña con acabar con el hambre en el mundo, pero XX. Uno de los regímenes más crueles del siglo XX le impidió acercarse a este sueño. Pero el camino emprendido por Vavilov tiene un gran futuro. Por el bien común.

Último miembro de su familia en la península, se encuentra en Zarautz
Se llama Galium arenarium y se encuentra únicamente en la costa atlántica aquitana y en el País Vasco en todo el mundo. Se trata, por tanto, de un endemismo, el endemismo que limita al sur con Zarautz. “Es una planta que crece en las dunas y en toda la península sólo queda esa población de Zarautz”, explica el botánico Joseba Garmendia.
En el último relato realizado en 2013 por el equipo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, 19 manchas aparecieron en la playa de Zarautz. Los expertos utilizan el concepto de “mancha” o ramet para contabilizar este tipo de plantas. Al tratarse de una planta tipo Errubiazeo, forma profundos rizomas en el subsuelo desde donde aparecen los tallos sobre el terreno. Por ello, es difícil separar a los individuos, y estos ramets deben ser necesariamente utilizados como unidad de contar.
Ed. Joseba Garmendia
Según un estudio realizado por expertos de Aranzadi, la presencia de esta planta ha disminuido un 95% en los últimos años. En 2001, las manchas del Galium ocupaban 53,74 metros cuadrados. En el relato realizado en 2013, los investigadores han calculado una superficie de 2,65 metros cuadrados, unos 19 ejemplares. Pero lo peor llegó con la temporada que en invierno de 2014 tocó la costa vasca. Provocó una gran destreza en algunos ecosistemas, entre los que se encontraba el Galium arenarium. En el último recuento provisional realizado por los investigadores, sólo se ha encontrado un ramet cuya supervivencia está en una situación crítica. “Casualmente, el año pasado estuvimos recogiendo las semillas de esta especie. Esperamos poder recuperar esta especie casi desaparecida”, afirma Garmendia.
“Las semillas recogidas serán de gran importancia para compensar los daños que el citado temporal ha ocasionado a esta especie, ya que permiten la reintroducción de la especie en su hábitat natural”, explica Garmendia.
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