En 1939, a los dieciséis años, emigró a EEUU huyendo del nazismo que vivían en Austria. Siendo un joven químico, trabajó en Nueva Jersey para la compañía de farmacia suiza CIBA. En la misma época, presentó su tesis doctoral en la Facultad de Química de la Universidad de Winsconsin, en la que expuso cómo la testosterona masculina de hormonas sexuales puede convertirse en una hembra estradiol.
Tras diez años trabajando en la misma empresa, continuó sus investigaciones en la empresa mexicana de Syntax S.A.. Allí intentó sintetizar y obtener sustancias esteroidales. En 1951, a pesar de que ya se había sintetizado la cortisona, logró un mejor resultado: no sólo detectó una materia prima más barata, sino que redujo muchas etapas la reacción. Pero también acertó a sintetizar por primera vez un anticonceptivo oral. Como resultado de estos resultados, la Universidad de Wayne felicitó en primer lugar y la de Stanford en segundo lugar. También recibió numerosas medallas científicas.
A pesar de que este producto tranquilizó a muchas parejas, otras lo criticaron muchísimo, y Carl Djerassi fue considerado asesino. De hecho, la píldora anticonceptiva en los ojos de muchas personas es extremadamente dañina. Según ellos, las hormonas sintéticas son a altas dosis y perjudiciales para la salud de las mujeres. Las mujeres que toman esta pastilla han destacado que tienen más probabilidad de padecer cáncer de mama y cuello uterino: ambos tipos de cáncer han subido un 50% desde que las contracepciones con hormona llegaron a los países occidentales. En Japón y países del este, por el contrario, el uso de estas pastillas es muy reducido, por lo que se conocen pocos casos de este tipo de cáncer. En boca de los que critican negativamente, los riesgos cardiovasculares también son frecuentes en estos receptores de pastillas. Dicen que son más frecuentes los infartos, apoplejías, embolias pulmonares y otras coagulación.
Los anticonceptivos también afectan a los niños: las madres que toman la píldora durante muchos años tienen más riesgo de malformaciones sexuales y problemas cardíacos.
Aunque siempre siguió como analista, abandonó el trabajo de laboratorio para dedicarse posteriormente a estudios más filosóficos. De hecho, comenzó a reflexionar sobre los avances y problemas que conlleva la ciencia. En 1970, por ejemplo, comenzó a impartir clases en la Universidad de Stanford para explicar el impacto social y político de los avances en el campo de la reproducción. Ese mismo año propuso en su artículo una píldora anticonceptiva masculina como nueva técnica de control de los nacimientos humanos.
Además, se puso en contacto con compañeros de la época en la que trabajó en México y trabajó para que la ciencia entre en los países en desarrollo.
Por otro lado, después de haber reflexionado sobre la píldora anticonceptiva que ha obtenido, destacó que en la actualidad no es conveniente que gobiernos e industrias cometan errores en este producto, ya que no quieren subvencionar estudios de otros productos que lo sustituyan.
Carl Djerassi es valiente. De hecho, después de cumplir los 60 años, estudió productos químicos en varias salas de laboratorio y después de pasar años impartiendo clases en varias universidades, saltó a la literatura. Es autor de múltiples y variadas publicaciones: una colección de relatos breves, poesía, una autobiografía científica, una colección de recuerdos y varias novelas.
El último de sus nueve novelas es This man’s pill. Este libro fue publicado el año pasado con motivo del 50 aniversario de la pastilla anticonceptiva. En ella se explica la historia y los temas científicos de esta píldora. Trata de presentar dilemas entre la moral, la ética y la biología, sin olvidar las relaciones de la ciencia con la sociedad y la política.
Carl Djeraso afirma que utiliza la ficción como método para explicar muchos de los descubrimientos o controversias que se realizan en la ciencia. De paso, cree que puede ser un buen recurso para atraer a muchos que no gustan al mundo científico. En la ficción, por su parte, según el austriaco “todo está aceptado, puede pensar o escribir cualquier cosa”, y eso es lo que más le gusta. Sin embargo, un científico no podría hacerlo en su carrera profesional.
La literatura, además, además de dar la oportunidad de hacer públicas nuestras inquietudes y opiniones, piensa que cada cual ayuda a conocerse mejor. El químico, en general, tiene muy buenos analizadores de productos químicos, pero dicen que rara vez analizan las consecuencias que pueden tener sus productos en la sociedad. Gracias a la literatura ha tenido la oportunidad de conocerse mejor a sí mismo y de analizar el comportamiento de profesionales de la misma profesión. La escritura no sólo sirve para criticar a los demás, sino también para criticarse.
Miembro de la Academia Nacional de Ciencias y de la Academia Americana de las Artes, aunque en la actualidad ha dejado de realizar experimentos científicos, trabaja en experiencias humanas y en la formación de jóvenes universitarios en este campo.