Matthew Bunn y Olli Heinonen se encuentran entre los que opinan y aprenden la lección de Fukushima. Son los autores de un análisis publicado en la revista Science el pasado mes de septiembre, que fue titulado significativamente:Preventing the next Fukushima.
Bunn Harvard es investigadora del Centro de Ciencias y Asuntos Internacionales Belfer de la Universidad y Heinon es actualmente miembro honorario del mismo centro, pero fue director de la serie de controles de seguridad de la Agencia Internacional de la Energía Atómica IAEA hasta 2010. Ambas coinciden en que la debilidad de las autoridades y la cierta voluntariedad de la normativa limitan el impacto que las organizaciones internacionales pueden tener en la seguridad nuclear.
Más aún, según han explicado en el análisis, hasta el momento las instituciones han confiado en "cada país" la responsabilidad de establecer y controlar el cumplimiento de las normativas de seguridad, y aunque después de Fukushima han mostrado su intención de unificar normativas, no han experimentado grandes cambios.
A largo plazo, se prevé que las centrales a ejecutar sean más seguras que las actuales, ya que deberán diseñarse con medidas más estrictas. Sin embargo, en las próximas décadas, la mayor parte de la energía nuclear será generada por las centrales actualmente en funcionamiento, es decir, aquellas que tienen un "antiguo diseño". Teniendo en cuenta esto, en el análisis se han propuesto seis medidas para mejorar la seguridad de estas centrales.
En primer lugar, consideran necesario establecer estándares de seguridad más estrictos. En este sentido, se ha hecho mención expresa a los test de estrés prescritos por la Unión Europea. El objetivo de estos test es comprobar si los estándares de seguridad establecidos en las 143 centrales de la Unión Europea son adecuados para afrontar fenómenos similares a los de Fukushima y garantizar la seguridad ciudadana.
De hecho, los responsables de la Unión Europea han reconocido que en la comunicación de los test de estrés han salido de aquel desastre una lección. En palabras de ellos, "una de las asignaturas principales que se puede extraer es la posibilidad de que se den situaciones extremas, como que dos desastres naturales acudan al mismo tiempo y puedan dañar totalmente el suministro de energía eléctrica".
Así, en los test de estrés se han considerado dos tipos de fenómenos: naturales (terremotos, inundaciones, nevadas, heladas, tormentas...), fallos humanos (caída de un avión o explosión cerca de una central) y acciones (por ejemplo, ataques terroristas).
Los países de la Unión Europea tenían un plazo hasta diciembre de 2011 para la realización de los test de estrés, pero incluso antes de que terminara el plazo, los responsables concluyeron que cada país tiene sus propios estándares de seguridad y hay una gran diferencia entre unos y otros, por ejemplo, en las condiciones que deben cumplir las centrales de lucha contra los terremotos.
Por lo tanto, los responsables de la Unión Europea han ratificado en parte lo denunciado por Bunn y Heinonen en el análisis de que las normativas no están armonizadas. Y al igual que en los test de estrés, en el análisis también se ha tenido en cuenta el riesgo de ataques contra centrales. Así, han propuesto que se endurezcan medidas para "protegerse de sabotajes terroristas".
Además, piden que se den pasos para mejorar la formación del personal de las centrales para que sepan cómo reaccionar ante imprevistos (terremotos, inundaciones). Y es que, según los autores del análisis, si los trabajadores de Fukushima estuvieran dispuestos a tomar determinadas medidas, no habría tanta emisión de radiación al aire y al mar.
Otras propuestas son directamente institucionales. Entre otras cosas, los autores han denunciado que cuando ocurrió Fukushima, la respuesta de la AEMA fue "demasiado débil" y se reaccionó "demasiado tarde". A este respecto, se ha considerado ejemplar la capacidad de respuesta de la Organización Mundial de la Salud ante emergencias sanitarias. Además, han reivindicado el fortalecimiento de las leyes internacionales y el fortalecimiento de la cooperación entre países.
Una vez realizadas todas las propuestas, han explicado qué lecciones han sacado de Fukushima: "La principal lección de Fukushima es la equivocación de considerar que los que son difícilmente discriminatorios". Al final del análisis se ha indicado claramente quién debería ser el principal responsable de afilar las medidas preventivas y garantizar la seguridad. Responsabilidad atribuida a la AEMA.
En el mismo mes de su publicación, otro autor mencionó la misma lección en un artículo publicado en el boletín de científicos atómicos. Fukushima crisis: Can Japan be at the forefront of an authentic paradigme shift? El artículo se titula (crisis Fukushima: ¿Está Japón a la vanguardia de un cambio de paradigma real? ), y su autor es Mycle Schneider, asesor independiente de energía.
Schneider ha asesorado a ministros de energía de Bélgica, Francia y Alemania, así como a la IAEA y a organizaciones de seguridad nuclear de Estados Unidos y la Unión Europea, entre otros. Es también uno de los autores del World Nuclear Industry Status Report 2010-2011.
Mycle Schneider utiliza una ecuación para explicar la lección. Según esta ecuación, "el resultado de un riesgo potencial muy alto por una probabilidad muy baja de accidente es un riesgo aceptable". Sin embargo, Schneider considera que la ecuación es incorrecta.
A continuación, ha resumido la evolución de la crisis de marzo a septiembre (la lectura es bastante pesimista) y finalmente ha llegado a una conclusión. La crisis de Fukushima es una oportunidad para cambiar la política energética. Y es que, en su opinión, lo ocurrido en Fukushima no ha hecho sino empeorar la situación de la industria nuclear.
Así, Schneider ha dado algunos datos para demostrar que la industria estaba perdiendo fuerza últimamente y cree que después se ha acelerado el declive. Es, por tanto, un "buen momento" para el cambio y no sólo en Japón. Es más, ve a Japón y Alemania a la vanguardia del cambio.
Para ello, Schneider apuesta por las energías renovables, aunque reconoce que para imponerse a las renovables deberá resolver al menos cuatro problemas: capacidad de prestación de servicios energéticos, eficiencia, descentralización y redes de distribución horizontales y flexibles. Sin embargo, Schneider ha defendido el cambio.
El último informe sobre la situación de la industria nuclear en el mundo ( World Nuclear Industry Status Report 2010-2011 ) sugiere que el cambio que promulga Schneider ya ha comenzado a materializarse.
Según los datos recogidos en el informe, la industria nuclear se está debilitando, por ejemplo, en la Unión Europea había 143 reactores en funcionamiento en 2011 y nunca han sido tan pocos, desde que en 1989 fue el mayor número de reactores, con 177. A nivel mundial, la tendencia es la misma: En abril de 2011 estaban en funcionamiento 437 reactores, siete menos que en 2002.
Entre tanto, las fuentes de energía renovables son las que más están creciendo. Así, en 2010, la capacidad instalada en centrales eólicas, hidroeléctricas pequeñas y plantas de valorización de biomasa y residuos (381 GW del total) superó por primera vez la más nuclear (375 GW).
Además, el dinero invertido en tecnologías energéticas limpias ha aumentado en 2010 un 30%. China es líder y le siguen Alemania y Estados Unidos (China invirtió 41,8 mil millones de euros en 2010, un 39% más que en 2009, Alemania 31,6 mil millones, un 100% más que el año anterior y 26 mil millones más que en 2009). Y creen que el desastre de Fukushima fortalecerá la tendencia, tanto los que han elaborado el informe como muchos otros expertos.
Sin embargo, no todos coinciden con esta asignatura. En diciembre del año pasado, la directora de la AEMA, Yukuya Amano, hizo unas declaraciones en las que reconoció que el "accidente podría provocar una ralentización del crecimiento de la industria nuclear" en Fukushima, afirmó que para 2030 se prevé un mínimo de 90 reactores más que ahora.
Esta previsión se basó en el aumento de la demanda energética, la preocupación por el cambio climático, el precio de los combustibles fósiles y la seguridad del suministro energético. Más aún, según el director de la AEMA, "será imposible reducir las emisiones de gases de efecto invernadero" en caso de renuncia a la energía nuclear.
A pesar de ello, una de las mayores empresas nucleares del mundo, el francés Areva, ha tenido que reducir en un 34% sus planes de inversión para el periodo 2012-2016, y está realizando grandes esfuerzos para evitar pérdidas económicas. Según los expertos, la decadencia de Areva se debe principalmente a la crisis económica y a la pérdida de protección de los partidarios de la energía nuclear.
En cualquier caso, la lección más dura la ha recibido la sociedad japonesa. Casi un año después del terremoto y el tsunami, 80.000 ciudadanos continúan fuera de sus hogares y centros de trabajo, debido a la contaminación de la radiación en la zona donde vivían sus casas y lugares de trabajo, y aún más ciudadanos han tenido que cambiar sus hábitos de vida para no poner en peligro su salud.
La información sobre el estado de la central de Daiichi y las labores de restauración de la zona contaminada ha sido reiteradamente denunciada por los expertos. Una editorial publicada en diciembre por la revista Nature demuestra su desconfianza en las fuentes oficiales japonesas.
Asimismo, la editorial solicita la creación de un comité asesor de científicos independientes, ya que las organizaciones que más influencia tienen en las decisiones adoptadas por el Gobierno (Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial del Ministerio de Industria y Comisión de Seguridad Nuclear) tienen intereses en la industria nuclear. Las últimas palabras de la editorial son: "Japón puede hacerlo mejor. La gente de Japón merece algo mejor".
En la misma época en la que se publicó esta editorial, el gobierno japonés realizó una declaración oficial en la que anunciaba la consolidación de tres reactores en la central Daiichi de Fukushima. En concreto, explicó que la parada fría ( cold shutdown ) entró en una situación denominada y con ella dio por finalizada la "fase de accidente".
Esto se debe a que, en condiciones normales, un reactor así existente se encuentra a presión atmosférica y por debajo de los 100ºC, por lo que no existe riesgo de calentamiento y de reacción de fisión para iniciar su caja. Esto en condiciones normales. Sin embargo, la situación de los reactores de Daiichi era muy diferente. Por ello, a pesar de que la declaración del gobierno japonés sugería lo contrario, los expertos alertaron de que la frialdad en este caso no significaba que los reactores estuvieran estables y podían mantenerse en absoluto.
Por otra parte, el Gobierno japonés recordó en su declaración a los trabajadores que trabajaron en el primer momento y en el futuro, y reconoció que aún queda mucho por hacer con las siguientes palabras: "la guerra no ha terminado". Parece que al menos han aprendido esa lección.