El debate resurge en la revista Sapiens un artículo divulgativo publicado a principios de año por Dennis Sandgath y Harold Dibble. Título del artículo: “¿Quién encendía el primer fuego?” (¿Who started the first fire? ). Según él, aunque los neandertales usaron fuego, no eran capaces de encenderlo. Así, consideran que la capacidad de encender fuego es una característica de nuestra especie.
Para llegar a esta conclusión, se basan en los restos de los yacimientos de Pech de l’Azé IV y Roc de Marsal, situados en el suroeste de Francia, que relacionan la capacidad de dominio del fuego con la evolución humana. De hecho, en su opinión, los homínidos no acertaban a hacer fuego en un momento determinado, sino que lo adquirieron a través de un largo proceso y paso a paso.
Así, el primer paso fue tomar conciencia de la capacidad de mantener una relación segura con el fuego: comprender el comportamiento del fuego en lugar de escapar del fuego. Parece que los chimpancés tienen esa capacidad: En el este de África han visto esperar en el borde de un incendio provocado por el chimpancé y entrar en la zona quemada en busca de comida. Es decir, no son capaces de controlar o utilizar el fuego, pero entienden cómo actúa y utilizan ese conocimiento en su beneficio. Según los autores, es posible que nuestros primeros antepasados del este de África, entre hace 4 y 2 millones de años, hayan actuado de forma similar a estos chimpancés.
El segundo paso sería adquirir la capacidad de controlar el fuego. Sin ser capaces de encender el fuego, nuestros antepasados tendrían la capacidad de coger, de llevar y de usar el fuego creado de forma natural. Sin embargo, los autores no han determinado cuándo ocurrió.
Y el último paso, es decir, la capacidad de hacer fuego, no saben cómo ocurrió. Eso sí, especifican que desde hace 400.000 años aparecen restos de fuegos controlados por humanos, no sólo en lugares abiertos, sino también en el interior de las cuevas. Esto demuestra que eran capaces de controlar el fuego, pero no de encenderlo. Y ahí está la cuestión.
Según explican Sandgath y Dibble, tanto en Pech IV como en Roc de Marsal, los neandertales que vivieron en estos valles en distintas épocas han encontrado claras huellas que demuestran que usaban fuego: madera quemada y huesos, zonas de fuego... Por eso, al principio pensaron que los neandertales sabían hacer fuego.
Sin embargo, otros vestigios encontrados en estos mismos lugares suscitaron dudas. Por un lado, en las capas superiores, las del Paleolítico Medio, no aparecían restos de fuego. Esto podía deberse a que en aquella época vivían a la entrada de las cuevas: si el viento y el agua arrastraban restos de fuego, quizás el carbón y las cenizas desaparecieran. Pero no era sólo eso: hay miles de útiles y huesos de la época, todos sin quemarlos. La conclusión es clara, según Sandgath y Dibbl, donde no se utilizó el fuego en aquella época.
Esto es muy llamativo para los autores. Eran tiempos muy fríos, que les hubiera agradecido mucho más que en otras épocas. Entonces, ¿por qué no lo usaron? Los autores responden a la pregunta bajo la hipótesis de que no eran capaces de encender fuego. Si lo utilizaron en el pasado, cuando el clima era templado, los incendios provocados por sí mismos eran habituales. Sin embargo, cuando el clima se enfrió, los incendios eran mucho más difíciles de producir por sí mismos, por lo que no disponían de fuego a mano. Estas conclusiones fueron expuestas en la revista científica PNAS.
Este artículo recogió opiniones contrarias, tanto en el DAP como en otras revistas. No hay duda de que para los neandertales el fuego era un elemento común y dominaba bien. Entre ellos se encuentra Joseba Ríos Garaizar, investigador del Centro de Investigación de la Evolución Humana en España (CENIEH).
Rios conoce muchos yacimientos neandertales, en los que los restos del fuego son muy comunes: “Viendo tantas pistas, no tiene sentido pensar que no eran capaces de encender el fuego; de lo contrario, no estarían tanto. Además, en yacimientos bien conservados se han encontrado varios tipos de fuego, como el de Abric Romanin. Este yacimiento, situado cerca de Barcelona, es extraordinariamente rico. Allí se observa que el fuego no se utilizaba únicamente para calentar. Está claro que dominaban bien”.
Por ejemplo, en algunos fuegos del Paleolítico Medio quemaban madera verde: “El objetivo no es hacer fuego, sino generar humo. ¿Para qué? Uno sabe: para ahumar la carne, para coger la miel de las colmenas, para ahuyentar a los animales...” Además, los neandertales hacían resina para usarla como adhesivo: “Es un proceso muy complicado ya que se consigue mediante un proceso químico realmente complejo. Es imposible hacerlo sin dominar el fuego”.
Además, según Ríos, la relación entre Sandgath y Dibble con el clima es bastante discutible, ya que no se puede asegurar que en tiempos fríos y secos no se producía fuego. “Quizás en general es cierto, pero creo que no sabemos si hubiera ocurrido lo mismo en todo el territorio”. Por otra parte, reconoce que en determinadas épocas, lugares o culturas, como el Musteriano tipo Quina, apenas existen restos de fuego. “De ahí no se puede sacar conclusiones generales”, advierte.
Es más, incluso en lugares donde son habituales las huellas del fuego no hay pruebas absolutas de que se encendía el fuego: “La madera o la pirita y el fogón son necesarios para hacer fuego y no aparecen, pero en el Paleolítico Superior hay pocos ejemplos y dudosos y nadie duda de que hacían fuego. Por lo tanto, no hay ninguna razón definitiva que demuestre que los neandertales encendían el fuego, de acuerdo. Pero lo tenían, lo dominaban y era normal para ellos, tan común como para los seres humanos futuros”.
Junto a ello, ha profundizado en la idea mencionada anteriormente: el no hallar restos no demuestra que no hacían fuego. Para explicarlo pone como ejemplo un yacimiento que conoce bien: Axlor (Dima). “Allí tenemos una larga secuencia, muchos niveles. En uno de los más antiguos aparecen restos de huesos animales quemados y piedras. En aquella época, en otros lugares no es habitual, pero allí sí, allí se hacía fuego, dentro del abrigo. Hay una sucesión de fuegos y está claro que lo usaban mucho”.
Más tarde, sin embargo, se encuentran los escalones de la cultura Quina, donde no hay huella de fuego. “Cuando yo investigé no descubrimos ninguna huella relacionada con el fuego”, explica Ríos. Al parecer, Barandiarán describió uno, “pero no está demostrado”. ¿De ahí se deduce que no hacían fuego? Rios niega: “Si es necesario, esa es la razón por la que no hay rastro de fuego, pero no tiene por qué ser así. Por ejemplo, es posible que en aquella época el fuego se produzca a unos metros de la entrada del abrigo, en el exterior, y que luego el viento o el agua hayan arrastrado los restos”.
No es la única opción. Cuenta que los huesos animales de la época aparecen muy fragmentados, encontrando sólo algunas partes. “Por lo tanto, tal vez aquel lugar no fuera utilizado para vivir, sino para cazar y triturar los animales para trasladarlos a su lugar de residencia. Si fuera así, es normal que no se encuentren restos de fuego”.
Sobre la caza, Ríos recuerda que hace unos años había una discusión similar. “Incluso entonces, al no existir una huella clara, algunos negaban la capacidad de cazar de los neandertales. Con el tiempo han aparecido pruebas nítidas y ahora se reconoce que los neandertales eran cazadores”.
Precisamente ahí está la cuestión: la interpretación de los datos. Asier Gómez Olivencia es investigador de la UPV/EHU Ikerbasque que investiga los huesos fósiles de neandertales y otros seres humanos. Y conoce a Sandgathe y Dibble, con los que trabajó en la excavación en el yacimiento de La Ferrassie, al suroeste de Francia, en 2014. Pues tampoco coincide con sus consecuencias.
“Hemos estado en los mismos yacimientos y hemos visto y estudiado las mismas pistas, pero no estamos de acuerdo en las conclusiones. Por ejemplo, los neandertales niegan que enterraban a los muertos, pero yo no tengo ninguna duda. Y con los compañeros de grupo también se han mostrado posturas contrapuestas. Alan Turq, por ejemplo, forman parte de su equipo y en los artículos firmados conjuntamente, en el apartado de debate, han puesto las conclusiones de ambas: por un lado lo que dicen Sangath y Dibble, y por otro lo que Turq y el resto han derivado”.
Según Gómez, en ciencia es muy difícil demostrar que algo no existe: “No descubrirlo no significa que no esté. Demostrar que lo que has encontrado es fácil, pero no lo contrario”.
Cree que es lo que ocurre en el debate del fuego. “No es mi tema de investigación, pero para mí, vistos los restos de Abric Románico, por ejemplo, no se puede cuestionar que los neandertales hacían fuego”. Al igual que para Rios, es un yacimiento muy significativo para Gómez: “Es espectacular. Estuve de visita el verano anterior y allí se ven varios fuegos. Desgraciadamente no ha aparecido fósil humano, por lo que no es tan conocido como otros. Sin embargo, los niveles de ocupación están intercalados con capas de travertino, lo que permite que los niveles de ocupación estén separados. Por ello, ha salido de ella una gran cantidad de información sobre su modo de vida, entre los que se encuentran los diferentes tipos de fuegos que indican diferentes usos”.
Aunque no tan claro como Abric Romanin, Ríos recuerda que en muchos otros lugares se han encontrado restos de fuego limpios: “Bruniqual, por ejemplo, es muy conocida por estas especiales estructuras realizadas con estalagmitas, donde también se han encontrado restos de fuego. De lo contrario, no podían entrar en el interior y construir esas estructuras sin fuego, ya que allí no hay luz.”
En definitiva, según Ríos, el debate sobre el fuego está relacionado con la causa de la extinción de los neandertales: “Algunos creen que los neandertales desaparecieron porque eran más débiles, atrasados o desconocidos que los de nuestra especie. Y buscan razones para reforzar esta hipótesis. En mi opinión, sin embargo, los neandertales se perdieron por el instinto reproductivo y expansivo de nuestra especie. Hoy en día sigue siendo evidente este sentido, que es suficiente para eliminar una especie que vive y reproduce de otra manera”.