Crónica en primera persona de una erupción

Galarraga Aiestaran, Ana

Elhuyar Zientzia

La erupción de Cumbre Viejo (La Palma, Islas Canarias) ha despertado gran interés. Una de las principales razones es la existencia de personas en su entorno, en este sentido no cabe duda de que se ha producido un desastre debido a las grandes y irreversibles pérdidas. Desde el punto de vista científico, el interés es innegable, ya que aporta valiosa información no sólo para conocer esa erupción concreta, sino para prever erupciones en Canarias y otros lugares.
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Ed. Pablo Rey Devesa

Numerosos investigadores de diferentes disciplinas han participado en la recogida de datos en Cumbre Vieja o en el análisis de los datos enviados desde allí en sus laboratorios, datos que todavía se están estudiando. Janire Prudencio Soñora, doctora en Ciencias de la Tierra y bulcanóloga del Instituto de Geofísica de la Universidad de Granada, es una de esas investigadoras que dice: “La erupción de La Palma nos ha permitido investigar una erupción antes y después”.

Una erupción anunciada

Prudencio ha recordado que en los años 2017 y 2018 hubo terremotos en La Palma, pero se mantuvieron, y además en esa época él estaba en EEUU investigando varios volcanes. Por lo tanto, no prestó especial atención a La Palma. En el verano de 2021, sin embargo, se fortaleció, y entonces sí, se pusieron todos mirando a La Palma.

Desde principios de septiembre, cada vez tenían más claro que se iba a producir una erupción, hasta que a un compañero se le dijo el día que iba a ser. No falló. La predicción se basó en dos tipos de datos: deformación y sísmicidad.

Así lo ha recordado Prudencio: “Cada día la superficie terrestre estaba más hinchada. Lo podíamos ver en imágenes por satélite, incluso en señales GPS. De hecho, el Instituto Geográfico Español IGN y el Instituto de Vulcanología Canaria Involcan realizan un seguimiento de varios puntos en La Palma, de los que se dispone de datos GPS. En particular, los datos más significativos son la altura y la distancia entre dos puntos: si aumenta la altura y la distancia, significa que se está inflando”.

El hinchamiento también indica que el magma está cerca de la piel. Y es que cuando está a gran profundidad, aunque esté activo, su influencia no se percibe en la superficie terrestre. Por el contrario, cuando se acerca la superficie se deforma.

En cuanto a la sísmicidad, observan su magnitud. Prudencio advierte que en los volcanes nunca se miden magnitudes equiparables a los grandes terremotos. “En ambos fenómenos se rompe algo y como consecuencia de esa ruptura se producen ondas elásticas. Pero lo que se rompe en los volcanes es menor. La magnitud está, por tanto, asociada a la magnitud del medio que se rompe; el aumento de la magnitud no significa que falte menos tiempo para producirse la erupción, sino que se ha roto más material”.

Por el contrario, esto sí se puede saber por la disposición de las ondas sísmicas: cuanto menor es la profundidad a la que se produce, más cerca está la erupción. “En septiembre veíamos que los terremotos se producían a una profundidad de 10-15 cm, mientras que la semana anterior a la erupción eran cada vez más superficiales. Dos días antes medimos a casi cero kilómetros. Por lo tanto, teníamos bastante claro que la erupción iba a ser inmediata, pero podría quedar todo en eso y no explotar el volcán. Pero al final el magma salió fuera”.

Instalación de un sensor del sísmico array, cerca de Montaña Enrique, a un kilómetro del cráter. ED. : Benito Martín.

Colaboración multidisciplinar

La deformación y la sísmicidad son las características más significativas para predecir la erupción, pero también se observan los gases. Y una vez estallado el volcán, los investigadores miden muchos otros aspectos: la composición del magma, la fluidez, etc., sus efectos sobre la flora, la fauna, la calidad del aire… “Sin embargo, hay que decir que todos los datos que se reciben durante la erupción se destinan a la gestión de la emergencia y no se realizan otros análisis ni estudios hasta su finalización. Ahora estamos en ello”.

No es fácil trabajar durante la erupción ya que el riesgo de deterioro de las herramientas es alto: “Por ejemplo, al principio de la erupción fui a instalar unos sismómetros. En Granada recogíamos sus datos a través de los datos del móvil, pero en un momento dado la tarjeta se rompió y dejamos de recibir la señal. Estos datos no eran útiles para la crisis, pero si los hubiera, tendríamos que ir inmediatamente a resolverlos. Pues son muy habituales”.

Muchos investigadores continúan estudiando la evolución. Prudencio y sus compañeros trabajan ahora en la tomografía sísmica, que es su especialidad: “Es como el TAC médico (tomografía axial computerizada), pero lo hacemos a un volcán”.

Mediante esta técnica consiguen aclarar la estructura interna del volcán en 3D. Ya han finalizado este trabajo y ahora están trabajando en 4D, añadiendo la dimensión del tiempo, ya que han visto que la estructura en 3D es diferente antes y después de la erupción. “Tomamos datos del terremoto desde antes y hasta después de la erupción, y a partir de ellos elaboramos el modelo de tomografía”.

Prever erupciones conociendo los volcanes

De hecho, el volcán de La Palma ha sido “un paréntesis” en su trabajo: “Nosotros trabajamos en volcanes activos y, por supuesto, en Canarias no tenemos un volcán activo cada día”. En Estronboli (Italia) se produce una explosión cada 25 minutos. No obstante, indica que con los datos recogidos en La Palma tienen trabajo para los años.

En total, ha investigado en unos 20 volcanes en su trayectoria científica: En Italia, Etna, Estronboli y Vesubio; en las Islas Canarias, Hierro, Tenerife y ahora en La Palma, ha realizado tomografía en tres volcanes; en Japón, en otros tres volcanes; en Estados Unidos, en tres o cuatro; en la Antártida, en la isla de Deception; en Islandia, en dos volcanes diferente y en la misma montaña:

Imagen del array sísmico instalado en Montaña Enrique. La energía solar se obtiene a través de los paneles, tanto el propio sistema como el sistema de comunicación para el envío de datos. ED. : Helena Seivana.

“No es fácil predecir dónde, cuándo y cómo será la próxima erupción”, ha aceptado. Explica que las señales sísmicas de los volcanes son de dos tipos: unas miden el movimiento de la tierra, como en los terremotos, y otras, la que produce el magma: “El magma es un fluido en movimiento que también detectamos y medimos. Y las señales de cada volcán son siempre diferentes de las demás”.

El equipo de Prudencio tiene dos proyectos para prever erupciones, basados en señales sísmicas. “Detectamos diferentes parámetros a las señales y estamos estudiando cuáles son útiles para hacer predicciones en todos los volcanes. La cuestión es que tenemos muchos parámetros: energía, curosis, frecuencia… en total 168. Por lo tanto, tenemos trabajo”.

Sorpresa de Tonga

Y la erupción de Tonga les ha pillado trabajando en ello. Según Prudencio, ha sido realmente raro: “Esto ocurre cada 30-50 años. Desde la erupción de Pinatubo en 1991, no se ha producido una erupción tan energética como ésta. Basado en el volumen de material piroclastico proyectado y la altura de la columna de erupción, la escala VEI (volcanic explosivity index, de 0 a 8) ha sido valorada en 5. Creen que la altura de la columna alcanzó los 35-39 kilómetros. Este tipo de erupciones nos muestran la fuerza de nuestro planeta”.

Confiesa que para él, es decir, para los que trabajan en volcanes activos, ha sido una sorpresa. La isla llevaba días sufriendo explosiones energéticas que estaban alterando la topografía de la isla. Pero nada predijo el tamaño de la erupción que se iba a producir.

“Tenemos que seguir investigando para conocer el mecanismo que provocó la columna de erupción y el posterior tsunami. Todavía no tenemos todos los datos, pero está claro que la interacción entre el agua y el magma tuvo relación. De hecho, esta interacción produce lo que llamamos erupción freatomagmática, y una de sus características más destacadas es que son altamente explosivas. Tenemos más dudas sobre el origen del tsunami y sobre la “desaparición” de la isla, ya que no sabemos si se produjo un colapso de la cadera que provocó la columna erupcional y el tsunami, o la explosión fue tan energética que provocó la desaparición de la isla y el tsunami”, explica.

Por lo tanto, todavía quedan muchas preguntas por responder y todos los datos registrados serán de gran utilidad para aclarar los pormenores de la erupción.

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