El Observatorio Meteorológico de Igeldo no surge por casualidad. Las circunstancias meteorológicas siempre han preocupado al hombre. Hace tiempo soñaba con saber qué tiempo iba a hacer al día siguiente, y por ese sueño y por la necesidad, el XVIII. A finales del siglo XIX y principios del XIX se construyeron numerosos observatorios meteorológicos en la mayor parte del mundo. Pero, como decía, la idea de Igeldo no surge por casualidad: detrás de aquella idea había una tragedia.
El sábado santo de 1876, una terrible galerna llevó las vidas de 500 pescadores en Bizkaia y Cantabria. Aquella tragedia conmocionó hasta el fondo a un niño hernaniarra de 12 años, Juan Miguel Orkolaga: Fundador del observatorio de Igeldo.
Al parecer, el interés de Orkolaga por el tiempo se intensificó notablemente después de aquel suceso. Y no se resignó a la costa hasta que se hicieron predicciones meteorológicas y un sistema de alerta para tormentas y tormentas.
Gracias a la colaboración de la Diputación Foral de Gipuzkoa que abrió el Observatorio de Meteorología Marítima de Igeldo en 1905, el 8 de noviembre ha cumplido cien años. El mérito de aquel hombre no podía limitarse: en aquella época la meteorología estaba en proceso de convertirse en ciencia, pero todavía predominaban las predicciones y las supersticiones de los pastores, por lo que tenía poco de ciencia.
Pero Orkolaga tenía claro que la base para predecir el tiempo estaba en la ciencia. Para ello, trajo los instrumentos de medida desde el exterior, y también fabricó varios instrumentos a mano --no había sistemas de medida homologados y cada meteorólogo se adaptaba lo máximo posible -.
En un principio el utillaje era bastante pobre: Barógrafo de sistemas de la casa Richard (regalado por el rey Alfonso XIII), cinematógrafo, termómetro de temperatura máxima y mínima y un pluviómetro diferencial de Orkolaga, un microbarógrafo y varios barómetro de mercurio, entre otros. Se trataba de herramientas sencillas, pero imprescindibles para la recogida de datos que definan el tiempo y para hacer predicciones.
Para la época de Orkolaga, la meteorología estaba muy avanzada en el mundo. Durante siglos se inventaron los instrumentos básicos de la meteorología: El barómetro de la presión inventado por Torricelli en 1643, con el que se descubrió que la disminución de la presión del aire indicaba la llegada de una tormenta, en 1667 Robert Hooke inventó un anemómetro para medir la velocidad del viento, en 1714 el termómetro de mercurio Daniel Fahrenheit para medir la temperatura y en 1780 el higrómetro de la humedad del aire Horace de Ssurbe.
Los datos de la atmósfera fueron recogidos por primera vez por Laurent Lavoisier, quien midió la presión, la humedad del aire y la velocidad y dirección del viento en 1765. Lavoisier estaba seguro de que con esa información se podía predecir el tiempo que iba a hacer al día siguiente. Por lo tanto, la predicción meteorológica podía hacerse de forma científica, al margen de las creencias. Pero para ello se necesitaba una herramienta de comunicación rápida que no llegó hasta 1843, cuando Samuel Mors inventó el telégrafo.
Gracias al telégrafo, las predicciones meteorológicas comenzaron a hacerse con regularidad, y fue el origen de la meteorología moderna. Mediante telégrafos, desde diferentes observatorios de un territorio se enviaban datos de carácter puntual que, sumados a los mismos, se situaban en un mapa y conocían la situación en la que se recogieron los datos. A partir del análisis de la evolución de estos mapas se anunciaba lo que iba a pasar en las próximas horas. La verdad es que antes de la invención del telégrafo se hacían recogidas de datos, pero llegaban tarde para hacer predicciones.
Gracias al telégrafo y a la necesidad, la meteorología avanzó. Y en este caso también hay una tragedia detrás de todo. Lo cierto es que en 1854 una tormenta hundió un barco de guerra y 38 buques de carga en el puerto de Balaklava en Crimea. Revisando los registros de los días anteriores, comprobaron que la tormenta surgió dos días antes y recorrió Europa.
Si se recogieron los datos meteorológicos y se interpretaba a tiempo, se pudo predecir aquella tormenta. Así, Francia puso en marcha el servicio de alertas de tormentas. Y ese es el suceso que se concibe como el origen de la meteorología moderna. Gracias al telégrafo, el Observatorio de París comenzó a elaborar mapas meteorológicos, que fue seguido en 1872 por la Oficina Británica de Meteorología.
Sin embargo, el principal avance en materia de predicciones meteorológicas se produjo durante la Primera Guerra Mundial. Para entonces ya se había aprobado la teoría de Vilhelm Bjerknes; XX. Según esta teoría, publicada en la primera década del siglo XX, la interacción entre masas de aire templadas y frías tenía una gran influencia en el tiempo. Y se impuso la idea de que el tiempo se ajustaba a las leyes de la física, lo que permitía estudiar la meteorología de forma científica.
Durante la Primera Guerra Mundial, las previsiones meteorológicas fueron fundamentales para que los vuelos de los aviones, etc. fueran seguros. Y a partir de entonces la meteorología tuvo un avance constante. Cuando Orkolaga presidió el observatorio de Igeldo, la meteorología avanzaba mucho, como se ve. De hecho, Orkolaga no supuso un gran avance en la investigación, pero su identidad continuó tras su muerte. En los primeros años, los familiares y amigos del entorno de Orkolaga mantuvieron la labor del observatorio. Y así llegó la época dorada del observatorio: A la época de Doporto.
Mariano Doporto era un importante meteorólogo, que más tarde llegó a ser director del Servicio de Meteorología de Irlanda, y conocía los últimos avances en meteorología y escribía artículos especializados. En 1927 llega a Doporto Igeldo al trabajo tras superar las oposiciones. Con ella llegó la época de los meteorólogos profesionales, lo que permitió a Igeldo entrar en la Red Mundial de Observación.
Las observaciones meteorológicas eran diarias y de calidad, y las predicciones meteorológicas se hacían con datos locales y de la Red Mundial de Observación.
Desde entonces, las vicisitudes políticas han sido numerosas: cambios de gobierno, guerras... y, sin embargo, el observatorio se ha mantenido. Y lo más importante: Se conservan los datos desde 1928 hasta la actualidad.
En este largo siglo, el observatorio ha estado presidido por Carlos Santamaría y Usabiaga, entre otros. Actualmente el observatorio está dirigido por Margarita Martín. Han pasado once personas, once meteorólogos y observadores. Se han producido avances, pero se trabaja en gran medida como hace cien años. En la actualidad, los observadores reciben los datos de forma rigurosa y ordenada cada tres horas --a partir de ahora los recibirán cada hora–.
Los datos recogidos por los observadores son de gran utilidad para predecir el tiempo, así como para analizar las variaciones del clima mundial. La serie climática desde 1928 hasta hoy es un verdadero tesoro para los climatólogos. En definitiva, es una serie muy fiable: desde entonces se han utilizado las mismas herramientas para realizar las mediciones, y el entorno apenas ha cambiado (muchos observatorios han comido los centros urbanos y la serie no es útil), la residencia de Igeldo sigue en el mismo lugar, en el medio rural, como hace cien años.
Por ello, Igeldo forma parte de la Red Básica Internacional y, según Margarita Martín, "es sin duda uno de los observatorios más importantes de la Organización Meteorológica Mundial". Pero está un poco deteriorada: el edificio tiene una gran humedad y es necesario renovarlo. Además, su patrimonio científico y su patrimonio histórico son únicos y, por ello, es un lugar privilegiado para abrir un museo dedicado a la meteorología. No faltan intenciones y ganas.