Las dunas costeras constituyen un ecosistema singular. Constituyen un sistema en equilibrio dinámico con el mar. Hasta ahora este equilibrio, aunque cambiante, se situaba dentro de la naturaleza de la naturaleza. En la actualidad, debido a la influencia del hombre, el equilibrio ha comenzado a romperse en muchos lugares. La función protectora de las dunas, es decir, una de sus funciones puede desaparecer y la arena y el cresal pueden comenzar a penetrar hacia el interior deteriorando todo el territorio.
La duna no es un montón de arenas que se encuentra en el mismo lugar durante siglos. Lleva una vida propia y es móvil y frágil. El mar le da y le quita la arena, los vientos marinos le empujan hacia atrás y los vientos del suelo detienen su retroceso. La estructura y durabilidad de la duna depende de las plantas que se adhieran a ella. A medida que haya más plantas, la duna estará más consolidada. Por lo tanto, quien ataca la cobertura vegetal, pone en peligro la vida de la duna.
Las dunas no son sólo elementos vivos de la costa. Tienen muchas funciones. Además de ser bonitos y espectaculares, son vallas duras contra tormentas y golondrinas. Amortiguan la fuerza de los vientos marinos y absorben en gran medida su cresal. Estas acciones protectoras protegen por un lado la propia playa y por otro el interior de la costa. Las cosechas son profitadas con el efecto protector de las dunas.
Para explicar el efecto protector de la duna hay que tener en cuenta el intercambio entre la playa y la preplaya. La playa frontal se encuentra deslindada bajo las olas, pero ambas están unidas formando un cuerpo. Al ser las ondas suaves, alimentan la duna y se engrosan. Las ondas se secan muy rápido y sin fuerza. Tienen un efecto constructivo durante el verano. La resaca tiene una fuerza menor que la que trae arena a la playa. Los sedimentos sumergidos en la preplaya afloran en la playa y se acumulan formando pequeños taludes. La pendiente de la playa aumenta hasta llegar al punto en el que la aportación de arena y la conducción quedan igualados.
Cuando una onda choca con gran fuerza contra una duna, su energía se gasta por tres. Por un lado frena el suave cambio de la duna. Por otro lado, frena la arena. Al no ser una arena rígida, actúa como amortiguador. Por último, reduce la fuerza del agua que viene, absorbiendo el agua y mezclándolo con el agua.
Las ondas no quitan arena a la playa, sino que desestabilizan el pie de la duna. El pie de la duna se comporta como un pequeño acantilado. Si el ciclo dunar es estable, este efecto negativo se compensa en verano. La arena situada entre las mareas altas y las más bajas se desplaza a lo largo del año. Se calcula que cada año viajan 500 m 3 de arena por metro de playa.
El balance erosión/construcción sólo está en equilibrio cuando aporta la cantidad de arena que arrastra el mar. No obstante, en algunas zonas costeras puede darse la presencia de sedimentos procedentes del exterior del sistema de la playa, así como la presencia de otros sedimentos en los mares permanentes. Los ríos son el motor del primer proceso y las corrientes marinas el segundo.
El efecto de las olas, corrientes de marea, corrientes más profundas y vientos se unen para desarenar la playa. En este aspecto destaca la importancia que puede tener el viento. Cuando la velocidad de crecimiento es superior a 15 km/h, se empieza a arrastrar arena fina de 0,2 mm de diámetro. Cuando la velocidad es de 18 km/h, el viento puede transportar un kilogramo de arena a un metro de distancia durante una hora. Si se duplica la velocidad del viento, a 36 km/h, puede alcanzar los 100 kg.m/h. Y un viento de 72 km/h puede transportar 800 kg.m/h.
Si la playa pierde la cantidad de sedimentos que recibe, se mantendrá. Si lo que recibe es menos de lo que se ha llevado, justo cuando el balance de sedimentos es negativo, la playa retrocederá y las dunas se unen. En un plazo más o menos largo, la playa desaparece. Si el balance de sedimentos es positivo, la playa se "engrosará". En esta playa se crearán dunas móviles que serán empujadas por el viento hacia el interior. Las dunas serán móviles por la ausencia de vegetación de fijación. La movilidad de las dunas es, normalmente, un signo de su juventud.
Para la fijación de las dunas se utilizan plantas. Estas plantas suelen ser resistentes al cresal, como el junco de las arenas ( gropyrum junceum ). Estas plantas aumentan la rugosidad de la duna, disminuyendo la velocidad del viento y depositando la arena que lleva antes. En esta duna semi-estable crecen entonces otras plantas que necesitan arena para crecer. Se conocen como especies psamófilas y, entre ellas, la más común es el postarenal (Ammophila arenaria).
Tras estas plantas pioneras la vegetación comienza a compactarse, cada vez más grande y abundante. Tras ellas se suceden distintas asociaciones vegetales: pradera escasa, poco a poco más compacta y con arbustos sencillos, pradera salpicada de tamarindo, cola y guisantes y finalmente un bosque bastante abierto de forma angiada, formado por pinos, olivos o encinas. En algunos recovecos de la duna se puede acumular agua de lluvia, lo que permite el crecimiento de juncos, carrizales y en algunos casos de sauces.
Este modelo referido a la colonización de la vegetación ha dado lugar a la mayoría de las dunas fijas que conocemos en la actualidad. La arena procede de la erosión asociada a los fenómenos de congelación y descongelación de los glaciares durante las glaciaciones. Cuando los glaciares estaban más extendidos hace 18.000 años, el nivel del mar estaba 100 m por debajo del actual. El posterior calentamiento del clima siguió derretiendo los hielos polares y la subida del nivel del mar. A lo largo de esta ascensión, el mar trabajó y modeló los materiales que se encontraban; de los bloques se extraieron los cantos y de éstos los casquetes. Los granos de cuarzo se convirtieron en arenas y de materiales más finos se extraieron lodos... Mientras ascendía, el mar transportaba fácilmente todos estos materiales.
Nuestra costa actual se formó hace cinco o seis mil años. Grandes cantidades de sedimentos móviles se acumularon al borde. Entre ellas había todo: arena gruesa y fina, cantos y casquetes.
En la actualidad ha finalizado la reserva submarina de sedimentos. La única aportación importante proviene de la erosión de los ríos y mares. Sin embargo, la mano del hombre influye mucho en ellas. La extracción de arenas marinas, las obras de canalización, las presas en arroyos y ríos, los embalses y las labores portuarias impiden que el material erosionado en gran medida llegue a la playa. Así, grandes ríos como el Ebro o el Rhône emiten cuatro veces menos material que hace un siglo.
Además hay otro factor que hay que tener en cuenta. En las costas orientadas hacia el Océano Atlántico el nivel del itaso sigue aumentando a una velocidad de 1-2 mm/año.
Las murallas, hoteles, carreteras o cualquier otra disposición sobre las que se asienta la duna son aún más dañinas para el aprovechamiento turístico. Éstas rompen el equilibrio de la duna con el mar.
La duna es por tanto un bien natural que todos debemos preservar. Así que los vascos que vamos a tomar el sol hacia Landeta intentemos proteger las dunas: caminando por los caminos marcados y no pisando las plantas que fijan las dunas. De este modo, nuestros descendientes podrán disfrutar de la naturaleza, como nosotros.