Durante muchos años, los niños y niñas con dificultades para escribir y leer han sido considerados como alegres, poco perseverantes y “más tontos” que el resto de niños. Afortunadamente, esa falsa convicción ha quedado atrás; hoy en día no se piensa así, porque detrás de muchos de ellos puede haber una persona disléxica, un niño que necesita una ayuda especial.
Al igual que en otras muchas alteraciones del aprendizaje, su detección es imprescindible para evitar problemas de integración social y laboral en la vida adulta.
La dislexia sigue siendo un enigma inédito y no todos los expertos reconocen que existe el problema. Por ejemplo, hay quien opina que para que haya dislexia es imprescindible que haya alteraciones neurológicas.
En opinión de la mayoría de los expertos actuales, sin embargo, la existencia de problemas serios para que un niño aprenda las habilidades básicas (leer, escribir) puede ser motivo suficiente para que ese niño se considere disléxico cuando no se presente ninguna otra situación que justifique dichas dificultades. Y si este diagnóstico no se realiza a tiempo, la ayuda especial que necesita el niño se retrasa o nunca llega.
Como motivos de dislexia se citan dos tipos. Por un lado, razones neurofisiológicas porque el sistema nervioso llega más lento, y por otro, conflictos psíquicos como consecuencia de las presiones y tensiones ambientales que vive el niño.
La lateralización es el proceso que el niño vive para imponerse uno sobre el otro. Normalmente, la lateralización no se fija hasta los 5 ó 6 años, pero hay niños que desde pequeños explican claramente la superioridad de un lado.
Y la mayoría de los casos de dislexia se dan en niños que no tienen esa superioridad bien definida. La lateralidad incide en la psicomotricidad, por lo que los niños con la lateralidad mal definida suelen ser bastante torpes en las tareas manuales, y las líneas gráficas de sus dibujos son de escasa coordinación.
Normalmente los niños disléxicos realizan movimientos torpes. Les falta ritmo y equilibrio y les cuesta mucho estar sobre un pie, saltar, andar en bicicleta o andar sobre una línea, por ejemplo.
Suelen cometer numerosos errores en la percepción espacial, en los conceptos arriba/abajo, o avance/retroceso. Y eso les supone grandes dificultades a la hora de leer y escribir.
Dado que la dislexia puede adoptar formas y formas muy diferentes, es evidente que el tratamiento debe ser totalmente adaptado y personalizado. En la actualidad, las terapias intentan poner a disposición del disléxico todas las herramientas que necesita su cerebro, de manera que el niño procesa adecuadamente lo que recibe su visión. Para ello se le enseñan trucos para memorizar o se le enseña a asociar una imagen concreta a una palabra.
Por supuesto, los resultados no son inmediatos, pero con la ayuda adecuada (el trabajo del psicólogo y del pedagogo y el apoyo escolar) el niño aprende a controlar su trastorno.
No hay que olvidar la importancia del diagnóstico precoz y la prevención. Ante la aparición de las primeras dificultades, hay que afrontar el problema dejando a un lado los pánico y las sanciones excesivas. Y hay que tener muy en cuenta que estas alteraciones que tiene el niño nunca se “curan” del todo, por lo que el tratamiento debe ser duradero y adaptado a la edad del niño.
Test de detección de dislexiaLa Asociación Británica de Dislexia propone este test para detectar la dislexia. Con tres o cuatro respuestas afirmativas a estas preguntas es posible que el niño tenga algún grado de dislexia. Así que acude al médico. Antes de 8 años
Después de 8 años
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¿Cómo reconocer que es un disléxico?Normalmente, el problema se detecta a unos 6 años, edad a la que se sumergen de lleno en el proceso de lectura/escritura. Sin embargo, es necesario que el profesor y los padres estén atentos a diferentes signos para darse cuenta de que ese niño aprende más despacio que sus amigos. Los signos de dislexia u otra perturbación como ésta son:
Su detección en casa no es nada fácil, ya que los padres necesitan otra referencia para poder comparar a su hijo con los demás. Y es que si no se hace esa comparación, a los padres les parece normal y adecuado para su edad lo que hace su hijo, aunque no sea así. |