¿Desde cuándo se visten las personas? Hay una explicación en la Biblia, pero los científicos no se ponen de acuerdo al responder a esta pregunta. Algunos creen que nuestra especie, el Homo sapiens, inventó sus ropas cuando migró de África a zonas más frías. Dicen que les impulsó la necesidad de protegerse del frío.
Pero las prendas también son útiles en lugares calientes, ya que sirven para protegerse de los agentes externos y mostrar su papel dentro del grupo, entre otras cosas. Por ello, muchos investigadores creen que antes de salir de África también iban a vestirse. Y además de Homo sapiens, es muy probable que el hombre de Neanderthal usara cierta indumentaria, ya que hacía mucho frío en su lugar y época.
Por lo tanto, no está claro cuándo el hombre empezó a vestirse. De todas formas… ¿qué vistían? Esta pregunta no genera tanta discrepancia y los antropólogos consideran que utilizaban la piel, el cuero y las hojas o la hierba de los animales.
Sin embargo, no tienen muchas pruebas, ya que el cuero y los tejidos vegetales se degradan fácilmente, a diferencia de los útiles y joyas fabricados en piedra, metal o hueso. Las agujas, sí, se han mantenido hasta hoy. Las agujas de costurera más antiguas que se conocen son de hueso y pólvora, y hace entre 30.000 y 26.000 años. Pero las ropas son anteriores a las agujas y por eso no dan pistas sobre las primeras.
Según los expertos, los cazadores fueron los primeros en utilizar las pieles para vestirse. Los grupos humanos que vivían en zonas de clima templado se alimentaban principalmente de frutos y plantas, y no necesitaban tanto vestirse. Para los que vivían en zonas de clima frío, pero la caza era importante. La carne de los animales necesitaba para estar bien alimentada y es de suponer que utilizaban su piel para protegerse del frío.
De hecho, en los yacimientos del Paleolítico Inferior se han encontrado cuchillos de sílex y raederas, que servían para preparar la piel. A través de ellos se retiraba la piel del animal cazado y se pelaba y limpiaba. Pero este trabajo no era suficiente para que la piel funcionara, ya que de no ser tratada se pudre inmediatamente.
Con el tiempo y la experiencia fueron inventando técnicas para transformar la piel en cuero. Desecados, ahumados, depositados sobre troncos de árboles, sumergidos en aguas pantanosas... vieron que la piel se hace más molesta y duradera. Sin saber cómo y por qué sucedía eso, dieron los primeros pasos en la peletería.
Desde entonces la tecnología ha evolucionado constantemente, pero para muchos la piel no ha perdido valor. La tendencia es contraria: para algunos es inaceptable el uso de piel animal para vestirse, ya que hay muchos otros materiales para hacer ropa.
La lana, por ejemplo, se utiliza desde hace tiempo y no hace falta matar a ningún animal para conseguirla. Se cree que el agricultor-ganadero del Neolítico comenzó a hilar la lana y tiene varias ventajas respecto al cuero. La lana es elástica, ligera e incluso duradera. ¿Quién no tiene un jersey favorito, el más querido de todos por ser viejo? Está claro que las prendas de lana duran mucho tiempo.
Además, la lana se adapta mejor que la piel a las características climáticas del momento, sobre todo a los niveles de humedad y a los cambios de temperatura. De hecho, las fibras de lana son rizadas y entre los rizos entra aire y queda ahí. El aire inerte es uno de los mejores aislantes conocidos, por lo que la lana protege bien tanto del frío como del calor.
Además, la lana absorbe vapor de agua. El principal componente de las fibras es una proteína, queratina, rodeada de escamas superpuestas. La queratina puede tomar gran cantidad de agua, aproximadamente un 30% de su peso antes de mojarse completamente. En clima frío, absorbe la humedad del aire que queda atrapado entre los rizos, manteniendo seca la capa de aire próxima a la piel de la persona y, por tanto, la ropa de lana no pierde calor.
En climas cálidos favorece el proceso de transpiración//evaporación. La sudoración es el mecanismo natural del cuerpo para perder calor: al evaporar el sudor, la temperatura disminuye en la piel. La lana contribuye a ello, por un lado absorbe la humedad del sudor y, por otro, las escamas la llevan al exterior.
También es muy adecuado ante cambios bruscos de temperatura, ya que el intercambio de calor y humedad entre la lana y el entorno es progresivo. Las escamas también protegen de la erosión y de la entrada de agua líquida y, por si fuera poco, la lana tiene una capa de grasa, la lanolina. Gracias a ello, en cierta medida es impermeable y aunque el sirimiri deja el traje de lana hecho una mela-mela, sujeta bastante bien el chaparrón sin mojarse.
Junto a las fibras de origen animal, las de origen vegetal son utilizadas desde hace tiempo: lino, algodón, cáñamo, yute... Las fibras de lino, por ejemplo, se utilizan antes que la propia lana para fabricar tejidos. Hace 5.000 años, en Mesopotamia y Egipto, la tecnología del hilado y la tejeduría estaba muy avanzada, y el lino era utilizado para confeccionar prendas elegantes y paños duros.
Las semillas de lino también son valiosas ya que de ellas se extrae aceite, pero en la fabricación de tejidos se utiliza la fibra de los postes. Las fibras de lino, de 30 a 75 cm de longitud, están formadas por células cilíndricas individuales. Una de las características de los tejidos de lino es su suavidad. Además, es sostenible y difícil de romper. Absorbe fácilmente la humedad, pero se seca rápidamente y es un buen conductor de calor, por lo que es ideal para lugares calientes.
El algodón también es fresco y resistente. La planta algodonera crece en climas tropicales y subtropicales y, al igual que el lino, se utiliza en la industria textil desde hace miles de años. Las fibras de algodón se producen al morir las flores, en el exterior de las semillas, envueltas en forma de bola.
Las bolas de algodón están formadas mayoritariamente por celulosa (87-90% de celulosa) y tras varios tratamientos de eliminación de proteínas y cera quedan fibras formadas por pura celulosa. Sus telas de bobinado y tejido son idóneas para la confección de prendas de vestir y ropa interior para lugares calientes, ya que absorben la humedad y son muy cómodas y frescas. Para zonas frías, el algodón se peina para obtener tejido peludo y caliente.
En la actualidad, los tratamientos tecnológicos permiten dar al algodón cualquier característica casi deseada: no arrugar, impermeabilizar, etc. Por ello, no es de extrañar que cerca del 40% de las fibras naturales del sector textil sean de algodón.
Aunque el algodón es muy utilizado en la industria textil, muchos creen que no puede superar el encanto de la seda. La seda es lisa, brillante y resbaladiza, símbolo del lujo desde la antigüedad.
Cuando el gusano está listo para convertirse en una crisálida, comienza a fabricar un capullo de seda. Para ello mueve la cabeza en forma de 'ocho' y dos glándulas cercanas a la mandíbula inferior segregan un líquido. En contacto con el aire, este líquido se solidifica y se transforma en hilo de seda. Al mismo tiempo, el gusano segrega una goma que une los dos filamentos. En tres días transforma todo su líquido en seda. En un capulo se recogen 1.300 metros de hilo de seda y se necesitan 5.500 gusanos para producir un kilo de seda.
Los capullos deben ser tratados para limpiar y tejer la seda. Los hilos que se obtienen al final son muy ligeros, duraderos y resistentes, elásticos y no inflamables y los hongos no atacan. Pero no todo es favorable: hay que lavar la seda a mano y con agua fría, la lejía le perjudica, se arruga con facilidad y hay que planchar con cuidado.
Intentando imitar las características más apreciadas de la seda, en 1892 el químico francés Hílaire Berniggaud inventó el rayón. Fue el primer centenar
artificial y a partir de entonces la industria ha creado once tejidos artificiales y sintéticos.
Los tejidos sintéticos se forman por reacción de pequeñas moléculas mediante un proceso de polimerización. En este proceso, las unidades llamadas monómeros se unen entre sí formando moléculas complejas, es decir, polímeros. Los polímeros presentan unas características adecuadas para la industria textil, ya que son ligeros, duraderos y elásticos. Se utiliza no sólo en la industria textil, sino en otros muchos ámbitos.
El primer tejido sintético, el nylon, se comercializó en 1940. Wallace Carothers lo inventó cinco años antes por polimerización de una amida. Este polímero daba fácilmente filamentos, pero el primer producto de nylon que salió al mercado no fue un tejido, sino un cepillo de dientes con cerdas de nylon. Era el año 1939. Dos años después, DuPont lanzó al mercado el producto que dio a conocer completamente el nylon: los calcetines de nylon.
Los esfuerzos de los investigadores están dando resultados espectaculares. Un ejemplo: traje de transparencia. Con este traje, al igual que al mirar por una ventana, se pueden ver escenas de fondo como si no hubiera nadie entre ellas.
El secreto está en el material de la ropa y en el trabajo de una cámara. La cámara está detrás de la persona que lleva esa ropa especial. Desde allí toma las imágenes de fondo y las proyecta en la ropa. La ropa está fabricada con un material fotográfico que refleja claramente las imágenes. De este modo, parece que la persona que la tiene vestida se ha convertido en transparente. Parece magia, pero sólo es tecnología.
Hay ejemplos más prácticos. Son muchos los que sueñan con la ropa que se limpia por su cuenta. Los investigadores han tratado por diferentes vías de idear este tipo de ropa. Por ejemplo, mediante la introducción en el algodón de nanopartículas de dióxido de titanio. Bajo la luz ultravioleta, el dióxido de titanio libera electrones. Estos reaccionan con el oxígeno del aire generando oxígeno libre. El oxígeno libre es muy reactivo y descompone la materia orgánica --suciedad -. El resultado de la reacción es el dióxido de carbono y el agua.
También se ha inventado ropa contra el olor a sudor y los microorganismos patógenos. En este caso se han introducido las N-halaminas en el algodón. Las n-halaminas contienen átomos de cloro que mata bacterias y otros virus que producen el olor a sudor.
La nanotecnología se ha convertido en una herramienta útil para dar a las telas las características deseadas. Por otro lado, unidos a la electrónica, han conseguido trajes que parecen de ciencia ficción. Se llaman electrotejidos o prendas inteligentes y tienen once aplicaciones: el ritmo cardíaco, las ropas que miden la concentración de glucosa en sangre y el grado de hidratación, las que se calientan eléctricamente, las prendas que cambian de color al correr en función de la velocidad del corredor... El futuro está aquí.