11 minutos 35 segundos. La percepción del tiempo varía según las circunstancias. 11 minutos y 35 segundos sin respirar, que tarda mucho, sobre todo para quien lo está viendo.
La concentración y la tranquilidad son esenciales para practicar el deporte apnea y el control. Preceden a una prueba de apnea estática a un calentamiento. No se trata de calentar los músculos, sino que sólo se realizan unos pocos estiramientos. La formación se centra en la respiración, relajándose y preparando el cuerpo para almacenar el oxígeno de la forma más eficaz posible. El momento previo al comienzo de la prueba es decisivo: deben expulsar del cuerpo el anhídrido carbónico y ingerir el máximo oxígeno posible; tras unas respiraciones profundas, el más profundo, el último --que inyectan el mayor número de aire posible en los pulmones.
Asier Eraso practica deporte de apnea, es campeón de apnea de Euskadi y hace más de cinco minutos y medio sin respirar. "Visto desde fuera, se ve duro", dice, "ves a un tipo sin moverte en la piscina y al final se hace largo. Pero cuando tú estás metido, estás concentrado y el tiempo no se hace tan largo".
La concentración es imprescindible. Según Eraso "es algo muy mental. Y tienes que conseguir relajarte mucho, como dormir un poco, relajar los músculos y así reducir el consumo de oxígeno". El apneador permanece inmóvil en la prueba. Para asegurarse de que está bien, el juez le pide alguna vez una señal: toca en la mano y el apneal le hace un gesto con la mano como respuesta, el movimiento debe ser claro. Si la respuesta es lenta, las cosas pueden ir mal.
La relajación disminuye la frecuencia cardiaca. Y el contacto con el agua aumenta. "Si es un reflejo, al parecer facial", explica el médico Iñigo Arregi. "Al entrar en contacto con el agua en la cara, al entrar en contacto con el agua más fría que la temperatura corporal, se produce una bradicardia, la frecuencia cardiaca disminuye y las pulsaciones disminuyen. Entonces, el corazón trabaja menos para gastar menos oxígeno".
Cuando no se respira, la sensación no es dulce. "Es como una tortura", sigue Arregi. A medida que se quema el oxígeno en el cuerpo, se produce el anhídrido carbónico. "En el cuello, en la arteria carotida, tenemos unos receptores que miden la presión parcial del anhídrido carbónico en sangre. Cuando sube esa presión llega el momento en que tenemos sed para respirar". La preparación previa a la prueba en apnea estática tiene como objetivo retrasar esta sed respiratoria. Eliminar el anhídrido carbónico almacenado en el cuerpo y acumular el máximo de oxígeno posible, que se almacena en la hemoglobina de la sangre y, sobre todo, en los pulmones. De esta forma se retrasa la necesidad de renovar el oxígeno y se hace más tiempo sin necesidad de salir a respirar bajo el agua.
La sed respiratoria es un mecanismo de supervivencia. Por decisión voluntaria de no respirar, a medida que disminuye el oxígeno y aumenta el anhídrido carbónico, antes de que se ponga grave, el cuerpo hace fuerza para extender el fuelle pulmonar. El apneador se entrena para retrasar ese momento. El mejor entrenamiento para la extensión de la apnea es la práctica de apneas.
Sin embargo, el retraso de la sed tiene un límite. Si la vida se retrasa hasta ponerla en peligro, el cerebro pone en marcha un segundo mecanismo: se pierde el conocimiento y el sistema nervioso vegetativo toma el mando, es decir, inicia la respiración. Si esto ocurre en el agua, claro está, hay riesgo de ahogarse.
"De todas formas, hay que dejar una cosa clara", subraya Arregi: "Cuando decimos que ha hecho una apnea de cinco minutos, no es que ha tardado cinco minutos en carecer de oxígeno, sino que ha estado sin respirar porque el oxígeno está almacenado en el cuerpo".
En la apnea estática, el consumo de oxígeno es mínimo, ya que no hay movimiento. Pero nada más empezar a nadar la situación cambia mucho. Los músculos queman oxígeno, por lo que el movimiento debe ser lo más eficiente posible: si se nada muy rápido, los músculos queman más rápido el oxígeno y la sed respiratoria aparece antes, pero si se hace demasiado lenta puede durar más, pero puede quedar corto. En la apnea dinámica, es decir, al nadar bajo el agua, cada apneal busca su ritmo para recorrer la mayor distancia posible sin sacar la superficie del agua. En la apnea dinámica, la técnica y la habilidad de nadar vale tanto como permanecer largo sin respirar.
Tanto la apnea dinámica como la estática se realizan en la piscina. Pero hay otras pruebas de apnea que se deben realizar obligatoriamente en el mar porque la profundidad de la piscina no es suficiente. El último campeonato mundial, por ejemplo, se celebró el pasado mes de diciembre en una bahía de las Bahamas, en un foso submarino de 202 metros de profundidad.
El objetivo de estas pruebas es descender a la mayor profundidad posible: con o sin aletas, con ayuda de pisos de hundimiento, o tomando una cuerda como guía... hay varias modalidades.
En la modalidad No limit --que se hunden con la ayuda del lastre y vuelven por su cuenta -, el apneal Herbert Nitsch tiene el récord mundial: Desciende a 214 metros de profundidad en junio de 2007. Nadie ha bajado nunca más abajo con una sola respiración y ha vuelto bien sin perder el conocimiento. De hecho, la normativa de la apnea es muy clara en esto, la prueba no termina hasta completar el protocolo final. En este protocolo, el deportista debe realizar un gesto bien con el dedo gordo y el índice unidos, con la cabeza clara y sin problemas de coordinación.
El propio Herbert Nitsch sabe lo que es quedar fuera de la competencia por fallar en el protocolo: En el campeonato mundial de Bahamas intentó batir el récord mundial en la modalidad sin aletas. Llegó al objetivo de profundidad de 89 metros. Después de una inmersión de 3 minutos y 40 segundos, apareció con dificultades de enfoque y los jueces no lo aceptaron. Le siguió William Trubridge. Bajó hasta los 90 metros y cumplió con claridad el protocolo. El récord mundial lo obtuvo Trubridge.
Al bajar al fondo del mar, además de la falta de aire, entra en juego otro factor de peso: la presión ejercida por el agua. A mayor profundidad, mayor es el bloque de agua sobre el que se asienta el cuerpo, más carga. Otros mamíferos han puesto remedio a este problema, se han adaptado para evitar tanta presión. Son mamíferos marinos, excelentes apneales, sobre todo cetáceos. Su capacidad de apnea es propia. Tienen cuerpos hidrodinámicos adaptados al agua y capacidad de buceo prolongada.
Para empezar, los cetáceos no tienen sed respiratoria como la humana. La inspiración es voluntaria y no refleja. Por ello, estos animales no pueden ser anestesiados sin ventilación mecánica, ya que dejan de respirar.
El mejor apneal del mundo es, sin duda, un cachalote, según la bióloga marina Isabel Guzmán. "Puede estar a una hora y media bajo el agua y sumergirse hasta 3.000 metros de profundidad. ¡Eso es increíble! ". El cachalote está completamente adaptado a este medio. La presión no afecta tanto como a nosotros. "El problema es que el volumen de aire que recibe este animal es proporcionalmente muy pequeño respecto a su masa. Su cavidad, llena de aire, es prácticamente nula, comprimida por la presión, lo que impide que ésta se aplique".
A diferencia del cachalote, el cuerpo humano puede asimilar proporcionalmente mucho aire. Un apneal puede tomar fácilmente entre siete y ocho litros de aire en una respiración profunda. Este aire es comprimido por la alta presión (comprime los pulmones), lo que permite que los gases acumulados en los pulmones (oxígeno, anhídrido carbónico y nitrógeno) pasen a la sangre formando burbujas de gas y provocando embolias. No, el cuerpo humano no está hecho para soportar grandes presiones.
A medida que desciende la profundidad disminuye la temperatura del agua. Todos los mamíferos perdemos calor por las extremidades. "Los pies y las manos se nos enfrían primero", dice Guzman, "y los cetáceos lo mismo: pierden calor de las aletas pectorales y de la cola". Para evitarlo, el cachalote prácticamente interrumpe la circulación de las extremidades por medio de la vasoconstricción, es decir, estrechando los vasos sanguíneos. Limita el flujo sanguíneo al cerebro y al corazón, con lo que "el gasto de oxígeno es mínimo porque no necesita alimentar un montón de células".
Aunque no es tan radical, el cuerpo humano también tiene un mecanismo en estado de apnea. El médico Iñigo Arregi explica que "se produce una redistribución del oxígeno: la sangre no va a todos los sitios, sino a los lugares vitales". Sin embargo, Guzman explica que "el gasto de oxígeno que realiza el cachalote es mínimo con respecto al nuestro".
El cachalote provoca la admiración de los apneales por muchos lados. "Nosotros cogeríamos sus características" dice Guzman, reconociendo su envidia como buceador. "Utiliza mucho mejor el oxígeno que nosotros. Normalmente, sale a la superficie y realiza tres o cuatro respiraciones y se vuelve a hundir. Durante las respiraciones utiliza el 90% de la capacidad pulmonar --nosotros alrededor del 15%- y aprovecha el 12% del oxígeno del aire que respira --nosotros sólo el 4%-. ¡La diferencia es enorme! ".
Así, tiene tres respiraciones suficientes para restaurar completamente el oxígeno del cuerpo. Para esta renovación es imprescindible la retia mirabilia, una red capilar en la que el ser humano también dispone de ella, pero la de los cetáceos en general es muy amplia, lo que facilita la difusión del oxígeno a todas las células y facilita el acceso a los pulmones de la sangre venosa, anhídrido carbónico.
La diferencia entre el cachalote y el hombre es insuperable, pero la preparación del apneal ayuda a disfrutar del mundo subacuático. Asier Eraso lo tiene claro: "a mí me gusta mucho ir en el agua y las sensaciones son muy bonitas. Cuando estás en el agua, estar preparado te da otra tranquilidad".