Los anfibios son pequeños y fugaces y silenciosos fuera de la época reproductiva. A esto hay que añadir que las investigaciones que se han realizado sobre este grupo de vertebrados son escasas respecto a aves o mamíferos. La suma de todas estas características da lugar a un cóctel incómodo: poco conocimiento y muchas amenazas. Así surge, sin levantar el polvo, sin que nadie se dé cuenta, la caída silenciosa de un animal. Pasa desapercibido hasta que un día comienzan a producirse hechos llamativos. Y entonces se encienden todas las alarmas. De hecho, los anfibios son excelentes medidores para el ser humano para conocer nuestra salud ambiental. Se trata de los primeros informantes de especies vulnerables que indican que algo va mal, son unos bioindicadores excepcionales.
Invitada por la Sociedad de Ciencias Aranzadi, a San Sebastián, para la conservación de los anfibios. El pasado otoño el investigador del CSIC Jaime Bosch asistió a las jornadas: “Aquí estoy, como siempre, dispuesto a dar buenas noticias”, afirmó con su ironía. Una pequeña sonrisa a la gente que acudió y así mejor. Bosch trabaja con las nuevas enfermedades de los anfibios, y lo que contó a continuación sorprendió y preocupó a los oyentes.
Los científicos comenzaron a hablar de la decadencia mundial de los anfibios en los años 80. De un año a otro vieron desaparecer las poblaciones de anfibios de entonces. Los estudios publicados en 1993 ya indicaban que 500 especies de los cinco continentes estaban en declive. Y así, poco a poco, los acontecimientos que escuchábamos a nivel mundial comenzaron a acercarse a Euskal Herria.
Verano 1998. Un grave suceso desencadenó todas las alarmas en la sierra de Guadarrama, en el Parque Natural de Peñalara (Madrid). Cientos de txantxikos comunes (Alytes obstetricans) que acababan de metamorfosis aparecieron muertos en las charcas situadas a unos dos mil metros. En una zona aparentemente en excelente estado de conservación.
Con el paso del tiempo aparecieron más bromas muertas. Por si fuera poco, los anfibios no presentaban ningún síntoma que permitiera adivinar qué mató. La especie que antes era muy común comenzó a despejarse a corto plazo. En el verano de 1999, apenas un año, el 86% de las larvas de la población de Txantxiku se hallaban extinguidas. El de Peñalara era un declive silencioso, sin precedentes a nivel europeo.
Entre los herpetólogos dedicados a la investigación de anfibios y reptiles prevaleció la preocupación. El descubrimiento de la razón era imprescindible para afrontar la situación. Así, tras investigar muestras de anfibios muertos, el estudio descubrió la luz: la enfermedad que acabó con los bromas era nueva. La masacre fue causada por un hongo llamado Batrachochytrium dendrobatis (Bd), del grupo de Kitridu. A escondidas, la masacre silenciosa e invisible se extendía por el interior del cuerpo.
Lo invisible a los ojos del hombre se hace visible al mirar con el microscopio electrónico. Así, en la superficie de los broches muertos en Peñalara, en el exterior, se ven los tubos de descarga utilizados por los zoosporangios para liberar los zoosporos como si fueran cráteres de volcanes. Así entendieron los científicos la técnica que utilizaba este hongo para llevar al animal hasta la muerte: el hongo penetra en las zonas queratinizadas de los anfibios, alterando el equilibrio homeostático y transportando paulatinamente al animal hasta la muerte para ser eliminado por un infarto.
Los científicos ya tenían los oídos erguidos y, con el suceso a Peñala, aumentó la preocupación por el estado de los anfibios en Europa.
Desde entonces hasta la actualidad se ha comenzado a cumplir lo previsto. La aparición del hongo en distintos puntos de la península ibérica provocó ocasionalmente que los científicos comenzaran a observar importantes descensos de poblaciones. Entre las especies, el txantxiku común era el más influyente, y en el caso del sapo común ibérico (Bufo spinosus) y de los arrabios (Salamandra salamandra) también se observaban los efectos de la enfermedad. También en especies singulares a escala peninsular.
Fue reconocida en Andalucía con el típico txantxiku (Alytes dickhilleni). De hecho, en la zona en la que habita esta especie endémica de la península Ibérica, se detectó una enfermedad en el área típica de la especie y la otra, junto a una zona protegida, ambas alejadas de las ciudades y de los seres humanos. Los científicos no tardaron en hacer preguntas: ¿cómo?, ¿por qué? ¿Y sobre todo de dónde ha aparecido el hongo en estas zonas? La hipótesis que muchos expertos piensan al menos es curiosa: es posible que los propios científicos hayan llevado el hongo. O los herpetólogos aficionados que acudían desde Europa a ver este peculiar txantxiku. Sin querer, mediante redes de captura de anfibios, o mediante botas de agua, se llevó la enfermedad de algún sitio. En 2009 el 10% de los emplazamientos ya estaban infectados. En 2019, diez años después, los datos eran aún más preocupantes: el 59% de las zonas estaban contaminadas y el 11% de la población de anfibios ya había desaparecido.
Sin embargo, en los últimos años la enfermedad se ha extendido a toda la península ibérica. La tendencia a la expansión continúa. Y menos si el hombre no lo evita.
El caso de Peñalara ha dado lugar a un proyecto de investigación de 18 años. Surgieron muchas preguntas que han requerido la realización de experimentos de gran esfuerzo y recogida de datos, pero los avances son pequeños. La lucha contra la enfermedad será laboriosa.
Y así, mientras los hongos trataban de solucionar los quebraderos de cabeza creados a nivel mundial, el investigador que en 2003 volvió a dar un vuelco a un suceso: En la zona entre Bélgica, Holanda y Alemania apareció otro hongo, del mismo género que el anterior, pero con diferentes especies: Batrachochytrium salamandrivorans (Bsal). La entrada al nuevo hongo fue impresionante y afectó directamente a sus arrabios comunes (Salamandra salamandra) y a las especies de tritones. En el caso de la primera especie, el resultado fue terrible. Sólo un 13% de los arrabios infectados tienen la posibilidad de sobrevivir, y en pocas semanas la enfermedad es capaz de eliminar a toda una población. Así, los arrabios holandeses estuvieron a punto de desaparecer y el primer trabajo de los investigadores fue hacer fuerza para controlar y no extender la zona.
A los pocos años apareció en el Parque Natural de Montnegre de Cataluña. En un pozo se encontraron varios ejemplares muertos del tritón marmolaire (Triturus marmoratus) y poco después los arrabios. Metido en el cuerpo de pánico, la administración guardó la zona en secreto y cerró la entrada. Desde entonces parece estar bajo control y en toda la península Ibérica no se han encontrado más apariciones. Pero los herpetólogos siguen atentos. De hecho, la enfermedad fue causada por un exótico tritón suelto en el pozo, liberado en la naturaleza por una persona que tiene anfibios en su casa como afición.
Poco a poco con los hongos aparece la ranabirosis. Y se ha extendido. Este virus, que contamina a los anfibios, reptiles y peces, suele estar en el agua, en el suelo o en un hostal, y el contacto con él suele ser suficiente para aumentar la contaminación. Al introducir el virus en el cuerpo del huésped produce hemorragias y pérdidas de extremidades y ojos, necrosis de los órganos internos e infecciones secundarias.
Con estos síntomas han muerto cientos de anfibios en el embalse de Pontillón (Galiza) en los últimos diez años, entre los que se encuentran el tritre marmolaire (Triturus marmoratus) y el bosca tritón (Lissotriton boscai). Lugar y embalse donde se celebran los campeonatos internacionales de piragüismo. Varios piragüistas de todo el mundo, tras pasar los días en la zona en la que está infectado, van a su pueblo y teniendo en cuenta que volverán a otro pozo, saca las cuentas.
También en el Parque Nacional de Picos de Europa, en una zona con máximo nivel de protección, aparecieron casos de ranabirosis. Este tipo de sucesos, al menos, deberían ser una excusa para reflexionar. De hecho, en el momento en que el virus del murciélago ha pasado a los seres humanos, nos hemos dado cuenta de que es importante investigar y que subvencionar este tipo de investigaciones es más una inversión que un despilfarro.
En 2009 se llevó a cabo en la Comunidad Autónoma del País Vasco un trabajo para conocer la presencia de la enfermedad producida por el hongo Bd. En ella se tomaron 175 muestras de 13 zonas naturales, encontrándose únicamente 3 positivas. Uno en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. La enfermedad de Bsal encontrada en Cataluña, afortunadamente, no ha llegado a Euskal Herria, a diferencia del ranabirus. De hecho, en los últimos años se han encontrado ejemplares muertos por este último y ya se han encontrado cuatro puntos contaminados por este virus. No es una cuestión de broma. En Navarra también se han encontrado muestras positivas con enfermedad de Bd (dato facilitado por Jaime Bosch: www.sosanfibios.org)... En Lapurdi, Baja Navarra y Zuberoa no se conocen muestreos, pero en la frontera pirenaica, ya han aparecido los típicos broches muertos por hongos.
Algunas especies especiales que podemos encontrar en el País Vasco, sin embargo, deberían preservarse con la lupa. En Aragón (y en la frontera con Navarra) ya se han iniciado las capturas de renacuajos de la rana pirenaica (Rana pyrenaica) para potenciar las poblaciones de cría y suelta en viveros. De hecho, en esta pequeña rana, sólo situada a nivel mundial en la sierra de los Pirineos, ya se han observado mortalidades masivas. La prevención es el mejor arma que queda. Por ello, el Departamento de Herpetología de la Sociedad de Ciencias Aranzadi está trabajando en una investigación en la que participan asociaciones como el estudio de muestras de diferentes especies de los Pirineos y de toda Euskal Herria, con el fin de conocer la extensión de la enfermedad.
Los estudios realizados hasta la fecha no han encontrado una metodología eficaz para combatir las enfermedades. Por lo tanto, una de las tareas a realizar es evitar la propagación de la enfermedad y los herpetólogos ya han comenzado a implantar protocolos de higiene y desinfectar su material por cada una de las charcas que van a ser muestreadas. Asimismo, el uso de guantes es obligatorio en la manipulación de animales para evitar la transmisión de enfermedades.
Los anfibios llevan 200 millones de años formando parte de la cadena evolutiva de este mundo. Es imposible prever las consecuencias de su desaparición, pero está claro que su relación con las redes tróficas y con el resto de los seres vivos podría provocar cambios en los ecosistemas. Algunas aves y reptiles sometidos a dietas anfibias, por ejemplo, deberían cambiar sus presas. Y también se observaría influencia en las poblaciones de insectas e invertebrados, algunos de ellos portadores de enfermedades, que se alimentan de anfibios. Si nos fijamos en los recursos, el ser humano perdería una fuente de generación de fármacos. Los anfibios son, en la actualidad, una de las fuentes de interés para la creación de nuevos medicamentos.
Todas las medidas de prevención son escasas en nuestro tiempo. En algún momento tendremos que ir desde la educación y la divulgación, y también desde el relato. De esta manera conseguiremos que las generaciones futuras revisen de frente los arrabios intervertebrales y disfruten de ellos mientras se ocultan en la oscuridad a través de pasos silenciosos, despidiendo con un “mañana también nos vemos”.