Al igual que el carbón y el petróleo, el ámbar es de origen biológico. Procede de la resina de los árboles. En caso de herida, las coníferas segregan resina. Cerca de la piel, la resina se encuentra en los tubos de resina. Aunque es líquido hasta que fluye, se va solidificando en contacto con la atmósfera. Es aromática y lingirosa. Y cualquier persona que se encuentre en las afueras del tallo es atrapada por un río viscoso, ya sea insectos y hongos, hojas, semillas y granos de polen. Además, los procesos se perpetúan: si durante la escorrentía de la resina un grupo de hormigas estaba cortando y transportando hojas, eso es lo que se ve en el ámbar.
Esto se debe a la fosilización de la resina. Con el tiempo, la resina se va oxidando y se forma el ámbar por polimerización de los componentes orgánicos. Pero para que esto ocurra se necesitan millones de años. La mayor parte del ámbar que se ha encontrado es de la época del Terciario y del Cuaternario, es decir, desde los 66 millones de años, pero hay otros más antiguos. Además, requiere condiciones especiales de temperatura y presión para su generación y mantenimiento. Y esta es una de las características más sorprendentes de los yacimientos que existen en Álava: desde su fundación, hace más de 110 millones de años, los acontecimientos geológicos le han hecho perdurar hasta nuestros días, han sido espectaculares y han mantenido su estado óptimo.
En Álava hay dos yacimientos y son los únicos que existen en el País Vasco. Ambos se encuentran en la Sierra de Cantabria, en la zona de Toloño. Uno en Peñacerrada-Urizaharra y otro en Salinillas de Buradón. El primero de ellos fue encontrado casi por casualidad en 1995.
A principios de la década de los 90 surge en Vitoria-Gasteiz la oportunidad de aprender gemología. Aprenden, entre otras cosas, cómo se pulen y trabajan las gemas. De esta escuela salió Rafael López del Valle, convertido en gemólogo. En 1995, mientras trataba varios fragmentos de ámbar hallados en la Sierra de Cantabria, encontró en su interior un insecto. Consciente de su importancia, acudió al Museo Natural de Álava, situado en Vitoria-Gasteiz. Ese fue el inicio de los yacimientos alaveses, punto de partida de numerosos estudios.
En la actualidad, López del Valle es uno de los expertos que trabaja en el estudio del yacimiento que gestiona el museo. El director del Museo, Jesús Alonso, dirige las investigaciones: "en ciencia hay muchas cosas por casualidad, pero es cierto que la lotería sólo puede ser para quien compra los billetes".
Tras encontrar aquel primer yacimiento en Peñacerrada-Urizaharra, comienzan a buscar otros en la zona. Así encontraron el segundo, en Salinillas de Buradón, en Labastida. Esta segunda también esconde muchas sorpresas: Es más fructífera que la de Peñacerrada-Urizaharra, ya que 75 g de roca son ámbar --10 de 1000 kg en Peñacerrada-Urizaharra -. Sin embargo, el yacimiento de Salinillas de Buradón se encuentra en los primeros pasos de la investigación y, a pesar de que hasta ahora se han encontrado muchas inclusiones de ámbar (cualquier cosa que ha quedado atrapada en el ámbar), se cree que encierra más sorpresas.
El insecto descubierto por López del Valle no fue más que el primero de todas las sorpresas encontradas en Álava; desde entonces se han encontrado más moscas, mariposas, saltamontes... Sólo en Peñacerrada-Urizaharra han aparecido 13 órdenes de insectos diferentes. También aparecen ácaros, arañas, crustáceos, moluscos y plantas, hongos y bacterias. También se ha encontrado materia orgánica no fosilizada. En total, se han encontrado más de dos mil inclusiones biológicas en el ámbar alavés hasta la fecha. También burbujas llenas de aire y líquido.
Han encontrado muchas y variadas inclusiones y la calidad de las mismas es excelente, están ofreciendo mucha información. "Antes de Peñacerrada-Urizaharra, pensaban que las moscas aparecieron en el Terciario, ya que el resto de moscas más antiguo conocido era de aquella época. Y eso ha pasado con más grupos, los grupos que éramos modernos han aparecido en el ámbar", explica Alonso. En la historia evolutiva de muchos de los seres vivos encontrados en Peñacerrada-Urizaharra, por el momento, no se han encontrado restos más antiguos que éstos. Además, se han encontrado fósiles de seres vivos que hoy en día no tienen representación, que no pudieron cruzar el límite del Cretácico Inferior y Superior, que se extinguieron.
El que se encuentra en los yacimientos de Álava es, por tanto, singular: "los representantes de grupos de insectos muy antiguos aparecen mezclados con representantes de grupos modernos. En estos yacimientos aparece esta limitación. Por ejemplo, las mariposas no tienen espiritromas porque no absorbieron nada; tienen mordazas porque serían carnívoras".
Los yacimientos alaveses pertenecen a la época Aptiense del Cretácico Inferior, hace unos 114 millones de años; son los yacimientos más abundantes del Cretácico inferior del mundo. Fue una época confusa, ya que a finales del Jurásico y durante el Cretácico se produjeron profundos cambios en las comunidades vegetales. El cambio más significativo fue probablemente la aparición de plantas con flores. Su éxito fue enorme, hasta el punto de alterar totalmente el paisaje del planeta. Pasó de ser un paisaje dominado por helechos y coníferas a estar lleno de flores. Esto provocó cambios en el resto de la vida, y los animales, por ejemplo, tuvieron que adaptarse a la nueva situación.
El ámbar refleja los cambios que sufrieron tanto Álava de la época como su entorno en los años posteriores. La resina, más que los animales grandes, atrapa a los pequeños y el ámbar alavés está lleno de animales. Las cosas mencionadas hasta ahora se ven a simple vista, pero el ambar también guardaba más sorpresas que hasta ahora no se habían visto.
Jesús Alonso nos ha confiado emocionalmente que han sido pioneros en el estudio del ámbar. "Conocíamos el trabajo que realizaba un grupo de españoles en la Antártida. Estudiaban los unicelulares que estaban dentro de la roca. Pensamos en utilizar en el ámbar las técnicas que usaban, aunque no sabíamos cómo respondía el ámbar". Probaron la microscopía electrónica y descubrieron un mundo desconocido, "así entramos en el mundo del micro".
Descubrieron organismos unicelulares, como los protozoos, así como pluricelulares, como los hongos. Las técnicas innovadoras revelaron comunidades de microorganismos pero también simbiosis entre ellos. Además, con estos métodos también pudieron analizar otras inclusiones, estructuras que no eran derivadas de los seres vivos, y todas ellas les ofrecieron una nueva información que hasta ahora nunca se había investigado en el ambar.
La metodología es siempre la misma: cuando encuentran algo en el yacimiento, lo traen al laboratorio, lo limpian y lo miran desde el microscopio. No tiran nada, ya que también analizan los rechazados en la limpieza. Si encuentran una inclusión, la envían a expertos de todo el mundo; si encuentran un ácaro, por ejemplo, a alguien experto en ácaros. Será quien ayude a determinar la especie a la que pertenece. Jesús Alonso reconoce que encontrar a estos expertos es una tarea ardua, entre otras cosas porque son pocos los paleontólogos especializados; "se han dirigido varias tesis al estudio del ámbar alavés y de ahí sí saldrán especialistas".
Junto con el ámbar han encontrado otros fósiles en muy buen estado; las plumas carbonizadas, las hojas de las plantas, el polen y los fósiles de madera, entre otros, ayudarán a comprender los ecosistemas y el clima de la época. La información obtenida de los hallazgos en el Ambar, ofrecida por la propia estructura del Ambar y el estudio de los hallazgos en el yacimiento, además del ámbar, han permitido conocer el entorno en el que se ubicaba.
En el Cretácico inferior, Euskal Herria se encontraba bajo el agua. Para ir a la playa tendríamos que ir al sur de Álava, cerca de la Sierra de Cantabria, donde se encontraba la costa. Además, en el camino, nos encontraríamos con un manglares, cerca de un río, no muy lejos de la playa. Si hiciéramos un cañón, podríamos conocer los rincones del manglado y sus habitantes. Para hacer el cañón tendríamos que entrar en el bosque cercano al manglares; deberíamos pasar entre los helechos gigantes, despedirnos de algún erizo, ahuyentar insectos y arañas, y por último, cuando nos encontremos con algún preceptor o magnoli, podríamos hacer un canoa con su madera.
Todo ello, claro está, en la playa, pero no había seres humanos ni otros primates. Los dinosaurios eran los dueños. En aquella época se creía que aparecieron las primeras aves y las primeras plantas con flores, lo que supuso un gran cambio en el entorno.
El mundo estaba activo, tanto biológica como geológicamente. Como ya se ha indicado, la mayor parte de Álava se encontraba bajo el agua y la frontera costera se encontraba en la actual sierra de Toloño-Cantabria. Allí los ríos formaban deltas y estuarios. Y en ellos, los restos vegetales procedentes de los ríos que se acumulaban en sus sedimentos de arena y arcillas; los bosques dejaban en el agua abundantes ramas, troncos y hojas, así como una resina adherida a los residuos.
A veces, de repente, se precipitan grandes avenidas de agua que cubrían los sedimentos de todo lo que traían consigo. Los sedimentos que se acumulaban en los deltas y estuarios quedaban sellados así. Y así han sido hasta nuestros días. Cuando la placa ibérica chocó con Europa, dobló y destapó estos sedimentos, que fueron posteriormente descubiertos por Rafael López del Valle.
El propio López del Valle, Alonso, como director, y un nutrido grupo de expertos, están trabajando a fuego para destapar lo que oculta el ambar alavés. De los 22 yacimientos existentes en el mundo, sólo 11 son anteriores a la destrucción de los dinosaurios, pero sólo 6 de ellos son de más de 112 millones de años, y de los 6 tan sólo 2 son importantes por el número de inclusiones encontradas: uno está en Líbano y el otro en Álava (aunque los de Álava son dos yacimientos, se consideran como un relato porque están en la misma zona). Por tanto, son conscientes de la importancia de su trabajo en el Museo de Ciencias Naturales de Vitoria-Gasteiz.
La información que han sacado hasta ahora no es escasa, pero les queda mucho trabajo. Un buen conocimiento de los ecosistemas que se reflejan en los yacimientos alaveses permitirá comprender mejor la antigua vida de la Tierra. El ambar alavés todavía no ha dicho todo lo que tiene que decir.