La Marialuisa de Goenkale tenía mucha costumbre de hablar a las plantas, pensando que iban a crecer más sanos. Sin embargo, no utilizaba el lenguaje adecuado. Porque las plantas no oyen, pero eso no significa que no sean capaces de comunicarse. No sólo hablan el lenguaje de la química, sino que a medida que investigan descubren un lenguaje rico y sofisticado. A través de los compuestos químicos volátiles, las plantas llaman a los "guardaespaldas" que defenderán de los insectos que se alimentan de ellos, advierten de los peligros que corren y son capaces de diferenciar a sus familiares.
Pero como ellos no entienden nuestras palabras, nosotros no siempre hemos sido capaces de entender el lenguaje de las plantas. Para empezar, decir que decían algo se ha considerado hasta hace muy poco despreciable: Los primeros descubrimientos significativos sobre la comunicación de plantas se remontan a la década de los 80, y el cambio de enfoque, que casi se produce ayer por la mañana.
Al igual que con las plantas, el recorrido ha sido similar al de las bacterias y hongos. Ellos también utilizan las palabras químicas, los compuestos que emiten en determinados momentos para indicar y conocer su localización y cantidad. Estas señales químicas les permiten desarrollar comportamientos grupales y, por ejemplo, iniciar un proceso infeccioso. Algunos de estos compuestos son universales y otros específicos de las especies.
Y a los investigadores no les han escapado las ventajas prácticas que puede suponer comprender estas lenguas. Estrategias para la generación de nuevos antibióticos, fungicidas específicos que no desarrollen resistencia... Comunicar ya no es la curiosidad de algunas bacterias marinas.
Al tratarse de una visión del mundo antropocéntrica, nos ha costado un poco imaginar a plantas, hongos y bacterias como comunicadoras; al ser una visión del mundo antropocéntrica, no hemos tenido ningún trabajo para imaginar un truco en nuestro beneficio ese lenguaje que empezamos a escuchar.