¿Qué objetivos persigue la industria farmacéutica?

Calvo Hernáez, Begoña

Farmazian eta Farmazia Teknologian katedraduna

Farmazia Faktultatea. EHU

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Ed. © Lorelyn Medina/350RF

En la actualidad, según la información proporcionada por los propios laboratorios farmacéuticos, el gasto medio en investigación y desarrollo para la comercialización de un nuevo medicamento asciende a 1.200 millones de euros.

Por otro lado, los beneficios de las empresas farmacéuticas han aumentado considerablemente en las últimas décadas. Según la revista Fortune, XXI. A principios del siglo XX, las diez primeras compañías farmacéuticas integradas en las 500 mayores empresas de Estados Unidos obtuvieron mayores beneficios que el resto de compañías: un beneficio del 18,5% sobre ventas. El dato más llamativo es que los beneficios obtenidos entre estas diez empresas farmacéuticas superan a los obtenidos conjuntamente por otras cuatrocientas noventa. El volumen de facturación de las grandes multinacionales farmacéuticas -- las llamadas bigfarmas - es comparable al PIB de muchos países: Uruguay, Vietnam... Como se puede observar, la industria farmacéutica tiene una gran fuerza económica mundial.

En más de una ocasión se ha denunciado que esta industria publica cifras muy elevadas, especialmente en lo que se refiere a la inversión en I+D, para justificar los altos precios de los nuevos medicamentos. Así lo afirmó recientemente en su libro The Truth About the Drug Companies Marcia Angell, ex editora de la revista New England Journal of Medicine. Los gastos en I+D de la industria farmacéutica, por su magnitud, son inferiores a los beneficios. Para las diez grandes multinacionales farmacéuticas, la parte de I+D representa casi el 15% de las ventas, mientras que el presupuesto dedicado a marketing y gestión supone cerca del 36% de estos ingresos. En este último apartado se incluyen actividades como la "formación" de médicos y de la población en general, la publicidad y promoción de productos, así como los sueldos desproporcionados de los ejecutivos de estas compañías. Algunos miembros de las direcciones de estas empresas reciben hasta 15 millones de euros anuales.

Ante estos gigantes financieros, los países se rinden con demasiada frecuencia, al tiempo que asumen leyes que ayudan y protegen notablemente a los intereses de este sector. El Estado español, con un gasto moderado en salud pública respecto a la media europea, es el país que más ha incrementado la factura farmacéutica en la última década en el mundo, y el segundo, después de Francia, en los países con mayor gasto farmacéutico per cápita en la OCDE. Este aumento se debe principalmente a los medicamentos utilizados en el hospital.

La razón de que nuestro sistema sanitario conlleve un gasto excesivo en medicamentos es, en gran medida, el exceso de recetación en el mercado de medicamentos de menos de cinco años (muy por encima de la media de medicamentos en Alemania y Reino Unido, por ejemplo), los medicamentos más caros en comparación con los genéricos. Muchas de estas recetas se deben a la presión que la industria ejerce sobre los médicos a través de los visitantes. Todo ello nos lleva a pensar que la industria farmacéutica debería prescindir, a todos los niveles, de la información y formación de los profesionales sanitarios. Las instituciones profesionales o de enseñanza universitaria y hospitalaria deberían ser las responsables de esta formación, con una financiación totalmente independiente de los laboratorios farmacéuticos.

Otro hecho demostrado es que los nuevos medicamentos que se comercializan en muchas ocasiones no tienen ventajas respecto a los que ya existen en el mercado, y que la mayoría (75% o más) son variantes de medicamentos anteriores, denominados en inglés me-too-drugs. La razón por la que las agencias reguladoras aceptan comercializar tantos medicamentos superfluos es que para comercializar un nuevo medicamento basta con demostrar que el efecto es mayor que un placebo, pero que no es necesario demostrar que es más eficaz que el mejor tratamiento disponible hasta el momento. Por otro lado, la estrategia para encontrar los me-too-drugs se basa en la necesidad de que el laboratorio pueda comercializar una alternativa a un medicamento que está a punto de caducar la patente, y en la pretensión de que la competencia asuma parte de la cuota de mercado de un determinado medicamento.

Sin embargo, la mayoría de los medicamentos me-too-drugs son comercializados por laboratorios rivales con la intención de introducirse en un mercado de beneficios. Prueba de ello son las estatinas (utilizadas para reducir el colesterol), los antidepresivos del grupo de ISRS, o los antihipertensivos del grupo de IECA. Sin embargo, al no compararse unos medicamentos con otros, las ventajas que un principio activo tiene sobre otro del mismo grupo terapéutico son prácticamente nulas o se deben, como máximo, a la dosis que se toma.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que la industria farmacéutica juega un papel muy importante en la promoción de la salud y que, por otra parte, es lógico, como cualquier otra empresa, buscar una rentabilidad en su inversión en investigación. De no disponer de unos ingresos mínimos, se paralizaría su difusión y no se obtendría el beneficio necesario para realizar nuevas investigaciones y desarrollar nuevos medicamentos.

No obstante, todos los agentes implicados deberían intentar que la industria farmacéutica recupere su papel inicial: desarrollar medicamentos a un coste razonable cada vez más eficientes y seguros.

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