A menudo se ha hablado del derecho a la educación y la salud de todos los individuos. El derecho a la ciencia también debe entenderse en este contexto, ya que está estrechamente ligado a los dos anteriores. Independientemente de la raza, origen, género o estado de salud, todos tenemos derecho al conocimiento científico, que nos permitirá comprender mejor nuestro entorno.
Las ciencias naturales y las ciencias experimentales en general han estado tradicionalmente muy ligadas a la observación. Con el objetivo de explicar y razonar los fenómenos que nos rodean, es imprescindible observar adecuadamente dichos fenómenos y realizar con cautela las mediciones necesarias. En este sentido, los científicos antiguos también debían ser buenos observadores. De este modo, para las personas con algún tipo de discapacidad era casi imposible ser científico.
Sin embargo, a medida que la ciencia ha ido evolucionando, también han aparecido investigadores con discapacidades. Si no, ¿quién no conoce a Stephen Hawking? Aunque estaba incluido en la ciencia cuando comenzó a desarrollar su enfermedad, la enfermedad no le impidió avanzar en el mundo de la investigación.
En la ciencia, a menudo, se investigan condiciones y temas que trascienden nuestra experiencia. Por tanto, la pérdida de un sentido no tiene por qué ser un obstáculo insalvable. En química, por ejemplo, la mayoría de los fenómenos estudiados se centran en átomos y moléculas. Pero eso nunca lo ha visto nadie que no tenga ningún problema visual. Sólo disponemos de representaciones derivadas de mediciones realizadas mediante equipos de laboratorio, que podrían ser representadas mediante modelos moleculares, diagramas en relieve o modelos matemáticos que un ciego puede tocar y manipular con las manos.
A su vez, la teoría de la relatividad de Einstein predice que cerca de la velocidad de la luz se produce una dilatación del tiempo. Eso es un fenómeno que va más allá de nuestra experiencia, porque nosotros nunca nos vamos a mover a esas velocidades. Pues es posible que una persona ciega que no tiene que ver para comprender la realidad tenga más facilidad que el resto para incorporar la coordenada del tiempo en su representación.
En definitiva, nuestros sentidos sólo nos proporcionan una aproximación a la realidad. En la medida en que la realidad va más allá de esa aproximación, la información que recibimos de los sentidos puede llegar incluso a ser un obstáculo para la comprensión de los temas de estudio. Así, una persona sin problemas visuales puede tener dificultades para comprender la distribución espacial de una molécula, mientras que un ciego libre de alteraciones visuales puede construir mejor su imagen mental y comprender mejor sus relaciones internas. En este caso, es posible que quien se cree que debería tener problemas para trabajar en ciencias tenga más facilidad que el resto para explicar un fenómeno.
Dicho esto, las adaptaciones que se realizan en el mundo laboral e investigador de la ciencia, además de contribuir a garantizar el derecho a la ciencia, pueden ser una fuente de beneficios futuros. En cualquier caso, antes de llegar al mundo de la investigación y el trabajo de la ciencia, es imprescindible despertar la curiosidad de las personas con discapacidad por la ciencia. En definitiva, esa curiosidad será la que suscite el deseo de superar todas las dificultades y obstáculos que se le presentan. Sin duda, la divulgación científica juega un papel importante en este ámbito. Por tanto, es necesario que los trabajos divulgativos que se realicen tengan en cuenta a personas ciegas, sordas, inválidas o con cualquier otra discapacidad. Asimismo, sería de gran ayuda incluir en las actividades de las asociaciones de personas con discapacidad sesiones de divulgación científica y ofrecer a este colectivo la posibilidad de acercarse a la ciencia, ya que ayudaría a superar la sensación de que la ciencia no está a su alcance.