Las recientes plantaciones de eucaliptos que se están realizando en la costa han suscitado inquietud entre muchos expertos. En su opinión, causan un fuerte impacto sobre los ecosistemas forestales del País Vasco, con cambios preocupantes en la biodiversidad local, la hidrodinámica de ríos y arroyos, la fauna y la vegetación. Pero el debate ya viene. La enfermedad de los pinos de Intsinis ya comenzó y esta vez ha sido provocada por las plantaciones de eucalipto.
El modelo forestal está sobre la mesa y para abordarlo hay muchas preguntas que hay que responder: ¿A qué llamamos bosque y a qué no? ¿Qué hace saludable y qué es vulnerable? ¿Qué funciones ecosistémicas debe desempeñar el bosque? Como punto de partida, hemos preguntado a dos expertos de largo recorrido, ¿cuál es la situación de los bosques de Euskal Herria?
Me han preguntado la situación de los bosques de Euskal Herria. Pregunta sencilla, respuesta difícil. Difícil, porque tampoco es tan simple lo que es el bosque. Para unos, todos los espacios arbolados son bosques; para otros, las plantaciones de especies exóticas no. De la misma manera, algunos se centran en el estado de conservación de los bosques y otros en la madera que producen. No es fácil dar respuesta para todos.
Para empezar, tenemos muchas arboledas. Más de la mitad de la CAPV está cubierta de árboles, Navarra no le sigue y en Iparralde, aunque en menor medida, hay extensos bosques. Sin embargo, tenemos arboledas muy diferentes: En Álava el 80% está formado por especies autóctonas, en Bizkaia el 24%. De paso, en este último caso, la proporción de bosques autóctonos es muy similar (25% y 24% respectivamente) en terrenos públicos y privados, lo que indica una gestión similar a la de los propietarios particulares y administraciones.
Plantaciones forestales en una situación muy preocupante
En cuanto a las plantaciones de especies exóticas, algunas han destacado que la mayoría de ellas cuentan con certificación de sostenibilidad, con estrictos planes de gestión. Llevan décadas en mejora genética. Son ejemplares, la envidia de los europeos, sobre todo gracias al pino radiata. Pero es que esta especie ha estado por encima de la enfermedad: temblor de pino desde hace tiempo, fusarium en la década de 2000, cincha marrón después... hasta que la especie ha fracasado. Nuestras actuaciones no han influido en este declive. No monocultivos ni explotaciones intensivas. Todo se debe al mal clima. Envidia de los europeos en la envidia de los eucaliptos gallegos. Plantaciones, por tanto, en una situación preocupante.
También se explotan bosques autóctonos. Su situación es difícil de generalizar. No es lo mismo Arbaila que Urbasa, Izki o Aralar. Hay goteras de explotación rigurosa pero sostenible, viejos bosques trasmochos que apenas se han explotado en los últimos años, así como charcas que se están recuperando de una explotación demasiado dura. En todos ellos, además del aprovechamiento de la madera, los servicios de los ecosistemas pueden tener una gran importancia: agua, ocio, caza, hongos y acumulación de carbono. Pregúntanos en Añarbe, Bertiz, Roncal o Ultzama.
¿Y cuál es el estado de conservación? Así se preguntó desde Bruselas cuando se constituyó la Red Natura 2000. De hecho, algunos de
los hábitats protegidos por esta red son bosques. El estado de conservación se debe a la extensión de estos hábitats, a su estructura y funcionamiento natural y al estado de conservación de especies típicas. A partir de estas variables se observa que en la CAPV todos los tipos de bosques de interés presentan un mal estado de conservación. Todos. A veces, por ejemplo, en los hayedos, a pesar de contar con extensos bosques, por su escasa estructura y funcionamiento. Otras veces, por ejemplo, en los robledales, porque quedan pocos.
Respeto a los árboles viejos
Pues bien, en nuestros bosques hay mucho que mejorar. De cara a la explotación, estoy convencido de que la intensificación no es el camino a seguir, sino que se limita a aumentar la huella humana que ya tenemos demasiado grande. No del pino al eucalipto, sino de especies de ciclo más largo. De cara a los servicios ecosistémicos y de conservación, se pueden denominar bosques de protección, recuperar los tipos de bosques más escasos, aumentar el valor natural de los bosques, respetando los árboles viejos, dejando madera muerta en el bosque, aumentando la diversidad dentro del bosque. Porque tenemos bosques de gran valor natural como Aztaparreta, Bertiz o Artikutza. ¿Cuál es su secreto? Que los hemos dejado en paz en las últimas décadas. Eso es lo que tiene el bosque en nuestra comarca, que con la simple deposición acumula cada vez más patrimonio natural. Es hora de tomar decisiones en la gestión de los bosques. No para nosotros, para las generaciones venideras.
El medio natural de Euskal Herria está completamente alterado, ya que la actividad humana a lo largo de los siglos ha llegado a todos los rincones de nuestro país. Antes de entrar en el Antropoceno, las huellas humanas podían verse por doquier en todo el País Vasco.
En casi todo nuestro territorio, los ecosistemas terrestres propios son los bosques, es decir, cuando se abandonan las actividades humanas en el medio rural, se producen poco a poco, cientos de años. En la CAPV, sin embargo, apenas se han recogido evidencias de este tipo de procesos. En Gipuzkoa y Bizkaia sólo tenemos pequeñas manchas, la mayoría hayedos, separados entre sí y en mal estado ecológico (siendo el tamaño y el efecto isla la mayor amenaza para la biodiversidad local). El norte de Álava y Navarra, a ambos lados de la frontera, se encuentran en mejor situación, especialmente los robledales, que ocupan mayores superficies. Tampoco son naturales, se explotan, pero de forma más sostenible, favoreciendo el desarrollo natural. Al sur, en la llanura, en las orillas del río y entre los campos de cultivo se conservan pequeñas manchas forestales.
Esta realidad condiciona totalmente nuestra visión del País Vasco de los bosques (desconocimiento en general). ¿Cómo entendemos los bosques? ¿A qué llamamos bosque? No son lo mismo los bosques que las plantaciones arbóreas, aunque unas y otras sean de arbolado.
Miles de hectáreas desnudas a matarrasa a la vista
Bajo la amenaza del cambio climático, con el objetivo de la descarbonización, la capacidad de los bosques de absorber el CO2 de la atmósfera está llenando de horas y hojas en los medios de comunicación. La necesidad de recuperar los bosques, o de invertir los beneficios de las empresas en los bosques, se ha convertido en un lema que escuchamos más a menudo que nunca. Paralelamente, la pandemia causada por el covid-19 ha enviado a la población en forma de saldo a la zona rural y ha tenido una oportunidad única de reflexionar sobre su paisaje. Y es que los vascos se han encontrado con la crisis provocada por el pino insignis: miles de hectáreas de tierras forestales desnudas a matarrasa, muchas de ellas sustituidas por plantaciones de eucalipto. Ello ha propiciado la socialización del debate sobre un modelo forestal que no ha sido atendido durante años.
Es hora de replantear los objetivos de las políticas forestales
Pero el debate, más que fundamentos científicos, es económico y político. Como ya se ha mencionado, en la CAPV, sin apenas contar con bosques, las masas arbóreas se encuentran por doquier, ya que el medio rural casi despejado está cubierto por el monocultivo de especies exóticas destinadas a la producción de madera. Nos hemos acostumbrado a denominar bosque a las plantaciones de pino y eucalipto. La confusión está siendo tanto (provocada al efecto) que, en la actualidad, debido a las pérdidas económicas ocasionadas por diversas plagas, se está negando a la actividad maderera, ya que la administración nos presenta las plantaciones abandonadas como “bosques abandonados”. Es decir, hemos llegado a denominar “abandono” a los procesos naturales propios.
Este conflicto no sólo es terminológico, sino también conceptual. Si bien es evidente la afección al suelo por un modelo forestal intensivo basado en el monocultivo, apenas se muestran estudios como las pérdidas de suelo. Por otra parte, las plantaciones arbóreas explotadas de forma intensiva, aunque hasta que llegue el turno de corta, pueden ofrecer la posibilidad de aumentar la biodiversidad o acumular el CO2 atmosférico en la madera, en pocos años volverá a devolver a la atmósfera lo acumulado, acabando con la biodiversidad.
Es por ello que es hora de diferenciar los bosques de las plantaciones arbóreas, y no digamos, de considerar las formas de explotación de las plantaciones en su impacto ambiental. Es hora de poner en valor los beneficios de los bosques desarrollados autóctonos, para que la biodiversidad llegue al centro. Es hora de hablar de la gestión del suelo y del dinero público para replantear los objetivos de las políticas forestales.