Planes de gestión de especies amenazadas: ¿herramientas de rescate reales o pura apariencia?

Iglesias Carrasco, Maider

Aranzadi Zientzia Elkarteko Herpetologia Sailako biologoa

Cabido Quintas, Carlos

Aranzadi Zientzia Elkarteko Herpetologia Sailako biologoa

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Ranita meridional (Hyla meridionalis). Ed. © Maider Iglesias

La conservación de la biodiversidad es reconocida desde hace tiempo por toda la sociedad como urgente. En su momento se logró establecer como obligación legal tanto la elaboración de catálogos de especies más amenazadas en cada comunidad autónoma, como la protección estricta de las mismas mediante planes de gestión. Los Planes de Gestión son, por tanto, un requisito legal y un instrumento básico e imprescindible para la conservación de las especies catalogadas. Sin embargo, son muy pocas las especies amenazadas que disfrutan de un plan de gestión --es una forma de decir-. Por ejemplo, de las 145 especies de vertebrados catalogadas en la CAPV, sólo 13 disponen de plan de gestión. Pero ¿podemos decir que realmente una especie está exenta de desaparecer al amparo de su plan de gestión?¿Fuera de unas excepciones muy bonitas que han tenido un éxito claro, pocos consiguen realmente su objetivo.

Hay que reconocer que si las especies se encuentran en categorías de amenaza muy grave y en situaciones extremas, un plan de gestión puede ser insuficiente o llegar tarde. La cuestión es por qué en otras ocasiones, aunque la especie se encuentre en categorías menos amenazadas, los planes no son lo suficientemente eficaces. Quizá lo que impide el objetivo genuino de salvar nuestro patrimonio natural de nuestra amenaza es la dificultad --o jugar a ser dios- de gestionar como algo difícil. Sin embargo, habría que preguntarse si en algunos casos, aunque en pocos casos, la desidia o las necesidades políticas no convierten muchas de las celebraciones de victorias pirricas ecologistas.

El dinero destinado a la conservación de la biodiversidad siempre ha sido limitado, pero hoy en día, cuando a las autoridades les importan más los mercados que el patrimonio humano y cultural y natural de sus países, el dinero es aún más limitado. Por eso resulta especialmente doloroso (para la sociedad) y vergonzoso (para las administraciones responsables) el despilfarro o la mala inversión de este presupuesto tan limitado.

Muchos tenemos la sensación de que los planes de gestión tienen a menudo un objetivo diferente al que pensamos: son una cuestión de apariencia. Evidentemente, si esto fuera así, una vez anunciado el tanto político (después de que los grupos ecologistas se topen) y recogido en el marcador, poco importa si la gestión es realmente efectiva o no. Pero parece que nadie (ninguna política) fiscaliza o no se preocupa de los resultados de los planes. También tenemos la sensación de que las personas que tienen entre manos varios planes de gestión, a la hora de tomar decisiones, miran más las necesidades políticas que los conocimientos científicos disponibles. Por ejemplo, aunque parezca mentira, no es extraño que los científicos abandonen su opinión y experiencia y que los técnicos responsables realicen actuaciones de mejora del hábitat o de introducción de individuos sin disponer de la información necesaria sobre el hábitat, la ecología o la genética de la especie a gestionar. Por el contrario, el protagonismo que no se da a los científicos es, a menudo, orgulloso de los políticos. ¿Cuántas veces hemos visto a un político lanzar un águila prisionera o liberar visones europeos? Parece una buena acción en beneficio de dicha propaganda. Pero este tipo de actividades (traslados, reincorporaciones… ¡e incluso incorporaciones!) cuestiona las comunidades científicas.

Estudios recientes demuestran que muchas veces (mediática) es grande y que los fondos (resultados) son escasos. Aunque en algunos casos muy concretos se trata de medidas imprescindibles, en la mayoría de los casos no se ha valorado si es la mejor opción para la especie. Por el contrario, los beneficios turísticos suelen ser analizados con detalle. No es casualidad que este tipo de medidas se adopten con especies mediáticas o espectaculares, con grandes mamíferos o depredadores galantes. ¿Alguien ha visto a un político reintroduciendo pequeñas arañas? Es indiferente que la comunidad científica demuestre, sin duda, que la repoblación de los ríos con salmón no sirve para la recuperación de la especie, mientras que la prohibición de pesca y la restauración de la salud del río. Los políticos, y al parecer los técnicos y gestores responsables, hacen más caso a la opinión de los pescadores.

Otro buen ejemplo es la ranita meridional ( Hyla meridionalis ), considerada como una especie en peligro de extinción en el Catálogo Vasco de Especies Amenazadas. En 1999, la población de la CAPV de esta rana vivía en un solo núcleo, que también se encontraba en peligro de extinción debido a la construcción de un polígono industrial. La presión actual de los ecologistas y los medios de comunicación obligó a aprobar el plan de gestión de la rana. Sin embargo, antes de realizar investigaciones o tomar medidas preventivas, el polígono se construyó de la misma manera. Al mismo tiempo, y sin estudios que garantizaban la idoneidad en este caso, se crearon 16 charcas que constituirían el hábitat reproductor del anfibio, que en realidad sustituirían. A ellos se trasladaron miles de ejemplares. En la actualidad sólo 3 de los 16 pozos creados viven una población estable. Es decir: A los 14 años la rana no se ha descatalogado gracias al plan de gestión, sino que sigue dependiendo de su zona de origen, ahora convertida en estanque de hormigón, pero en el polígono industrial Neinor, en San Sebastián.

Haciendo una interpretación bastante maligna, el plan de gestión sólo sirvió para alegrar a los ecologistas, a la vez que permitía la construcción de un polígono industrial que destruyera el hábitat original de la rana. Es decir, el plan de gestión, más que para asegurar la supervivencia de la población, ha servido para no vincular su condena con la causa real (el polígono). Pero para otros muchos será motivo de orgullo que una especie de anfibio tenga un plan de gestión, ya que lo importante (políticamente) no es si los animales mueren o no, sino cuándo mueren. Por supuesto, otras muchas especies, como los murciélagos mediterráneos de herradura, que son más desconocidas que la rana mencionada, pero mucho más amenazadas, no tienen ni planes de gestión.

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