Uso y efectos de los antibióticos

Basaras Ibarzabal, Miren

EHUko Immunologia, Mikrobiologia eta Parasitologia Saileko ikertzailea, eta irakaslea Medikuntza eta Erizaintza Fakultatean

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Ed. Pixabay

Algunos medicamentos, y en especial los antibióticos, se han utilizado desde principios del siglo XX para controlar y destruir bacterias que dañan al hombre. Sin duda, este uso ha sido muy beneficioso para reducir las enfermedades infecciosas y las muertes que se han producido. Sin embargo, este mismo uso ha supuesto una de las mayores amenazas para la salud pública del siglo XXI: la resistencia. Sin duda, el desarrollo de resistencias es un proceso inevitable, ya que es una característica natural de la evolución y vida de las bacterias. El problema es que este proceso de adaptación se ha acelerado y ampliado en los últimos años en todo el mundo. Una de las principales causas ha sido la falta de conciencia y conocimiento sobre el mal uso y abuso de los antibióticos, teniendo en cuenta el uso humano, animal o ambiental.

Hace unos años, una revisión en el Reino Unido sugirió que para el año 2050 la resistencia a los antimicrobianos podría matar a 10 millones de personas al año. Algunos críticos cuestionan esta estimación, pero en la actualidad en Europa más de 35.000 muertos se relacionan con este problema, ¡100 personas al día! Limitándose al Estado español, serían 8 muertes al día por el problema de la resistencia a los antimicrobianos.

En un estudio realizado en 2019 se evaluaron diferentes patógenos y diferentes combinaciones de medicamentos, estimándose que casi 5 millones de muertes estaban directamente relacionadas con la resistencia de los fármacos.

Uno de los principales retos de la lucha contra la resistencia a los antimicrobianos es comprender su verdadera dimensión, especialmente en países donde la vigilancia y los datos son escasos, para poder desarrollar estrategias eficaces de prevención y control. En definitiva, también viajan bacterias multirresistentes que pueden extenderse en pocas horas de un país a otro.

Solución, trabajo de todos

Para hacer frente a esta carga es imprescindible contar con sistemas sanitarios sólidos. Ante una enfermedad infecciosa es necesario un diagnóstico rápido y elegir el mejor antibiótico. El cuidado de los microorganismos es fundamental para observar su evolución. Y si aparece resistencia, conviene tener conocimientos y capacidad para elegir los antimicrobianos más adecuados. Los profesionales prescriptores de antibióticos deben estar formados en todo momento, conocer los problemas y las novedades que existen para realizar su trabajo de forma eficaz.

En el caso de algunas bacterias, el problema es enorme y los medicamentos que hay en la actualidad son poco útiles. Hay que impulsar grandes investigaciones e inversiones, tanto públicas como privadas, para encontrar nuevos antibióticos.

Las estrategias de prevención deberían incrementar las tasas de vacunación y desarrollar nuevas vacunas. Si se previene la enfermedad infecciosa mediante una vacuna, no será necesario prescribir antibióticos. De esta forma se reduciría el uso de fármacos.

Si no hubiera antibióticos eficaces, la cirugía, el trasplante o la quimioterapia se convertirían en procesos muy peligrosos, ya que las infecciones que habitualmente traen estos procesos no se dominarían.

Este uso irracional y descontrolado de antimicrobianos es, junto con la naturaleza de las bacterias, el responsable de esta “pandemia silenciosa”. La implantación de soluciones es tarea de todos y debemos ponerlas cuanto antes. El objetivo es, por tanto, reducir el desarrollo y propagación de la resistencia a los antibióticos y garantizar su disponibilidad permanente, garantizando el concepto de Salud Única, es decir, teniendo en cuenta a los seres humanos, a los animales y al medio ambiente.

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