Tenemos un ambiente confuso, a las puertas del verano. La situación de alarma ha finalizado, en peor situación epidemiológica que cuando se estableció, y es comprensible el enfado y descontento del médico de la UCI Felix Zubia Olaskoaga, con jueces, políticos y ciudadanos irresponsables. Según reconoció el Puente el domingo en BERRIA, se sienten abandonados; un momento similar señaló la enfermera Ane Pescador Uralde. A pesar de no negar la gravedad de la peste, mucha gente se ha alegrado de que algunas medidas restrictivas se hayan anulado. Algunos llevaban meses sin ver a sus amigos íntimos y familiares, sin ir a la costa o a la zona favorita, o sin trabajar por el rigor de horarios y limitaciones. Y todo esto también afecta a la salud.
Con el objetivo de dar solución a esta situación, académicos y profesionales de diferentes ámbitos han recogido una reflexión colectiva y propuestas concretas en el documento denominado Libro Blanco del covid-19. El objetivo de los autores es doble: animar a la sociedad a reflexionar y ofrecer a las autoridades herramientas para tomar decisiones basadas en la ciencia. Mientras tanto, el día a día de muchas personas está bastante lejos de ello y, poco o más, existe la preocupación de que no olviden las medidas preventivas. El sociólogo Josep Lobera Serrano ha identificado cinco factores principales que influyen en ello: la percepción del riesgo; el pago de las medidas; el comportamiento de los demás; la confianza en los responsables sanitarios; y el pensamiento conspiránico. Según Lobera, lo más importante es el coste de las medidas, ya que la necesidad de cumplirlas no afecta por igual a todos.
Entre los colectivos más desfavorecidos se encuentran los jóvenes. Por ello, Lobera propone ofrecer alternativas seguras de socialización a los jóvenes y recuerda que las campañas más efectivas contra el sida no eran las que exigían celibato, sino las que impulsaban el sexo seguro. Además, a medida que avanza la vacunación, la paradoja será cada vez más evidente: los mayores estarán inmunizados y tendrán la posibilidad de relajar algunas medidas, mientras que los jóvenes tendrán que seguir cumpliendo rigurosamente, aunque se sabe, que si se contagia, muchos superarían la infección sin síntomas.
En este puerto, al margen de lo que las normas prohíben y autorizan, conviene subrayar lo bueno y lo malo desde el punto de vista científico. En primer lugar, la OMS ha reconocido lo que los investigadores demostraron hace tiempo: el principal medio de transmisión del virus son los aerosoles. Por tanto, el riesgo de contaminación disminuye considerablemente al aire libre. Si estás entre la gente, la máscara sigue siendo imprescindible, pero cualquier actividad es más segura fuera que dentro.
En este sentido, se ha mencionado con frecuencia que los interiores de los bares y restaurantes son lugares peligrosos, ya que es necesario retirar la máscara de comida y bebida. Así, tras analizar veinte estudios que han medido el impacto epidemiológico de las medidas adoptadas en la hostelería en España, han concluido que el cierre de la hostelería es efectivo para reducir la incidencia, especialmente en el interior. La hostelería de Hego Euskal Herria, tanto interna como externamente, en esta que está abierta. Y al margen de los bares, entre las cosas que se pueden hacer al aire libre se encuentra el ejercicio físico: caminar, patinar, correr, sacar el perro, jugar con los niños… En una investigación realizada en el Hospital San Carlos de Madrid, han demostrado que en los hospitalizados por el covid-19, los que hacían ejercicio tenían ocho veces menos probabilidades de morir que los que llevaban una vida sedentaria. Otra buena razón para salir fuera.