Los “receptores acoplados de proteínas G” son una familia de receptores que relacionan la célula con el medio. Se encuentran en la superficie de las células y a través de estos receptores las proteínas G inician una reacción de cadena.
Pertenecen a esta familia los receptores de adrenalina, como la luz, el sabor y el olor. Los receptores acoplados de proteínas G intervienen en muchos procesos fisiológicos y casi la mitad de los medicamentos que utilizamos utilizan este mecanismo, entre otros, los bloqueantes beta tan habituales en el tratamiento de enfermedades cardiacas.
Robert J ha estudiado medicina. Lefkowitz y Brian K. Cuchara y los dos querían ser médicos, pero la investigación les ha llevado por otras vías. Lefkowitz se licenció durante la guerra de Vietnam y cumplió su servicio militar en el Instituto de la Salud de Estados Unidos. Le pusieron el reto de encontrar los receptores de la adrenalina y allí comenzó su carrera investigadora. Se trata de un trabajo de varios años que tras su traslado a la Universidad de Duke descubrió los receptores mediante la unión de isótopos radiactivos a ciertas hormonas, entre ellas los beta-tomadores de adrenalina. Él y sus compañeros de equipo sacaron el receptor de la célula y comenzaron a aprender cómo funcionaba.
La adrenalina excita el corazón con los receptores beta y los científicos llevaban décadas buscando a estos receptores. En los estudios realizados en la década de 1940, el estadounidense Raymond Ahlquist concluyó que los celos debían tener dos tipos de receptores de adrenalina: los alfa, responsables de la contracción de las células musculares de los vasos sanguíneos, y los beta, que excitaban el corazón. Pero no se pudo encontrar y llegó a desesperarse: “son conceptos abstractos para mí, pensados para explicar las respuestas observadas en los tejidos”, escribió.
Lefkowitz y Kobilka se unieron a la Universidad Duke. Kobilka se unió al grupo formado por Lefkowitz en los años 80, cuando el grupo comenzó a trabajar en la búsqueda del gen del receptor beta. Por ello, Kobilka recibirá este año el premio Nobel de Química.
La cueva estaba fascinada por los receptores de la adrenalina, fruto de su experiencia como médico de cuidados intensivos, en la que había visto que la diferencia entre muerte y vida podía depender de una dosis de epinefrina. La epinefrina abre las vías respiratorias y acelera el corazón, capacidad que quería aprender todos los detalles moleculares.
La cueva fue capaz de identificarse y aislarse en el gen del receptor beta, y de aquel descubrimiento vino otro. El estudio del código del gen reveló que otro receptor de estructura muy parecida era conocido, uno encontrado en el ojo: el receptor rodopsina de la luz.
A partir de este descubrimiento, el grupo de trabajo formó el puzzle: sabían que los receptores de adrenalina y la rodopsina interaccionaban entre sí con proteínas G y conocían otros 30 receptores que funcionaban a través de estas proteínas (también encontraron proteínas G en la época en que Lefkowitz aislaron el receptor beta y recibieron la Novela de Medicina de 1994). Lefkowitz recuerda entonces como “Eureka momentua”: estaban ante toda una familia de receptores de apariencia similar que funcionan de forma similar.
Son la familia de receptores acoplados de proteínas G, fundamentales en la interacción entre la célula y el medio.