La elaboración de planes es razonable, sobre todo si se hace con sentido común. Pero la elaboración de planes no tiene por qué ser buena. Más aún cuando se realizan de manera dispersa. Con el agua también es evidente la proliferación de planes.
La clave de estos planos radica en el salto a lo sumo. ¿Uso racional del agua? ¡Sí, claro! ¿Conseguir el desarrollo de todas las regiones superando los desequilibrios? ¡Claro! ¿Mejorar la gestión? ¿Armonía con el medio ambiente? ¡Claro! ¿Pero qué hay en la realidad? ¿Qué uso racional tiene el objetivo de monopolizar el agua? ¿Cómo superar los desequilibrios territoriales cuando las regiones donde se ubican los embalses son empujadas a la ruina socio-económica (Itoiz, por ejemplo)?
Un Plan Hidrológico serio, en un contexto socioeconómico ecológico amplio, debe conjugar las demandas de agua (demandas) con las ofertas de agua (agua disponible), tanto en el espacio como en el tiempo. Y desde el principio, en la misma base, aparecen diferencias entre planes. A la hora de definir las futuras demandas de agua, ¿cuántos habitantes se prevé que habrá en cada comarca del País Vasco en diez años? ¿Veinte años después? ¿Cuál será entonces la necesidad de agua de la población en casa, en la industria, en la agricultura, en el medio ambiente? ¿Cuáles?
Mientras Aigues de Barcelona toma como suministro razonable 350 litros/habitante/día (incluso para el futuro), el Plan PIAS de Gipuzkoa recibe una dotación de 440, DOTs del Gobierno Vasco 400, y el Plan Hidrológico Norte-III de 205-405, por citar sólo algunos planes. Ten en cuenta que hay más de un embalse nuevo en juego, dependiendo de la dotación que se quiera definir. Por otro lado, según los datos difundidos estos días por el Consorcio de Aguas de Bilbao, el agua que pasa por las redes del Gran Bilbao se “pierde” o casi la mitad. Sin embargo, esta organización muestra el sueño insaciable de los nuevos embalses.
En el tema del agua hay algunos lemas que son boca a boca de todos, pero que tienen una lectura diferente:
Que no nos digan, como se ha dicho recientemente, que los problemas del agua (incluidos los planes) son puramente técnicos, ya que sólo se pueden analizar en el contexto socio-político, pasando de momento la técnica a un segundo plano. Pues qué pensar y qué hacer.