En la gestión del COVID-19 se suscitó desde el principio un debate con la máscara, sobre todo por recomendar su no utilización en el inicio de la pandemia. Entonces no había evidencia directa y definitiva de los beneficios y daños potenciales con este virus, pero a medida que la pandemia se avanza, la literatura científica ha surgido y su estudio ha permitido publicar un review de la máscara en la revista Annals of Internal Medicine.
Las investigaciones han demostrado que las máscaras, sobre todo las personas infectadas, evitan la transmisión del virus a otras personas, pero numerosos estudios sugieren un cierto efecto protector. En Canadá, por ejemplo, parece que las máscaras redujeron la transmisión comunitaria en un 25%. Sin embargo, los científicos han reconocido que es difícil obtener resultados sólidos, ya que éticamente sería muy discutible diseñar un gran experimento social para analizarlo en el contexto pandémico actual.
Aerosoles
Cada vez está más claro a través de qué partículas del aire se produce la transmisión del virus de la persona a la persona. El receptor conocido por el virus SARS-CoV-2 en humanos aparece en la mucosa buconasal, respiratoria y pulmonar, por lo que son las principales entradas de infección. Cuando una persona infectada habla extiende la nube de gas y estas partículas del aire penetran en el aparato respiratorio de las personas adyacentes en función de su tamaño: las gotitas (100-200 mm), de gran tamaño, llegan a las mucosas de la boca y la nariz e infectan a ellas; los aerosoles inhalables (10-100 mm) suelen inhalarse hasta la nariz y la faringe, penetrando en el interior de los aerosoles (5 mm).
Según diversos estudios, las propiedades de filtración con aerosoles varían según el tipo de máscara. Las evidencias apuntan a que las máscaras médicas son más eficientes que las de tela, sobre todo en la filtración de interior a exterior, pero están generando un problema ambiental a tener en cuenta al estar fabricadas con polímeros no reciclables.
Los problemas de la máscara también son culturales
Los investigadores reconocen que las máscaras provocan incomodidad para muchas personas, dificultad subjetiva para respirar, pequeñas reacciones alérgicas, dolor de cabeza y dificultades de comunicación, pero no hay evidencia de que provocan desequilibrios fisiológicos o problemas graves de salud: clínicamente no es significativa la forma en que afectan al intercambio de gases entre personas sanas en reposo.
En cuanto a las consecuencias psicológicas del uso de la máscara, han afirmado que condiciona tres necesidades humanas universales: la autonomía (capacidad para elegir libremente sus acciones), la relación psicológica (sentir que tenemos una estrecha relación social con los demás) y la sensación de ser eficaces para afrontar la pandemia. Todos ellos, en cierta medida, se consideran culturales, ya que la percepción varía de un país a otro. En los países occidentales, por ejemplo, hay una sensación de que el uso obligatorio de la máscara condiciona las relaciones y amenaza la autonomía, lo que genera resistencia a estas políticas. En los países orientales, sin embargo, no lo produce. A veces se le atribuye al conformismo o a un carácter colectivo mayor del ciudadano local, pero los antropólogos afirman que utilizan una máscara para recuperar la sensación de control frente a la incertidumbre, de alguna manera, establecer un límite a lo contaminado. Por tanto, en el Este, el uso de la máscara aumenta la sensación de autonomía, afinidad y eficacia en lugar de reducirla.
Recomendaciones
Según los científicos, hasta que transcurra la amenaza de la pandemia, es recomendable el uso de mascarillas en situaciones de alto riesgo de transmisión y en entornos, especialmente en zonas donde la ventilación es deficiente y cuando se reúnen muchas personas. La Recomendación se alinea, por tanto, con la propuesta de la Organización Mundial de la Salud. De hecho, los enfermos de covid-19 se aíslan, pero se estima que entre las personas con virus el 20-30% son asintomáticos y otros tantos presintomáticos. Su función principal es evitar la propagación del virus.
Sin embargo, han reconocido que puede vulnerar la libertad personal en aquellos casos en los que el uso es obligatorio y que no es fácil equilibrar las necesidades de comunicación con la necesidad de reducir la transmisión viral. Por ejemplo, las máscaras transparentes permiten leer los labios y ver la cara, pero no son eficaces en la filtración. Por lo tanto, ven necesario investigar y poner a disposición máscaras que dañen menos y al mismo tiempo sean más cómodas y eficaces.