¿Qué más se necesita para que las instituciones detengan la labor de infraestructura?
Esta es la pregunta que nos hacemos los que seguimos interesados y preocupados por todo lo relacionado con el embalse de Itoiz.
El último impulso que me faltaba a la hora de redactar este artículo de opinión ha sido la actitud mostrada por la organización UICN, que aglutina a la mayoría de grupos ecologistas de todo el mundo en los últimos días, contra el embalse de Itoiz.
A esta posición hay que añadir, además de las investigaciones serias y científicas realizadas por SEO, la estación ornitológica de Doñana, sus 14 biólogos e ICONA, las opiniones de todos los grupos ecologistas de Greenpeace, CODA y Euskal Herria en contra de la construcción del embalse.
Sin embargo, basta con acercarse a este maravilloso entorno para detectar el enorme impacto ambiental que supone la construcción del embalse. Este bello territorio navarro prepirenaico ha conservado importantes bosques autóctonos, por su carácter de transición entre la región eurosiberiana y la mediterránea, caracterizada por su gran diversidad de vida.
Además, la escasa incidencia humana en la región, ha permitido mantener la abundante fauna que alberga también el quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), muchas de las especies animales presentes en la zona han disminuido considerablemente su extensión en los últimos años.
Si a todo esto le sumamos una maravillosa belleza paisajística apoyada por los cencerros de Osa, Iñarbe y Txintxurrenea, se reaviva la duda de que la necesidad del embalse es suficiente para destruir toda esta riqueza biológica.
Lo peor es que no está nada claro el uso que se va a dar al agua del embalse. Los argumentos utilizados hasta ahora no son nada serios:
Estamos ante uno de los mayores ataques ecológicos que hemos tenido en los últimos años y las razones que han llevado a justificar esta infraestructura no están nada claras.
¿Qué más se necesita para parar esta masacre?