Pocos días después de que el gobierno japonés anunciara el lanzamiento al océano de una tonelada de agua radiactiva en Fukushima, la revista Nature Reviews Earth & Environment ha publicado los resultados de una larga monitorización de los radioisótopos emitidos en el accidente.
En 2011, el accidente nuclear de Fukushima liberó 520 petabecquerel (UPq) radioisótopos a la atmósfera y al océano. Entre ellos se encuentran el cesio radiactivo (<Cs, 350Cs), el yodo radiactivo (350I), el estroncio radiactivo (90Sr) y el uranio (235U). La liberación al océano quedó dispersa en el agua y la emisión a la atmósfera se extendió en toda la región en forma de lluvia radiactiva: 67% en bosques, 10% en arrozales, 7,4% en otras tierras agrícolas y pastos y 5% en núcleos urbanos. En total, 2,7 CPV q{Cs. Los científicos han monitorizado esta contaminación radiactiva durante ocho años y han clarificado la migración en medios terrestres. Y es que es complejo, ya que la tierra puede almacenar los isótopos, migrar a aguas subterráneas o extenderlos a ríos, entre otros.
Entre todos los radioisótopos, el que mayor impacto ha tenido sobre la contaminación del suelo y la salud humana ha sido el <br class="xliff-newline" /> La monitorización en medios terrestres ha dado a conocer que algunos de estos radioisótopos llegaron hasta el océano, pero muchos permanecen en la tierra, sobre todo en los bosques. Se observa que la evolución ha variado en función de las características del ecosistema.
En los bosques, por ejemplo, los radioisótopos que se acumularon inicialmente en hojas y ramas por medio de la lluvia radiactiva, se han ido asentando a lo largo de toda la biomasa del árbol y han llegado al suelo mediante procesos biológicos e hidrológicos. En este momento se mantiene en los bosques el 84% de la contaminación radiactiva alcanzada en los días posteriores al accidente. La mayor parte de ellas son conservadas por la propia tierra (94% en pinares y 73% en frondosas) y se considera una importante fuente de contaminación de las aguas subterráneas.
Sin embargo, en tierras agrícolas, la porosidad de la tierra, el pH y otros factores han condicionado la profundidad a la que han llegado los radioisótopos. Por ejemplo, en el caso de los arrozales, en el momento del accidente no estaban regados, por lo que inicialmente la mayor parte de la contaminación se mantuvo en la superficie terrestre. Sin embargo, desde la primavera hasta el otoño, la inundación anual de los arrozales ha conducido a una penetración más profunda y más rápida de{Cs. La migración a la baja continúa y es importante seguir monitorizando a largo plazo, según los investigadores.
Los accidentes de Chernobil han comparado con la evolución de la contaminación producida en los ecosistemas terrestres y han descubierto que Fukushima está desapareciendo más rápidamente la cantidad de radioisótopos de los peces de agua dulce. Según los investigadores, tres son las causas: la diferente composición de los radioisótopos, los trabajos realizados para reducir la contaminación atmosférica tras el accidente y las características de los ecosistemas locales. De hecho, las frecuentes lluvias de Fukushima, los arrozales regados y los movimientos de tierra convencionales han provocado una mayor migración de los isótopos radiactivos.
Los investigadores han pedido que se considere en el futuro lo aprendido en esta larga monitorización. En definitiva, la competencia por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero ha provocado que en Asia se estén construyendo cada vez más reactores nucleares. Podría dar respuesta a posibles accidentes. Por cierto, han subrayado la importancia de alargar la monitorización y han afirmado que, aunque en el caso de Chernobil han estado investigando 30 años, el gobierno japonés no quiere poner más dinero para ello.