Desde que el biberón empezó a sustituir a la leche materna, hemos tenido una enfermedad “nueva” en la infancia: la alergia a la proteína de leche de vaca o la insostenibilidad. Esta enfermedad, además de causar muchos enfermos, ha ocasionado muchas muertes. En la actualidad, mientras la lactancia natural se está recuperando entre las madres de alto o medio nivel cultural, en las de bajo nivel tiende a descender; a modo de ejemplo, ahora se empieza a ver, en las Consultas y Hospitales de Pediatría, el esfuerzo que se está realizando para sustituir la lactancia natural a los niños de grupos que habitualmente no el problema mencionado, como los gitanos.
No hay que olvidar que la mala preparación de la leche artificial, además de la deshidratación y la insuficiencia renal, provocó durante años una serie de consecuencias malignas cuando el biberón se puso de moda. Las leches artificiales actuales son mejores que las de 15 a 20 años, pero aún no contienen todos los ingredientes que contiene la leche materna: nucleótidos, taurina, ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, etc. Estos últimos, al parecer, son imprescindibles para el desarrollo de las membranas cerebrales y vesicales, pero sólo en los últimos 5 años se han suministrado leches artificiales con estos ácidos grasos, ya que hasta entonces no se ha conocido nada.
Entonces, ¿los niños alimentados con biberón hace 10 años tienen alguna carencia con respecto a los alimentados con leche materna? No está del todo claro, pero hay estudios que lo demuestran. Todos estos puntos nos deben llevar a una reflexión profunda que nos lleve a replantear no sólo la alimentación del lactante, sino también la de toda la infancia. Lo que tenemos que tener en cuenta es que en este siglo comienza la sustitución de la leche materna que nos alimentó durante siglos, y que esta sustitución ha sido el ensayo más peligroso e absurdo que ha realizado el ser humano a nivel alimentario y alimentario, cuando somos más conscientes de la edad con la que se ha producido.