Se ha desvelado la evolución de la plaga bubónica en Eurasia desde el Neolítico, analizando los antiguos genomas de Yersinia pestis, concretamente 17. Estos genomas han sido hallados en los dientes de 252 individuos que vivieron en Eurasia hace 5000-2500 años, entre ellos un enterrado en el dolmen de El Sotillo (Rioja Alavesa). Fue enterrada hace unos 3.300 años y es la evidencia más antigua de Yersinia pestis en la península.
La bacteria Yersinia pestis es causante de la plaga bubónica, por lo que en la Edad del Bronce se ha demostrado que ya existía esta enfermedad, ya que el hombre enterrado en El Sotillo murió bajo la peste bubónica. Además, el estudio genético de las bacterias ha demostrado que había dos cepas en Eurasia, que estuvieron simultáneamente durante al menos 2.500 años. Uno de ellos se transmitía a través de las pulgas, que perduró la cepa y causó grandes plagas mucho más tarde. En cambio, el otro se perdió en la Edad del Hierro. Según los investigadores, esta cepa perdida no se difundía a través de las pulgas, pero no saben quién era el animal que la realizaba.
Sólo dos de los genomas analizados en el estudio son cepas que se transmiten por pulgas: El Sotillo y Samara (Rusia). Esta última es 500 años más joven que la de El Sotillo, y la distancia que separa estos dos lugares (unos 5.000 km) deja claro hasta qué punto la peste bubónica estaba extendida.
El estudio, publicado en abierto en la revista PNAS, concluye que las dos cepas de Yersinia pestis evolucionaron en paralelo y probablemente abarcaron diferentes nichos ecológicos. Por otra parte, explican que el actual Yersinia pestis también puede ser transmitido sin la ayuda de pulgas, como por ejemplo, a través de las gotitas bucales, o a través de la carne o la comida de algún animal infectado, así como a través de las heces.
Sin embargo, tienen claro que las migraciones y las estrechas relaciones interpersonales tuvieron una gran importancia en la expansión de los vaqueros y en la domesticación de los animales.