Una de las consecuencias más brillantes de la Cumbre de Río de Janeiro, el Convenio de Biodiversidad, está en bancarrota tras la primera reunión del Convenio en Bahamas a principios de diciembre de 1994, de los 133 firmantes del Convenio.
Tras 30 meses de la firma del Convenio por parte de la mayoría de los gobiernos del mundo, sólo una docena de estados han organizado su plan nacional para proteger su biodiversidad. Este era uno de los puntos más importantes del Convenio. Por otro lado, el objetivo principal de la reunión de las Bahamas era establecer medidas para proteger las especies del mundo. Sin embargo, los problemas de los bosques y las selvas no han sido discutidos y eso es un gran disparate, porque en ellos vive la mitad de las especies vivientes del mundo.
Es más, tras 12 días en Nassau, no han podido acordar dónde ubicar la secretaría del Convenio. Había tres candidatos: Ginebra (sede provisional), Madrid y Nairobi, pero aparentemente no eran del agrado de los congresistas. Por otro lado, se ha retrasado durante un año la implantación de nuevos procedimientos de manejo y transporte seguro de organismos modificados genéticamente.
Uno de los puntos acordados en la reunión es la creación de una subcomisión de asesoramiento científico y técnico en materia de conservación. No obstante, este subcomité celebrará su primera reunión el próximo mes de septiembre.
Una de las decisiones “grandes” es la designación anual del 29 de diciembre como Día Internacional de la Biodiversidad.
Los representantes de las instituciones conservacionistas dejaron la reunión muy enfadada, sobre todo porque no se afectó al problema de los bosques. El problema forestal se tratará en la reunión de la Comisión de Desarrollo Sostenible de la ONU que se celebrará este año. La Comisión es consecuencia de la Cumbre de Río, pero sus decisiones no obligan legalmente al Convenio.
En la actualidad, la OMG está trabajando en la implantación de la nueva Política Forestal de la ONU. Sin embargo, Malasia y Canadá tienen la coordinación de este trabajo y, según los conservacionistas, estos dos estados utilizan una política forestal salvaje. Por tanto, el miedo de los conservacionistas es que los comités pongan la silvicultura a la biodiversidad.
Desde la Cumbre de Río se estima que entre 40.000 y 80.000 hectáreas de bosques han desaparecido, como se ve.