Está claro que una persona no puede saberlo todo. Y es que los científicos tampoco tienen formación sobre todas las áreas de la ciencia, ya que se especializan en áreas concretas. Pero no conocer algo o no saber nada de algo no significa que no exista; sólo significa que no sabemos nada sobre ese tema.
Y eso no es malo, si esa ignorancia es capaz de despertar curiosidad por el tema, es decir, si sirve para conocer premisas, para reflexionar argumentos a través de inferencias (procedimiento para llegar a una conclusión de las premisas) y para sacar conclusiones, para analizar la relación entre causas y consecuencias, para promover el debate y para contrastar diferentes fuentes de información.
Pero también hay personas que hacen sentir incomodidades por el desconocimiento, que intentan sustituir ese desconocimiento por el orgullo, cuestionando lo que desconocen, utilizando informaciones infundadas como argumento y negando el conocimiento de otros.
Hoy en día son muchos los que se atreven a cuestionar la información que la ciencia ilumina lentamente ante el desconocimiento del coronavirus.
Seguramente habrás escuchado un montón de frases de este tipo sobre el coronavirus: “El uso del musical no sirve para nada”, “La pandemia no existe”, “El Sars-Cov-2 es un virus creado en el laboratorio”, “Los asintomáticos no contaminan el virus”, etc. Son afirmaciones sin ningún tipo de base científica y, aunque todavía tenemos mucho que aprender sobre el coronavirus, la ciencia es capaz de eliminarlas con el conocimiento generado mediante el método científico.
Los negacionistas del Coronaviro, los “terraplanistas” que defienden que la Tierra es plana y los seguidores de las pseudociencias basan sus afirmaciones en argumentos infundados, sin utilizar el método científico. Sin embargo, el conocimiento que se extrae con el método científico, aunque se produzca lentamente, será más robusto que el surgido de la ignorancia espontáneamente y con argumentos infundados. Además, al ser un conocimiento basado en evidencias, será de gran utilidad para afrontar afirmaciones infundadas.
Cuando un pensador crítico recibe una información sobre algo que no sabe nada, no dirá las primeras ideas y opiniones que le vienen a la cabeza con la única intención de ocultar su desconocimiento sobre este tema. Acepta el desconocimiento e intenta aprender sobre el tema. Para ello, contrastará la información recibida con otras fuentes y tratará de conocer la opinión de otras personas (expertos/comunidad científica) al respecto. Y esto no sólo lo aplicará cuando reciba información científica, ya que cualquier persona puede actuar de la misma manera con las informaciones que recibe en su día a día.
Hay otra falacia muy relacionada con lo que aquí se explica: Argumentum ad ignoratiam. Esta falacia indica que el desconocimiento de las evidencias en contra de la idea que se defiende es una evidencia favorable. En otras palabras, trata de defender una información argumentando que no hay evidencia que demuestre lo contrario. Al utilizar esta falacia, por tanto, los argumentos no se basan en el conocimiento, sino en la falta de conocimiento, es decir, en el desconocimiento. Por ejemplo: “Nadie ha demostrado que hay vida en otros planetas, por lo que no existe”, “Los fantasmas existen, porque nadie ha demostrado que no existen”, “Nadie puede demostrar que los astros no afectan a nuestra vida, por lo que las predicciones astrológicas son ciertas”, etc.
Por todo lo anterior, cuando recibimos información sobre un tema que no conocemos, en lugar de considerar como una amenaza poner de manifiesto nuestro desconocimiento sobre el tema, debemos considerarlo una oportunidad de aprendizaje basada en evidencias y fuentes fiables.
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