¿No tenéis la sensación de que los dispositivos electrónicos y otros son cada vez más cerrados y oscuros? Los primeros aparatos (televisores, ordenadores...) podían abrirse, comprender su funcionamiento, repararse y volver a montarse, pero hoy en día es cada vez más difícil. Y no sólo porque los aparatos han ganado en complejidad, sino que los fabricantes lo han hecho intencionadamente: no traen tornillos para abrirlos y no hay más remedio que romperlos; si se abre se pierde la garantía; todos los componentes van integrados en una placa... Si se produce una rotura, aunque sea de una pequeña sección, no hay más remedio que llevarla a la tienda. Allí, los de la tienda se encuentran a menudo en el mismo estado: sólo pueden enviarlos al fabricante o dicen que es mejor y más barato comprar otro. Y esto no sólo ocurre con los ordenadores portátiles o los dispositivos electrónicos tipo tablet, sino que es una sensación cada vez más frecuente en los electrodomésticos o en los coches.
Al mismo tiempo, cada vez se ven más abusos con patentes y otros sistemas de protección de la propiedad intelectual. En la actualidad, más que proteger los inventos reales, las grandes empresas patentan conceptos muy difusos o ideas preexistentes en detrimento de las nuevas empresas y del progreso.
Todo ello nos quita poder, autonomía y ahorro a usuarios y consumidores, así como a pequeños y otros medios. Y la capacidad y el control son cada vez mayores para los productores y las grandes marcas. Todos nos quedamos en sus manos.
Este fenómeno ya se produjo en el mundo del software, tal y como os decíamos en marzo de 2012. En tiempos en los que los ordenadores sólo estaban en universidades y lugares como éste, predominaba la filosofía del hacker y era habitual compartir software de forma abierta. Pero a partir de la década de los 80, el software se convirtió en patentable y los ordenadores se extendieron por los hogares. Y desde el momento en que se convirtieron en oportunidades de negocio, las empresas comenzaron a vender únicamente el código binario o compilado del software, distribuyéndolo con una licencia de uso. Estas licencias nos permiten -y no otra cosa– el uso del software, es decir, podemos utilizar el software, pero no es el nuestro y no podemos modificarlo, repararlo o mejorarlo, ni siquiera para nosotros. Lo mismo que ocurre actualmente con el hardware, es decir, con los dispositivos.
Pero luego surgió el movimiento del software libre, que además de ejecutar el software, reivindica el derecho a analizarlo, mejorarlo e incluso redistribuirlo. Para ello es necesario tener abierto el código fuente del software. Siguiendo esta filosofía, muchas personas y empresas han desarrollado numerosos programas. El sistema operativo Linux fue uno de los pioneros y posteriormente se han desarrollado numerosos programas básicos (navegador Firefox, suite de ofimática LibreOffice...). En los ordenadores de sobremesa no tienen demasiada difusión, pero el software libre predomina en otros ámbitos como los superordenadores, la infraestructura web, los teléfonos móviles, etc.
Ahora con el hardware se ha creado un movimiento con la misma filosofía: el hardware libre. En este movimiento, toda la información sobre el hardware de los dispositivos tecnológicos (planos, esquemas, diseño de circuitos integrados, instrucciones de montaje, etc.) y todo el software son abiertos y libres. Así, al igual que con el software libre, estos dispositivos pueden ser producidos, vendidos, modificados, mejorados y redistribuidos por cualquier pequeña empresa, promoviendo el progreso y evitando monopolios. Y los usuarios también tenemos control sobre los dispositivos, ya que con ellos podemos hacer lo que queremos: montar, abrir, analizar, reparar, mejorar...
Arduino es uno de los líderes y más conocidos del mundo del hardware libre. Arduino está formado por una placa de hardware libre y un microcontrolador, además de un entorno de desarrollo. Dispone de varias entradas analógicas y digitales en las que podemos conectar sensores o interruptores y varias salidas para conectar motores o actuadores. Todos los ingredientes son baratos y nosotros podemos montar una placa de Arduino, comprando los ingredientes y viendo los planos; o podemos comprar la ya compuesta. Al final es un ordenador pequeño y barato, pero podemos sustituir las entradas habituales de los ordenadores (teclado, ratón...) o salidas (pantalla, impresora...) por los sensores y motores que queremos.
De esta forma, conectando los sensores, motores, etc. que necesitamos en las entradas y salidas y escribiendo un programa a través del entorno de desarrollo, podemos hacer el electrodoméstico, aparato o dispositivo electrónico deseado. Este aparato, que es para necesidades específicas tan raras y que no haría ningún fabricante, pero que se adapta perfectamente a nuestras necesidades, lo podemos hacer nosotros. Si quieres aprovecharlo, Internet está lleno de planos, instrucciones y vídeos de los dispositivos realizados por el público con Arduino, y en la propia web de Arduino hay un montón de gente compartida: un dispositivo para abrir la puerta del garaje con el teléfono móvil, un cerrador de ventanas para que no se produzcan ruidos durante el paso del tren, robots... Hay miles de ideas locas, pero son las que se pueden hacer con Arduino: un dispositivo de encendido de luces y cierre de persianas cuando oscurece, un ventilador del baño cuando se detecta el metano...
Arduino se utiliza en muchas escuelas para enseñar informática y electrónica, así como para prototipar en empresas. También hay un documental sobre Arduino (Arduino The Documentary).
Arduino es una pequeña placa programable muy básica que sirve para hacer con ella su propio dispositivo electrónico. Pero eso exige atrevimiento y unos conocimientos mínimos de electrónica e informática. Muy apropiado para el hacker que nos gusta meter las manos en los tripas de los dispositivos, pero quizá no tanto para los usuarios finales.
Sin embargo, en la actualidad existe la posibilidad de encontrar cualquier tipo de dispositivo como hardware libre: ordenadores (muchos y diversos tipos), tablets, smartphones, cámaras de fotos y vídeo, radios, componentes de ordenadores (CPUs, tarjetas gráficas...), Impresoras 3D, robots, videoconsolas… ¡y también coches!
El hardware libre es muy interesante para los que nos gusta adquirir y usar dispositivos y tener control sobre ellos: desmontar, saber cómo funciona, reparar... Por eso es muy apropiado para la educación o para que personas de países en vías de desarrollo puedan disponer de dispositivos electrónicos. Aunque por el momento es relativamente reciente, en el futuro vamos a escuchar mucho sobre tecnología libre.