A pesar de que llegó a Nueva York con bastante dinero, la suerte no fue favorable para Meucci. A causa de varios siniestros y fraudes, el dinero se escapa. Y en 1874 no tuvo oportunidad de renovar la solicitud de patente de su teletrófono solicitado tres años antes, mucho más barata que la propia patente. Dos años después sintió la ira cuando un joven escocés conoció la invención patentada. Alexander Graham Bell era un joven que patentó el teléfono.
La historia del teletrófono de Meucci comenzó en La Habana. Allí eran inmigrantes el matrimonio Antonio Meucci y Ester Mochi, venidos en 1835, empujados por la situación política, dejando atrás Florencia para siempre.
Trabajó en diversos teatros en Florencia, como técnico de escenario, y también cuando llegó a La Habana, empezó a trabajar en el Gran Teatro de Tacón.
Pero la obra de Meucci no se limitaba al teatro. Inventor y experimentador apasionado. Durante sus años en La Habana inventó un sistema de depuración de agua y una nueva técnica de galvanoplastia. También investigó la "electromedicina". Montó un laboratorio en la parte trasera del teatro y comenzó a investigar la curación de pulsos eléctricos. Su secreto estaba en el control exacto de la potencia y duración de los pulsos. En opinión de Meucci, la aplicación de pulsos cortos y pequeños podía tratar el dolor y algunas enfermedades. Y más aún, esta técnica podía contribuir a la regeneración de tejidos y huesos. Los servicios de Meucci pronto se popularizaron en La Habana.
En 1849, Meucci tuvo una sorpresa. Un paciente migrañado acude en busca de remedio. Meucci le sentó en la silla y le colocó un electrodo de cobre en la boca entre los dientes y le dijo que sujetara al otro con la mano. Los pulsos eléctricos se producían desde la habitación contigua a la que el paciente gritó cuando se fue al tratamiento. Meucci se quedó loco: ¡aquel grito vino del cable!
Inmediatamente comenzó a investigar este fenómeno. "Me di cuenta --contó años después - de que había conseguido transmitir la palabra a través de un hilo conductor unido a unas baterías, y enseguida le llamé telégrafo parlante."
Al año siguiente, el contrato del teatro no fue renovado y el matrimonio decidió irse a Estados Unidos. Allí, Samuel F gozó de gran prestigio. B. Mors, gracias a su invención, y Meucci también pretendía desarrollar y explotar su descubrimiento.
Se instalaron en Staten Island, Nueva York. Compró su casa y puso en marcha una fábrica de velas. Las velas no le dieron mucho dinero, pero sí para vivir y avanzar con sus experimentos. En los próximos años trabajó en el taller junto a la casa para mejorar ese telégrafo parlante. Y, hacia 1854, instaló un prototipo en el paso del taller a la habitación de la casa, para poder comunicarse con una mujer inválida en la cama por la artritis reumatoide.
Así lo describe el propio Meucci: "La esencia de la invención es un diafragma vibratorio y un magneto electrificado por un hilo en espiral. Al vibrar los sonidos de la palabra, el diafragma, en cada vibración, actúa sobre la corriente del magnético, generando interrupciones muy rápidas de la electricidad, como las vibraciones del diafragma. Estos cambios de corriente, al llegar al otro extremo del hilo, provocan vibraciones análogas al diafragma receptor, que reproduce la palabra".
Llamó teletrófono a este invento. Pero había que mejorar, porque las palabras no se entendían bien. Así que siguió trabajando. En los próximos años creó unos 30 prototipos.
También inventó velas de parafina y en 1860 puso en marcha la primera fábrica de velas de parafina del mundo. Pero los fraudes de unos deudores llevaron a la fábrica a la derrota y Meucci se quedó sin bienes. Al año siguiente sacaron a subasta su casa. Afortunadamente, el comprador de la casa le dejó seguir allí sin pagar renta.
Meucci no se resignó al teletrófono. Y en diciembre de 1971 funda Telettrofono Company, junto con otros tres italianos. Pero la compañía tuvo un recorrido corto. Cuando llegó el momento de pedir la patente, Meucci sólo obtuvo 20 dólares, aportados por un socio de la compañía. Para el pago de la patente se necesitaban 250 dólares, y en su lugar, el 28 de diciembre de 1971 solicitó una patente cuyo coste era de 10 dólares.
Solicitud de patente en mano, Mr. Edward B. Vicepresidente de Wester Union Telegraph Co. Meucci acudió a Grant y le dio los diseños del teletrófono para ver si podían avanzar juntos. Durante dos años Meucci sólo oyó estiramientos y excusas. Y al final Grant le dijo que todo el material que había dejado Meucci se había perdido.
Cuando Bell patentó el teléfono en 1976, Meucci inició una apasionada lucha judicial contra él. En uno de esos juicios se publicó que Bell tenía un acuerdo oculto con Wester Union Telegraph Co. para destinar el 20% de los beneficios de Bell. En 1887, en otro juicio, condenó a Bell por fraude y dio la razón a Meucci, pero no sirvió para muchos. De hecho, Meucci había perdido todos sus derechos desde 1774, cuando no había renovado su solicitud de patente. En 1889, el caso se cierra con la muerte de Meucci y el imperio de Bell continúa.
P. S: En 2002, el Congreso de los Estados Unidos reconoció oficialmente que Antonio Meucci fue el primero en acertar el teléfono. En la resolución se dan varias razones para ello. Entre otras cosas, se menciona que Bell trabajó en el mismo laboratorio en el que se perdieron los diseños de Meucci, y se dice que si Meucci hubiera podido pagar una solicitud de patente de 10 dólares, Bell no podría obtener la patente.