Cogió el microscopio en la mano y lo acercó mirando al máximo. Empezó a buscar el ángulo más adecuado para conseguir la luz que necesitaba. Había que mantener el microscopio inmóvil... Lo que había en aquella muestra de agua era increíble: ¡el "animal" que se movían estaba lleno de diminutos! Antoni van Leeuwenhoek tenía un problema: estaba viendo seres que nadie había visto...
Los miembros de la Royal Society de Londres estaban alterados por las cartas de van Leeuwenhoek. El primero llegó en 1673, escrito en el bajo holandés (el único idioma que sabía Leeuwenhoek). Leeuwenhoek no era un científico, sino un comerciante textil de la ciudad de Delft (Holanda), con una educación básica. Pero los científicos más punteros se sorprendieron. Y es que estaba viendo cosas que ni siquiera sabían que existían, con microscopios hechos con sus manos, si lo que decía en esas cartas era cierto.
La primera carta sí que era creíble. Leeuwenhoek narraba cómo uno de los miembros más prestigiosos de la Royal Society, Robert Hooke, repitió algunas de las observaciones publicadas en el libro Micrographia en 1665: un lujurioso y el aguijón y el ojo de una abeja. Eran observaciones muy buenas, más detalladas que las de Hooke. Los miembros de la Royal Society publicaron en la revista Philosophical Transactions la carta de Leeuwenhoek y animaron al holandés a seguir trabajando por este camino.
Tenía unos cuarenta años, cuando empezó a hacer microscopios. Seguramente fue en 1668 cuando quedó fascinado por la Micrographia de Hooke, que la obtuvo.
Los de Leeuwenhoek eran microscopios muy básicos. Primero fabricaba unas lentes de vidrio muy pequeñas, cuanto más pequeñas mejor, y las metía en un agujero hecho en una plancha de latón, cobre o plata. Las muestras se colocaban en una punta afilada situada delante de la lente y se podían subir y bajar mediante unos tornillos, acercarse y alejarse o girar. Los microscopios tenían entre 2 y 8 cm en total.
Estos microscopios no fueron inventados por Leeuwenhoek. Fueron descritos por el propio Hook en su libro. Pero Hooke los descartó por su difícil manejo, sustituyéndolos por "microscopios compuestos" de dos lentes.
La verdad es que los microscopios de Leeuwenhoek no eran accesibles para todos, eran demasiado pequeños y debían ser manejados con una gran finura. Se necesitaba mucha habilidad y mucha paciencia para ver algo con ellas.
Pero si Hooke consiguió ampliaciones de 30, Leeuwenhoek superó los 200. El mayor secreto estaba en las lentes. Y, precisamente, mantuvo su fabricación en secreto. Aún no sabemos cómo los hacía*.
Se estima que realizó unos 500 microscopios. Y sus descubrimientos no fueron pocos. En la segunda carta enviada a la Royal Society, el 1 de junio de 1674, describe las células sanguíneas (eritrocitos) de seres humanos, cerdos, aves y peces. Y también calculó su tamaño. Estimó que en el diámetro de un grano de arena se introducían al menos 100 células de sangre, y que un grano de arena tenía 0,85 mm, lo que determinó que las células sanguíneas eran inferiores a 8,5 µm (ahora sabemos que los eritrocitos humanos tienen un diámetro aproximado de 7,7 µm).
Ese mismo año, al final de una carta en la que se explicaban los detalles de la estructura del ojo humano y de los cristales de sal, de repente cambiaba de tema y contaba lo que encontró en un lago junto a su casa: "...muchos animales pequeños entre ellos, algunos eran redondos, algunos algo mayores eran ovalados. Luego vi dos patas alrededor de las cabezas de este último tipo y dos pequeñas aletas en el otro extremo de su cuerpo".
Llamó a estas criaturas pequeñas animalillos. Y fue encontrándose cada vez más, en las aguas de los pozos, en las infusiones de pimienta, en los vinos... aparecían casi todas partes. Así descubrió algas microscópicas, protozoos, rotíferos, ciliados, etc. Como en todas las observaciones anteriores, las describía con gran detalle.
Por su parte, los de la Royal Society no sabían cómo tomar esos descubrimientos. Porque sólo Leeuwenhoek podía ver a todos estos seres. Decía además que había más de un millón en una gota de agua. Para que todo ello fuera científicamente aceptable era necesario que esas observaciones fueran repetibles. Pero los ingleses ni siquiera con su mejor tecnología conseguían ver lo visto por Leeuwenhoek.
Afortunadamente tenían Hooke; si alguien lo podía conseguir, él lo habría conseguido. Y al final, tras varios intentos, lo consiguió en noviembre de 1677: tras dejar durante varios días una infusión de pimienta, vio "un montón de animales nadando de un lado a otro".
En 1680 el comerciante holandés fue miembro de la Royal Society. Pero las polémicas no terminaron. Cuando descubrió espermatozoides, por ejemplo, aumentaron las críticas. Leeuwenhoek escribió: "Sé que muchos no aceptan mis escritos porque consideran imposible este tipo de hallazgos. Hay cosas que están diciendo que estoy en brujería, enseñando a la gente lo que no existe, pero hay que perdonarlos porque no llegan a más. Sé bastante bien que en toda la universidad hay personas que no creen que en la semilla de los hombres hay seres vivos. Pero estos no me preocupan, sé que lo estoy haciendo correctamente."
En 1683 realiza otro interesante descubrimiento al analizar una muestra extraída de sus dientes. Descubrió un montón de animales: "los más grandes tenían movimientos muy rápidos y fuertes, se movían a toda velocidad, como los peces en el agua". Posteriormente toma muestras de dos hombres viejos que no limpiaron los dientes durante toda su vida: "era increíble cuántos animalitos había; nadaban más intensamente de lo que vi. Los más grandes subían con el cuerpo curvado hacia arriba. El resto estaban en tan grandes cantidades que parecía que todo el agua estaba viva". Estaba viendo bacterias.
Leeuwenhoek siguió descubriendo hasta el último día de su vida, que murió a los 90 años. Mirando desde sus microscopios descubrió un nuevo universo. Un universo maravilloso: "aquellos animalillos tenían movimientos de este tipo, eran rápidos, diferentes, hacia arriba, hacia abajo, girando... era maravilloso verlos".
*Actualización (28-03-2018):
En la ciudad natal de Leeuwenhoek, en la Universidad de Tecnología de Delft (Holanda), unos investigadores acaban de aclarar cómo hacía las lentes.
No había luz lente si la hacía con vidrio pulido o soplado. El propio Leeuwenhoek nunca sugirió que inventó una nueva técnica para trabajar el vidrio soplando. Sin embargo, parece que intentaba guardar mejor el secreto.
Investigadores de Delft analizan un microscopio de Leeuwenhoek utilizando tomografía de neutrones. Gracias a esta última tecnología, han podido analizar la formación de su lente sin destruir ni dañar el microscopio. Y han descubierto que Leeuwenhoe era un gran pulidor de vidrio. Ahora quieren saber si utilizaba algún tipo de vidrio especial. Pronto lo descubrirán a través de la espectroscopia de gamma.