Estaba sentado en una habitación de la Analytical Society de Cambridge, con la cabeza inclinada hacia la mesa, pensativa; y en la mesa con las tablas de logaritmo abiertas. Cuando un compañero entra en la habitación y lo ve en esa actitud, "Babbage, ¿con qué estás soñando?" preguntó. "Estaba pensando en que todas estas tablas fueran calculables por una máquina... ¡Pido a Dios que estos cálculos se hagan con la fuerza del vapor! ".
El joven Charles Babbage estaba preocupado por el número de errores de aquellas tablas. En aquella época, XIX. A principios del siglo XX se publicaban libros llenos de tablas numéricas imprescindibles para navegantes, distribuidores, ingenieros y científicos en general. El propio Babbage, matemático, tenía experiencia en este tipo de tablas y sabía lo laborioso y difícil que era el trabajo. Y estaba convencido de que mientras la elaboración de esas tablas estaba en manos de las personas, los errores serían inevitables.
Por eso empezó a soñar con las máquinas de vapor que iban a hacer esos cálculos. De hecho, el jefe de Babbags no estaba hecho para estar quieto. Entre otras cosas, inventó diversos dispositivos ferroviarios, incluyendo el oftalmoscopio, practicó criptografía, descubrió que los anillos de los árboles fósiles servían para conocer el clima del pasado, propuso el sistema de franqueo de correo que utilizamos actualmente, etc. Una vez se metió en un horno de más de 100ºC durante unos minutos y llegó a la conclusión de que sería capaz de bajar al cráter de Vesuvo. Descendió años después.
Pero la mayor pasión llegó por el camino soñado en aquella sala de la Analitical Society. Diez años después, en 1822, presentó en la Royal Society el diseño de la "máquina diferencial". Esta máquina sería capaz de calcular funciones polinómicas e imprimir resultados utilizando el método de diferencias finitas. Se trataba de una máquina llena de ruedas metálicas dentadas empotradas en varios ejes, con unas 25.000 piezas y un peso aproximado de 15 toneladas.
La idea tuvo muy buena acogida y Babbage convenció al Gobierno para financiar este proyecto. Pero diez años después no consiguieron construir la máquina, y en 1833 el gobierno decidió abandonar el proyecto.
Babbage no cesó. Más aún, para entonces había una idea mejor. De hecho, se dio cuenta de que una máquina que calculaba funciones polinómicas debía ser capaz de realizar cualquier otro cálculo. Debía rediseñar la máquina para que sus mecanismos pudieran ser utilizados de diversas formas. Y para ello tenía que encontrar una manera de decir a la máquina cuál de las acciones que podía realizar debía elegir, es decir, una máquina programable. El primer ordenador estaba en la cabeza de Babbage.
La llamó "máquina analítica". En 1834 ya había realizado sus primeros borradores. Disponía de un mecanismo de entrada en el que se podían introducir números o instrucciones, un "procesador" para realizar los cálculos, una unidad de control para garantizar que los cálculos se realizaran en el orden adecuado, un cuarto almacén o memoria donde las cifras quedarían a la espera de su turno y, finalmente, un mecanismo de salida que daría el resultado impreso.
La máquina fue diseñada para almacenar 1.000 números de 50 decimales en el almacén. Y para dar órdenes o instrucciones Joseph Jacquard tomó la idea de las tarjetas perforadas de cartón inventadas en 1801 para los telares.
En aquella época conoció a la joven Ada Lovelace. Y quedó fascinado por su talento. Esta niña de dieciocho años se interesó por las máquinas de Babbage, y fue capaz de comprender realmente las ideas de Babbage, lo que habría influido también en esa fascinación.
Ada Augusta Byron, hija del poeta Lord Byron (Ada Lovelace le ha quedado por ser condesa de Lovelace). Tras separarse del poeta a los cuatro meses de Ada, Anne Isabella Milbank intentó alejar al máximo a su hija del camino paterno, y por eso la puso a estudiar matemáticas desde pequeño.
Para cuando conoció a Babbage era un hábil matemático. Babbage le discípulo y Lovelace fue su mejor compañero. A pesar de que muchas veces le trataba como un simple ayudante, admiraba sus dotes, al que llamó "encantador de números".
Continuaron trabajando juntos con la máquina. Y Lovelace escribió el primer "programa" para la máquina analítica, que serviría para calcular los números de Bernoulli si la máquina se hubiera construido. Por ello, Lovelace se considera el primer programador.
Lovelace veía claramente su capacidad: "esta máquina puede hacer cualquier cosa que seamos capaces de decir cómo hacerlo", señalaba. Pero tras el fracaso de la anterior máquina, Bagagg no tenía muchas esperanzas de construir aquella máquina milagrosa. En 1835 escribe a un admirador americano: "Serás capaz de detectar qué influencia tendría una máquina de estas características en el progreso de la ciencia. Yo vivo en un país incapaz de apreciarlo".
También había perdido la confianza del gobierno y gastado sus bienes con la máquina anterior. Para conseguir dinero, Lovelace y Babbage también buscaron desarrollar un método para ganar apuestas hípicas, pero tampoco tuvieron éxito.
Lovelace falleció a los 37 años por cáncer. Babbage siguió afinando el diseño de su máquina durante toda su vida. Pero fue alejándose de una sociedad que no creía en sus ideas y del gobierno. Poco a poco se convirtió en un pobre anciano sano marciano. Y al final se hizo más famoso que por su trabajo, por su campaña contra los músicos callejeros. El Gobierno recogió en una lista los "instrumentos de tortura que admite el uso diario y nocturno de las calles de Londres". En él incluyó "órgano, violín, gaita, acordeón, trompeta, tambor...".
P.S. : El Museo de la Ciencia de Londres decidió construir la última versión de la máquina diferencial de Babbags, siguiendo los planos originales. Fue presentado en 1991, con motivo del 200 aniversario del nacimiento de Babbage, y desde entonces está expuesto en el museo. Funciona perfectamente.