Horace Wells, descubridor de la anestesia... y víctima

Etxebeste Aduriz, Egoitz

Elhuyar Zientzia

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Ed. Manu Ortega/CC BY-NC-ND

Horace Wells estaba atento al espectáculo. Al escenario salió un espectador de su lado. Respiró gas y de repente se quedó mirando a otro espectador. Parece que aquel desconocido era su mayor enemigo. Saltó del escenario y se lanzó a buscarlo. La víctima inocente, asustada, huyó a toda velocidad. El voluntario, afectado por el gas, intentó perseguirle, tropezando entre las sillas. El público grita y aplaude.

En aquella época era bastante habitual el uso recreativo del óxido nitroso (gas de la risa). Gardner Quincy Colton realizaba espectáculos con este gas, entre ellos el 10 de diciembre de 1844. Al final, cuando la víctima humana se escapó y el voluntario volvió a su silla, Horace Wells se dio cuenta de que la pierna estaba herida. Sin embargo, el voluntario no sintió ningún dolor hasta que se le pasó el efecto del gas. Wells lo vio claro: aquel gas eliminaba el dolor y eso era maravilloso.

De hecho, Horace Wells era dentista. Y en aquellos tiempos en los que no existía anestesia, acudir al dentista no era una experiencia agradable. El propio Wells sufría, además, por el dolor que afectaba a sus clientes, hasta el punto de que, tras una intervención especialmente dolorosa, se negaba a trabajar durante varias semanas. No podía soportar tanto dolor a los pacientes. Y en más de una ocasión estuvo a punto de abandonar el oficio.

Por ello, al ver que el óxido nitroso eliminaba el dolor no perdió tiempo. A la mañana siguiente pidió a Colton que traiga una bolsa de gas. La primera prueba de sí misma. Pidió al amigo dentista Riggs la extracción de un pincho. Con la ayuda de Colton cogió el gas y le arrancó el tejo. "¡Este es el mayor descubrimiento de la historia!" cuando se dio cuenta de que no sintió ningún grito picante.

Aprendió de Colton cómo dar gas a los pacientes. Llenaban de gas una vejiga y, por medio de un tubo de madera, se lo entregaban a la boca mientras le cerraban los orificios nasales. El mes siguiente Wells probó con una docena de enfermos, funcionando perfectamente. Entonces, William Morton, alumno y compañero de Wells, le sugirió que hiciera una exhibición pública. Con recelo, pero aceptó Wells.

En la sala del Hospital General de Massachusetts se reunieron un buen número de estudiantes y médicos para asistir a la exhibición de Wells. Pero ese día Wells no tuvo la suerte de acompañarla y las cosas no salieron como esperaban. En algún lugar, el gas fue insuficiente, y cuando el paciente empezó a arrancar el tejo, las quejas dolorosas fueron evidentes. Aunque luego reconoció que el paciente sintió menos dolor de lo normal, los médicos y el público allí presentes lo consideraron un fraude. Malgastado y destrozado salió de aquella exhibición. Y la cabeza no podía levantarse.

Un año después, en 1846, el que fuera su maestro en la misma sala en la que Morton iba a conseguir el éxito con otro gas. Morton llama a su sustancia "Letheon" y así lo patentó. Pero básicamente esta sustancia era éter (mezclada con un poco de aceite de naranja) y todos sabían, por lo que la patente no le sirvió mucho.

Sin embargo, Morton se proclamó como descubridor de la anestesia. Wells se opuso contra él y Charles T, ex profesor de Morton. Jackson. Jackson decía que él mismo le enseñó que el éter podía ser utilizado como anestésico. Jackson y Morton iniciaron una gran batalla.

Por su parte, Wells decidió viajar a Nueva York para probar si allí conseguía un mayor reconocimiento y éxito. Inicio de pruebas con cloroformo. Para entonces ya se comprobó que la sustancia era también anestésica efectiva. Pero Wells cayó a merced del cloroformo hasta perder la cabeza. El día que cumplió 33 años, salió a la calle bajo la influencia del cloroformo y echó ácido a dos prostitutas.

Fue trasladado a prisión. Allí, a medida que pasó el efecto de la droga, se dio cuenta de lo que hizo. No pudo soportarlo. Tan pronto como pudo se suicidó cortando una arteria de la pierna con cuchillo de barba. No sintió dolor gracias al cloroformo que había tomado antes.

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