El 15 de junio de 1860, a los 24 años de edad, Elizabeth dijo a sus padres que quería ser médico. Mi padre arrugó la frente. La reacción de su madre fue peor: enfermó con dolor de descontento y depresivamente en los próximos años por la decisión de la desgracia de su hija. Y es que una mujer era médico... eso era impensable e incluso vergonzoso para muchos.
Elizabeth Garrett vivía en el papel de la hermana mayor de una acomodada familia de siete hermanos. Era una vida cómoda. Pero necesitaba algo más. "Si no es medicina, será otra cosa, pero yo no puedo vivir sin trabajo real! ", le dijo a su padre.
Ser médico no tenía una antigua vocación. Decide un año antes cuando conoce al doctor Blackwell. Blackwell provenía de Estados Unidos, pero su origen era inglés. Y ella también era mujer, también era Elizabeth.
Fue Elizabeth Blackwell quien realizó la mayor parte, la más dura, del difícil camino que Garrett quería emprender. En 1834, cuando se quemó la refinería de azúcar de su padre, los Blackwell emigraron a Estados Unidos. Elizabeth tenía entonces 11 años, el tercero de ocho hermanos. Eran muy devoradores, cuaceros: reivindicaban a los ojos del dios que todas las personas son iguales. Defendían, entre otras cosas, la abolición de la esclavitud y el derecho a la educación de las mujeres.
Elizabeth se encontró con su vocación en 1845 cuando visitó a un amigo que padecía una grave enfermedad ginecológica. Su amigo le indicó que consideraba que se necesitaban mujeres médicas y que pensaba que él podría salvarle si hubiera sido visto por una doctora, ya que le iba a indicar más fácilmente las molestias iniciales que a un hombre. "En tus estudios eres bueno y tienes salud y tiempo. ¿Por qué no estudias medicina? ", le propuso su amigo.
La respuesta fue negativa: "Odio todo lo que tiene que ver con el cuerpo y tampoco podría soportar ver un libro de medicina". Pero, tras la muerte de su amigo, aquella idea fue tomando fuerza, quizá porque era un gran reto. "Poco a poco la idea de ser médico empezó a tomar la forma de una gran lucha moral, y las luchas morales eran para mí muy atractivas", diría años después.
Empezó a apuntarse a las clases. Pero en todos ellos se negaba: la medicina no era para las mujeres. El doctor William Ashmead le aconsejó: "te recomiendo seriamente que madam , abandone esta ambición antinatural y se acoja a las capacidades reales propias de tu sexo".
No cesó. Y siguió recibiendo negativas, una y otra vez. Pero un día ocurrió algo extraño en la escuela de medicina de Ginebra (Nueva York). Al ver que la petición de Blackwell iba acompañada de una carta del prestigioso doctor Elder, no se atrevieron a negarse directamente. El decano tuvo la idea de rechazar la petición sin mojarse demasiado: que los alumnos votaran. A los alumnos les pareció más divertido votar a favor de la aceptación.
Se graduó en 1849. Pero las dificultades no acabaron. Necesitaba experiencia y no era admitido en hospitales. Consiguió ingresar en la Maternité de París, no como médico, sino como matrona. Un año después trabajó en el St. Bartholomew's Hospital de Londres. Y en 1851 vuelve a Nueva York. Alquiló una casa y colocó una placa en el exterior: 'Elizabeth Blackwell, doctora en medicina'.
Luego abrió una enfermería, y en 1857, con su hermana Emily, que también la siguió, y con la ayuda de la doctora polaca Marie Zakrzewska, se convirtió en el Hospital de Nueva York para Mujeres y Niños.
Dos años después, en Inglaterra, la joven Elizabeth Garrett descubrió que Blackwell iba a venir a Londres. El Dr. Blackwell, bajo el título "La medicina como profesión para las mujeres", impartiría varias conferencias. Y tras una de ellas tuvo la oportunidad de conocerla. Blackwell pensó que Garrett era un joven que quería seguir sus pasos, y en esa línea fue la entrevista. Y así surgió a Garrett el macho de la medicina que nunca había tenido hasta entonces.
En 1860 pidió su admisión como estudiante en la escuela del Hospital de Middlesex y le rechazaron. Pero a cambio de una donación le dieron la oportunidad de asistir a clases sin ser alumno oficial.
Pronto demostró que su compañero de clase superaba con facilidad. Y al final, un grupo de alumnos pidió que Garretti prohibiera asistir a clases. Y conseguirlo.
Para seguir estudiando, intentó apuntarse a varias escuelas. Finalmente, la Asociación de Farmacéuticos aprobó la realización del estudio de licenciatura de Garretti. Para ello tuvo que seguir tomando clases particulares. En 1865 se presentó al estudio junto con otros 7 alumnos. Sólo tres consiguieron el título, entre ellos Garrette. La Asociación de Farmacéuticos decidió modificar los estatutos para evitar la entrada de mujeres.
Una vez licenciada, abrió en Londres una enfermería para mujeres y niños. Pero tampoco quería renunciar al doctorado, para lo que tuvo que viajar a Francia. Fue aceptada en la Sorbona. Estudió francés y se doctoró en 1870.
En 1872 la enfermería se convierte en el Nuevo Hospital para la Mujer y la Infancia (New Hospital for Women and Children). Y en 1874, el propio Garrette, las hermanas Blackwell, que en 1868 tenían abierta otra en Nueva York, Sophia Jex-Blake y Thomas Huxley, abrieron la Escuela de Medicina para la Mujer de Londres. Allí fue profesor Garrett. Y también Blackwell, que tomó la cátedra de ginecología, donde trabajó hasta que en 1907 se retiró por motivos de salud. Ellos fueron los últimos pasos de Blackwell. Por su parte, Garrett seguía dando otras. En 1908, por ejemplo, fue elegido alcalde de Aldeburgh. La primera mujer doctora británica fue la primera alcaldesa de Inglaterra.