En las campas de Kingscote (Gloucestershire, Inglaterra), el 2 de septiembre de 1784, aquellos que vieron bajar el globo del cielo no olvidarían de inmediato aquella imagen. "Los seguidores estaban tan asustados, les costó mucho acercarse", recogió Gloucester Journal. No es de extrañar que en aquella época los globos aerostáticos eran muy conocidos. El primero, despedido en Francia dos años antes, asustó a los segalaris para convertirse en uno de los primeros en Inglaterra. Partió de Berkeley, a unos 16 kilómetros de la mano de Edward Jenner.
Jenner no era experta en estas cuestiones. Pero tenía grandes dotes para experimentar e investigar, y en aquella época se estaban haciendo las primeras pruebas con globos, ni él ni siquiera podía quedarse sin hacer su propia prueba. Jenner iba a hacer mucho más que despegar globos, pero, aunque sea en el terreno personal, este experimento tuvo su importancia. El globo de hidrógeno acabó su vuelo en tierras de Anthony Kingscote. Y allí Jener conoció a una de las tres hijas de Kingscot, Catherine. 4 años después se casaron.
Jenner era médico de oficio. Aprendió con un cirujano a los 14 años y a los 21 John Hunter viajó a Londres para formarse con el cirujano más prestigioso de la época. Pronto se convirtió en estudiante de los ojos de Hunter y en amigo de toda la vida.
Además del oficio, la afición reunió a los dos amigos. Jenner se aficionó desde pequeño a todo lo relacionado con la naturaleza, y especialmente a los animales. A Hunter y a ambos les suscitaba una gran curiosidad saber cómo algunas plantas y animales podían parar su vida durante el invierno. Así, Jenner, impulsada por Hunter, investigó las temperaturas corporales de los erizos. Y en el estómago de los erizos que hibernaban también puso comida para ver si digerían.
Jenner también investigó las migraciones de aves. Y por primera vez observar el comportamiento de los cucos recién nacidos. El cuco pone su huevo en los nidos de pájaros de otra especie. Los huevos propios del huésped desaparecen y se culmina con el cuco madre. Jenner descubrió que el cuco recién nacido era el que empujaba a los otros huevos o pollos aguas abajo del nido, y para ello descubrió que los jinetes de cuco tenían una depresión en la espalda que les ayudaba a manejar los huevos y que desaparecía en 12 días.
Durante su estancia en Londres, Cook también le ofreció un puesto como naturalista en la segunda expedición del capitán. Pero afortunadamente decidió volver a Berkeley para dedicarse a la medicina.
En aquella época, el viruela estaba provocando numerosas muertes en toda Europa. La única manera de hacer frente a la enfermedad era la que Lady Mary Wortley Montague vio en Turquía y la trajo a Inglaterra: inyectar la pus de aquellos que tuvieron un rincón más débil. Los supervivientes no cazaban más viruela. Pero eso no siempre sucedía.
A Jenner también le dieron este tratamiento de pequeño. Sufrió muchísimo y nunca olvidó aquella experiencia. Ella también utilizó esta técnica para proteger a sus pacientes de la orilla. Pero llevábamos tiempo pensando en otra cosa. Había oído que los que atrapaban la viruela de vaca contaminada por las vacas nunca cazaban. Y Jenner se hizo caso del rumor que estaba en la calle.
El bovino es una variante del arcén común que afecta a las ubres de las vacas. Las mujeres que ordeñaban las vacas, a veces se contagiaban con la cabaña de vacas, provocando unos días de malestar y unos granos, pero nada grave. Y esas mujeres quedaban inmunizadas respecto al baztanga común.
En mayo de 1796, Sarah Nelmes acudió a Jenner preocupada por una ley que le salió en brazos. El médico cree que no era un rincón, diagnosticó el de la vaca. Sarah corroboró el diagnóstico: su vaca Blossom acababa de tener una viruela bovina. Era la oportunidad de Jenner. Tenía que meter la viruela de vaca a alguien que aún no había tenido viruela.
James Phipps, hijo de ocho años de su jardinero. Le hizo unas heridas en el brazo del niño y le metió el material extraído de la ley de Sarah. Al cabo de unos días enfermó: tenía una viruela de vaca. Ahora faltaba la última prueba. Al niño le introdujo el virus del Baztanga Común y, como era de esperar, no enfermó. Ni en aquella época ni en todas las siguientes.
Tras Phipss, prueba con otros niños. Y también con su hijo de 5 años. En 1798 publicó un trabajo que demostraba que la viruela de vacas servía para protegerse del arcén común. Fue el primer trabajo científico sobre una vacuna. Y, por ello, Edward Jenner se considera hoy el padre de la inmunología. Desde entonces la vacuna se llama vaccine en inglés y vacuna en castellano (del latín vacca).
Pero el éxito de la técnica no llegó pronto. La introducción en el cuerpo del material procedente de las vacas causaba temor a que los vacunados se "pudieran observar" de alguna manera. Pronto aparecieron también los dibujos de los hombres con cabeza de vaca. Y desde el punto de vista religioso también era un problema la introducción en la sangre de sustancias de seres inferiores al ser humano.
Sin embargo, Jenner avanzó y comenzó a distribuir su material por todo el mundo. El rival, contrario, fue ampliando el uso de la técnica y, finalmente, Jenner consiguió el máximo reconocimiento y reputación. Napoleón también mandó insertar sus tropas. Y cuando Jenner le escribió pidiendo que liberara a unos prisioneros ingleses dijo: "Ah, Jenner, no puedo negarle nada".
En 1801, al escribir sobre la difusión de la vacuna, terminó: "...el resultado final de estas acciones debe ser la eliminación total del baztanga, la más terrible pena contra el hombre". Se tardaron 180 años en cumplir la predicción de Jenner, pero el viruela ha sido la primera enfermedad que se ha eliminado completamente. En 1980 la Organización Mundial de la Salud declaró formalmente: "¡Ha muerto el viruela!"