Según las Naciones Unidas, la desertificación se ha convertido en un problema mundial muy grave. Salvo en la Antártida, los procesos de desertización se están produciendo en todos los continentes. Incluso en zonas de clima húmedo, la tierra está perdiendo fertilidad. En la mayoría de los casos esta pérdida se debe a la actividad humana.
Hasta hace poco el agotamiento de la tierra sólo parecía preocupante en zonas áridas. En estas zonas el suelo es especialmente vulnerable, se pierde fácilmente y es difícil su recuperación. Además, está relacionada con la escasez de agua, y si a todo ello se suma el crecimiento de la población, el resultado es la pobreza.
Conscientes de ello, instituciones internacionales y locales han puesto en marcha varios proyectos para prevenir la desertificación. Se basan principalmente en el cambio de uso del suelo, que ha provocado la pérdida y/o esterilización del mismo en muchos lugares, por su uso inadecuado o por su sobreexplotación.
Por ejemplo, la tala de bosques por incendios, la tenencia de más ganado de los deseados en el mismo lugar, la instalación de huertas regadas en zonas no aptas para ello, etc., han provocado la inertización del suelo en amplias zonas. Los ejemplos más significativos se encuentran en África, algunos aspectos de Asia y Australia.
Ahora, con otro tipo de laboreo y uso del suelo, se espera que estos daños sean reparados o, al menos, que no se extienda el problema a zonas en las que el suelo todavía es productivo. Para ello es imprescindible una gestión conjunta de la tierra y el agua como recursos no renovables.
Las Naciones Unidas destacaron la importancia de estas medidas en el apartado dedicado a la desertificación, dentro del trabajo Ecosistemas y bienestar humano publicado el pasado año. Junto a ello, comentaron que para frenar la desertificación es realmente útil mantener la cubierta verde de la tierra, es decir, la vegetación.
Además, explicaron que la armonización de la agricultura y la ganadería y su desarrollo conjunto benefician a la tierra en zonas subhúmedas secas y semiáridas. De hecho, las deyecciones de los animales fertilizan el suelo y, por otro lado, favorecen la alternancia de cultivos tradicionales con forrajes ganaderos.
Además de todo ello, dieron otras soluciones. Se recomendó la puesta en marcha de otras producciones con beneficios que no agoten tanto la tierra.
Por ejemplo, la ubicación en zonas secas ha supuesto para algunos pequeños productores la obtención de beneficios en materia de turismo, agricultura de invernadero o piscifactorías --cubiertas de plástico para evitar la evaporación del agua-. Y es que las condiciones locales, como el calor, las horas de insolación, la falta de competencia, han sido utilizadas para su beneficio.
Por supuesto, la posibilidad de vivir fuera de las tierras secas o en las ciudades también contribuye a prevenir la desertificación, y las Naciones Unidas han advertido en varias ocasiones en el informe de que prevenir es más barato y más fácil que la recuperación de la tierra que está empezando a desertizar.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, tiene un interesante proyecto para luchar contra la desertificación. Es decir, desarrollar estrategias para combatir la desertificación a partir de la sabiduría popular.
Así, en el convenio de las Naciones Unidas para luchar contra la desertificación y la degradación de la tierra (UNCCD, 1998) se recogen 78 técnicas tradicionales. Algunas de ellas están relacionadas con el uso del agua, otras con el aumento de la fertilidad del suelo, la conservación de la vegetación, la silvicultura, la lucha contra la erosión del viento o del agua, etc. Por último, otros están relacionados con la organización social, la arquitectura y la energía.
La UNESCO reconoce la importancia y el valor de estas técnicas. En su opinión, muchas veces las tecnologías actuales trabajan de forma diferenciada y especializada y espera que los resultados sean inmediatos. Utilizan recursos externos y son caros, además, ponen a la gente local a disposición de proveedores externos.
Por el contrario, gracias a la sabiduría popular, los lugares vulnerables han sido explotados durante siglos sin agotarse. La sabiduría popular utiliza técnicas tradicionales que no son métodos o procedimientos simples, sino que tienen valores éticos y estéticos. Un ejemplo de ello son los sistemas de recogida de agua de muchos pueblos de África, que además de contar con estructuras técnicas, son bellos.
Hay más ejemplos en los que confluyen arte, naturaleza, técnicas y personas; por ejemplo, en el peinado de las mujeres saharauis se pueden ver las imágenes que genera el sistema de distribución del agua.
También hay que tener en cuenta el aspecto espiritual o sagrado, como es el caso de algunos bosques africanos que han sobrevivido porque son sagrados para sus habitantes. Algo parecido puede decirse de las cumbres montañosas de Euskal Herria: en algunos casos, si todavía no hay antenas u otras instalaciones, es porque mucha gente se ha opuesto a ello, porque tiene de alguna manera lugares sagrados.
Por tanto, la UNESCO está haciendo un esfuerzo por recopilar y analizar las técnicas tradicionales para aprender de ellas y utilizarlas en la lucha contra la desertización futura.
Sin embargo, la UNESCO también ha analizado las críticas a las técnicas tradicionales. Por un lado, se les acusa de ser muy locales y limitados. Y en realidad así, porque cada técnica tradicional da solución a una situación concreta. Esto no quiere decir que no se pueda utilizar en ningún otro lugar, sino que habrá lugares con situaciones similares en los que quizá se puedan utilizar técnicas de otro lugar.
Otros consideran que frente a las tecnologías actuales, las tradicionales no son ni competitivas ni tan efectivas. Sin embargo, muchas veces se ha demostrado que la solución más adecuada para el lugar donde se utiliza es la que se ha utilizado tradicionalmente.
Por ejemplo, en la región marroquí de Ziz, hasta que se construyó el embalse de ar-Rachidiya, sus habitantes realizaban una agricultura nómada para superar la escasez de agua. Pero como el pantano garantizaba que fuera suficiente agua, abandonaron aquella vida y hicieron una ciudad. Ahora tienen grandes dificultades para saciar la sed de los ciudadanos y más aún para dedicarse a la agricultura. Algo parecido ha ocurrido en la región de Béchar de Argel. Allí, desde la construcción del embalse, las tierras agrícolas se han convertido en desiertos.
Otras críticas a las técnicas tradicionales son su uso exclusivo en el Hemisferio Sur, y su resistencia a la tecnología es lo que sustenta los hábitos tradicionales. Por el contrario, la UNESCO tiene claro que ni una ni otra son ciertas.
Sin embargo, a pesar de que los proyectos impulsados por las Naciones Unidas contra la desertificación han sido diseñados por técnicos que conocen las últimas tecnologías, muchas veces se han basado en técnicas tradicionales. ¿Un ejemplo cercano? En la restauración de las dunas de Laida se han realizado, hasta el momento, plantaciones de especies que sustentan la arena para estabilizar las dunas. Como en los desiertos de arena.