En primer lugar, quisiera decir que el centro nació en 1996 por iniciativa del CSIC. Ahora también participan la Universidad de Valencia y la Generalitat Valenciana, el único centro europeo dedicado a la desertificación.
Yo soy jefe del departamento de degradación y conservación de suelos, y en nuestro centro tratamos de investigar aquellos aspectos que es imprescindible conocer para luchar contra la desertificación.
Así, analizamos la relación entre el suelo y el agua, así como la relación entre el suelo y la vegetación. También investigamos la contaminación, la salinización, la erosión, los incendios, las sequías y otros procesos que afectan al suelo. Por otro lado, contamos con un banco de semillas, donde realizamos la fenología de las especies mediterráneas, es decir, analizamos los episodios bióticos periódicos (floración, extendido de hojas, etc.) relacionados con el clima.
Además, trabajamos en la recuperación de suelos degradados y asesoramos aquí a nivel nacional e internacional. Analizamos el impacto del cambio de uso del suelo desde el punto de vista socio-económico y, además, trabajamos en la divulgación.
Efectivamente. En primer lugar, conviene dejar claro qué es la desertización. En 1998, en el convenio de lucha contra la desertificación y la degradación de la tierra (UNCCD), las Naciones Unidas acordaron una definición. Según esto, la desertización es la degradación del suelo en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas.
La unificación y concreción de la definición ha contribuido a conocer de qué hablamos, concentrar fuerzas y avanzar. Hasta entonces se mezclaban muchos conceptos, y la degradación del suelo de cualquier otro lugar era conocida por algunos como desertización. Desde entonces está claro qué es la desertización.
Así, por definición, no es correcto afirmar que el centro de Europa se está desertizando, a pesar de los graves problemas de lluvia ácida y contaminación. Lo mismo ocurre en Euskal Herria, aunque se producen fenómenos de degradación, no hay riesgo de desertización, ya que el clima no es seco.
Desgraciadamente sí. España es el país más árido de Europa, y el área mediterránea es el más vulnerable. Este espacio, por un lado, es realmente rico, con una gran biodiversidad. Pero, por otro lado, es muy vulnerable, el suelo tarda mucho más en recuperarse que en otras zonas, sobre todo por falta de lluvias.
Hay que tener en cuenta que España es un país de sequías e inundaciones. Se trata de situaciones extremas, provocadas por la necesidad de adaptarse a ellas.
Sin embargo, esta riqueza se encuentra amenazada y el riesgo de afección ha aumentado como consecuencia del cambio climático. Según los modelos climáticos, en la zona mediterránea las temperaturas están aumentando, las lluvias son cada vez menos lluvias y los fenómenos extremos están aumentando: fuertes vientos, lluvias torrenciales, olas de calor... Y los modelos prevén que esta tendencia se refuerce en el futuro.
La evolución del clima, por tanto, no es de extrañar que esté preocupado. Hasta el momento, sin embargo, sólo se han adoptado medidas provisionales, como por ejemplo para combatir las fuertes sequías, etc. Pero eso no soluciona nada, hay que trabajar sin cortes. Y antes hay que recopilar información, ya que aún no sabemos bien cómo es el ecosistema mediterráneo.
Además, últimamente el ser humano ejerce cada vez más presión sobre el medio. El turismo, los incendios, el uso no sostenible del agua, el urbanismo, el cambio climático tienen una enorme influencia sobre el suelo, y ahora empezamos a ver sus consecuencias. Sin embargo, no se ha realizado un análisis continuo.
Eso es. Los procesos de desertización son complejos, con frecuencia los fenómenos se superponen y están interrelacionados. En cualquier caso, es imprescindible un análisis científico de los procesos que permita orientar y asesorar a los gobiernos en la recuperación de suelos degradados. Ese es nuestro trabajo.
Sin embargo, creo que es necesario que la sociedad cambie de actitud porque no se preocupa lo suficiente. La gente no se da cuenta del valor del suelo. No es consciente de que sacamos del suelo el 90% de los alimentos, que es imprescindible para el ciclo del agua...
Por ejemplo, los incendios se convierten en protagonistas del verano en los medios de comunicación, pero nadie se da cuenta de que en un incendio se pierde la energía acumulada durante cientos de años en unos minutos y menos la capacidad del suelo para mantener la vida. Si el suelo desaparece por incendio y erosión, no hay retroceso. Eso es un problema muy grave en la península, pero la gente sólo se acuerda de los incendios en verano.
Además de los incendios, hay erosión, salinización y otros fenómenos. Es urgente concienciar a la gente de estos problemas para que tome conciencia de los peligros y actúe activamente. Imprescindible para combatir la desertificación.
Sin embargo, poco a poco vamos dando pasos. Por ejemplo, la Unión Europea está preparando una directiva sobre el suelo. Antes se ha ocupado de la atmósfera y del agua y ahora ha llegado el turno al suelo. Probablemente saldrá en 2007 y será muy útil para tomar medidas efectivas contra la desertización.
En este sentido, España cuenta con un gran tesoro. No diré que todo el pasado es bueno, en absoluto. Pero es sorprendente la cantidad de formas que se han inventado para aprovechar cada gota de agua que cae, como el agua de los torrentes, el agua caída al tejado...
Las terrazas o niveles de huerta en las laderas son un buen ejemplo. Los agricultores han utilizado esta técnica desde tiempos remotos para plantarla en pendientes difícilmente cultivables, y hoy en día, aunque muchas terrazas están abandonadas, tienen una función estructural. En muchas ocasiones ha recibido vegetación salvaje que ayuda a mantener la pendiente. Sin embargo, si no se les hace caso, existe el riesgo de que los torrentes de gotas frías lo derriben todo con efecto dominó.
Precisamente ahora estoy dirigiendo una tesis sobre las terrazas de una zona de Valencia. Están investigando cuándo, cómo, quién, por qué y para qué lo hicieron, y creo que este tipo de trabajos son muy importantes. Habría que analizar este patrimonio ambiental y cultural, ya que algunas de estas técnicas coinciden con el entorno, no necesitan inputs artificiales y la mano de obra la realiza la gente del entorno.
Si bien hoy en día contamos con más recursos que antaño, el mayor inconveniente es la falta de continuidad de la gente. El sistema de becas no ofrece ninguna facilidad para que la persona que ha iniciado un trabajo pueda continuar en el mismo, lo que supone un gran inconveniente para nosotros.
Por otro lado, trabajar en el exterior es más difícil que hacerlo en el laboratorio. Sin embargo, estamos avanzando en la metodología.
Para finalizar, mencionaría la escasa tradición científica existente en España y la indiferencia de la gente con respecto a los temas medioambientales. Ahí todavía queda mucho por hacer.