La sostenibilidad es fundamental para la conservación y supervivencia de nuestro planeta, y a través de la alimentación podemos aportar mucho. Entre los alimentos sostenibles que podemos consumir en el futuro se encuentran las algas y las microalgas, que tienen un bajo impacto en su producción, que pueden ser una alternativa a la proteína animal y que contienen una gran cantidad de compuestos bioactivos beneficiosos para la salud.
Se sabe que la población crece cada año y que cada vez somos más habitantes en el mundo (1). Algunos estudios sugieren que, en un contexto de despilfarro de fuentes de alimentación, no será sostenible seguir con este nivel de producción y consumo (2,3). La sostenibilidad se basa en tres puntos principales (4, 5). En primer lugar, aunque la naturaleza aporta muchos recursos en la conservación del medio ambiente, hoy en día consumimos más recursos de los que puede generar el planeta. Además, la sostenibilidad tiene en cuenta el desarrollo social de las culturas y las colectividades y garantiza la convivencia, la salud y la educación. Por último, el tercer punto clave es garantizar un crecimiento económico que no perjudique al medio ambiente (6).
Aunque hablar de alimentación sostenible es complejo, en definitiva la clave es reducir el impacto ambiental de nuestro patrón alimentario. Para ello, en el proceso entre la producción y el consumo de alimentos, deberemos consumir aquellos alimentos con menor impacto ambiental. Uno de los cambios más eficaces parece ser la reducción del consumo de alimentos de origen animal, especialmente la reducción del consumo de carne.
De hecho, es sabido que basar nuestra alimentación en alimentos de origen vegetal es más sostenible. Por ello, nuestros alimentos básicos deberían ser legumbres, hortalizas, frutas, cereales integrales y frutos secos y, en menor medida, de origen animal. Por otra parte, para favorecer la sostenibilidad, se deberían consumir alimentos de temporada y locales, ya que en su proceso productivo se gasta menos recursos y se reduce la contaminación producida por el transporte (7).
En el año 2019 se publicó el “Informe de los 50 Alimentos del Futuro”, documento que recoge los 50 alimentos que se pueden consumir en el futuro dentro de una alimentación más sana y sostenible (8). Básicamente, los criterios que se han utilizado para seleccionar los 50 alimentos y potenciar su consumo son: su alto valor nutricional, su menor impacto sobre el medio ambiente que los alimentos de origen animal, su accesibilidad y su buen sabor. En la lista de los 50 alimentos que han sido seleccionados, se encuentran las algas.
El consumo de algas es tradicional desde tiempos remotos en Asia oriental y sureste, pero, como consecuencia de la globalización y la exportación, hoy en día forman parte de las gastronómicas mundiales. En la actualidad, las más conocidas y consumidas son las algas a quién, kombu o wakame, que se usan principalmente en sushi, sopa, ensalada o platos de pescado. En general, las que llamamos algas son macroalgas; como explicaremos a continuación, también hay microalgas.
Las macroalgas son organismos pluricelulares de gran tamaño que se clasifican en tres subgrupos en función del color; Chlorophyceae (verde), Rhodophyceae (rojo) y Phaeophyceae (marrón) (9). Las microalgas son organismos eucariotas unicelulares y de tamaño microscópico, también conocidos como fitoplancton. La clasificación de las microalgas es: Chlorophyta (verdes), Rhodophyta (rojas), Chrysophyta (diatomeas) y Pyrrophyta (dinoflagelados) (10, 11). Imagen). También hay cianobacterias (Cyanophyta, células procariotas azules y verdes), que aunque se han clasificado en ellas como microalgas, al ser células procariotas no se clasifican como microalgas (11). Las microalgas más conocidas son la espirulina y la Chlorella, que además de ser utilizada para la producción de alimentos, también se utilizan para la elaboración de aditivos alimentarios y productos cosméticos.
Muchas macroalgas se comercializan secas, por lo que es necesario hidratarlas antes de su consumo para comer crudo o cocido. Sin embargo, las microalgas no se utilizan para el consumo directo, sino que se utilizan añadidas a alimentos o platos como complemento alimenticio o como producto elaborado con microalgas, como pan o galletas. Las macroalgas se obtienen generalmente de los mares, mientras que las microalgas se producen en biofotorreactores que permiten su crecimiento controlado. En los biofotorreactores, crecen en muchos pequeños recipientes asociados en forma de globo acristalado, con condiciones óptimas de luz, temperatura y pH con agua y alimentos (Figura 2).
Como se ha mencionado anteriormente, las microalgas tienen un tamaño microscópico, y lo que se obtiene de la producción es una biomasa en forma de pasta adhesiva que no se consume directamente. A partir de la biomasa, se puede realizar una liofilización de la microalga para obtener el polvo o los derivados de toda la microalga que se puede añadir a los alimentos o, como ya se ha comentado, para la producción de productos elaborados con microalgas (Figura 3). Por otro lado, las microalgas se utilizan para la extracción de compuestos bioactivos, compuestos con beneficios para la salud humana, muy útiles para la industria alimentaria y farmacéutica (14).
Como se ha mencionado anteriormente, las macroalgas y las microalgas contienen compuestos bioactivos, moléculas con beneficios en la prevención y tratamiento de diversas enfermedades, tal y como muchos estudios han dado a conocer (15, 16). Entre estos compuestos bioactivos se encuentran los florotaninos, fucoidanos, alginatos, laminarines, carotenoides (fukoxantina, por ejemplo) y esteroles (fukosterol), y se ha demostrado que su consumo es beneficioso para prevenir enfermedades como las 17. Por ejemplo, se ha observado que los florotaninos tienen actividad antidiabética de tipo 2, ya que contribuyen a disminuir el nivel de glucosa en sangre, inhibiendo la actividad enzimática α-amilasa y α-glucoilasa (18). Es más, se ha observado que la ingesta de compuestos bioactivos presentes en las algas tiene beneficios en el tratamiento de la obesidad, como el retraso en el vaciado gástrico, la disminución de la inflamación y la reducción de la propagación del tejido graso (19). Por otro lado, los carotenoides presentes en las algas tienen un efecto antioxidante, actúan contra el estrés oxidativo y ayudan a prevenir muchas enfermedades degenerativas crónicas (20, 21). Cabe destacar que las enfermedades cardiovasculares, junto con el cáncer, son las que más mortalidad provocan (22) y que los carotenoides pueden reducir su incidencia debido a su hipertensión, trombosis, hiperlipidemia y efecto sobre la ateroesclerosis (23). Por último, además de los efectos anteriores, los compuestos bioactivos de algas tienen actividad antibacteriana, tienen beneficios en enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, y se ha observado que tienen efectos contra el cáncer (17, 20, 24, 25, 26).
Si tenemos en cuenta que las algas contienen compuestos bioactivos con efectos beneficiosos para la salud y que la composición nutricional es muy apropiada —es decir, que pueden ser útiles para sustituir en un futuro alimentos de origen animal—, parece interesante incluir las algas en nuestro patrón de alimentación habitual. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en nuestra sociedad no se consumen en el día a día, ya que tienen un sabor muy característico. Además, las macroalgas que se toman del mar deben tomarse de forma moderada, para no sobrepasar los límites de cantidades seguras para los metales pesados.
Hoy en día hay muchas algas comercializadas que podemos consumir directamente, añadidas a ensaladas o sopas, o como productos elaborados con ellas. En cuanto a las microalgas, aunque su uso sea un poco más limitado, existen en el mercado productos elaborados con ellas. Y en los próximos años se espera un auge brutal del mercado de las microalgas.