La ranita meridional es una ranita verde de canto, que vive en el suroeste de Europa. La Comunidad Autónoma del País Vasco sólo cuenta con una pequeña y aislada población en la zona de Igeldo. Esta población es conocida desde el siglo dieciocho, pero desde entonces está en declive y sólo se reproduce en un pequeño embalse de la empresa Gurelesa en San Sebastián. Por ello, el Gobierno Vasco consideró que está en peligro de extinción, impidiendo que estas ranas pudieran atraparlas o degradar su hábitat.
Sin embargo, el único ugal de la ranita cayó bajo la presión urbanística. Algunos propuso la declaración del embalse como biotopo protegido, pero la Diputación prefirió poner en marcha un plan de recuperación de la rana mediante la construcción de nuevos pozos. Recientemente, la Fiscalía de Medio Ambiente de Gipuzkoa ha calificado el plan como idóneo para garantizar la supervivencia de la población y asegurar su expansión y crecimiento.
Yo, como rana, no sé nada de la legislación, pero la noticia me ha generado algunas preocupaciones. El plan de recuperación de la ranita meridional no es malo, ya que el mantenimiento de la población en un único repositorio es muy peligroso. En cualquier caso, no soy tan optimista como el fiscal en cuanto a las garantías que ofrece el plan. La construcción de pozos puede ser sencilla, pero la reproducción exitosa del animal salvaje es muy distinta. Para ello, además de una adecuada calidad y temperatura del agua, la flora y fauna singular debe colonizar el pozo (lo que requiere tiempo), la presión de los predadores debe ser baja y cumplir con otros requisitos. Cada especie tiene sus propias exigencias ecológicas, generalmente desconocidas. Prueba de ello son los famosos fracasos que han sufrido los planes de recuperación de diversas especies en todo el mundo. El de Ordesa es un último ejemplo doloroso.
Por tanto, para garantizar la supervivencia de esta población es necesario construir nuevos pozos y acondicionar el hábitat circundante. Pero además, y esto es fundamental, hasta que en los nuevos pozos se observe que la rana tiene tanto éxito como en el viejo, no se puede destruir ni dañar el viejo altillo. Para ello, por supuesto, hay que medir con precisión el número de cavidades que se obtienen en estas zonas, lo que requiere tiempo, ya que el éxito de los anfibios puede tener grandes variaciones año tras año.
Por lo tanto, para asegurar la supervivencia de la especie no basta con ofrecer nuevos abundantes hilos, sino que hay que analizar los factores que limitan su éxito reproductor y controlarlos hasta asegurar que la situación de la población mejora. Sólo entonces puede ser aceptable destruir parte del hábitat. Esperemos que los pozos que construirá la Diputación atraiga muchas ranas y que las noches de Igeldo se alegren cantando rana. Pero hasta que esto sea así, pidamos que respeten el embalse de la Gurelesa.