Sin embargo, el mercado no está agotado, al menos las grandes compañías no lo consideran agotado. Las películas tridimensionales están (o han existido) expuestas en diferentes parques temáticos y en algunas exhibiciones de expo. Se trata de qué hacer para ampliar el mercado. El problema es a la vez tecnológico y económico. Se han desarrollado buenos sistemas de creación de imágenes tridimensionales, pero son muy costosos.
La base es sencilla y económica. La clave está en dar una sola imagen a cada ojo, y que sean muy similares. Es lo que hacen los ojos para ver la realidad tridimensional: cada ojo recibe una imagen muy parecida pero diferente.
Entre ambos ojos hay unos seis centímetros, por lo que cualquier objeto que se encuentre delante de la nariz lo vemos desde dos ángulos. El ojo derecho ve la parte delantera y derecha de las cosas y los ojos izquierdo, delantero y izquierdo. Cuanto más cerca esté el objeto a ver, mayor es la diferencia entre las dos imágenes. El cerebro es el que crea la ilusión óptica de las tres dimensiones (y la sensación de la distancia) cuando mezcla las imágenes. En definitiva, es un tipo de triangulación.
El efecto es evidente con la propia imagen de la nariz; cada ojo lo ve desde muy diferentes puntos de vista. Sin embargo, es imposible mirar la nariz simultáneamente con dos ojos para crear una representación tridimensional. Está demasiado cerca para ello. Pero si las imágenes tienen una semejanza mínima y a cada ojo se le da una imagen tomada del ángulo correspondiente, el cerebro hace el trabajo.
Y ese es el efecto que se utiliza en las películas tridimensionales. Crean dos imágenes por fotograma. El efecto de las tres dimensiones se obtiene normalmente con un ángulo entre los dos puntos de vista de 5-6 grados. Una imagen a cada ojo y el cerebro produce el efecto. Este proceso se denomina estereoscopia.
Las dificultades técnicas comienzan cuando se envía cada imagen a un ojo concreto. En las películas, las dos imágenes están unidas en la pantalla, pero tienen un distintivo, es decir, una característica que sirve para diferenciarlas. La separación se realiza mediante gafas delante de cada ojo.
Se consigue el efecto, pero no es una buena técnica porque distorsiona los colores. La imagen queda mal enfocada y la distorsión debe ser compensada por el propio filtro. Por ejemplo, con gafas con filtro de celofán, la distorsión es muy grande, el mejor resultado se consigue con lentes acrílicas, aunque debe compensar una media dioptría en la parte roja.
La otra opción es polarizar ambas imágenes y que los filtros de las gafas tengan filtros para luz polarizada. Si una imagen está formada por líneas verticales y la otra está formada por líneas horizontales, se distinguen fácilmente por filtros con forma de parrilla, uno vertical y otro horizontal. Pues la luz polarizada es así, pero aplicada a la onda de la luz. El problema surge cuando el espectador se inclina la cabeza, por lo que en algunos casos se utiliza la polarización circular, es decir, aquella que gira en la misma o en la contraria dirección de las agujas del reloj al avanzar la onda polarizada. Este sistema da mucho mejor resultado que el anaglife. Eso sí, exige la polarización de las imágenes.
En la Expo de Osaka, en 1990, se presentó un nuevo sistema sin imagen polarizada aplicado a la tecnología IMAX: IMAX SÓLIDO. Juega con el tiempo. El cine muestra 24 fotogramas por segundo; IMAX, en lugar de presentar las dos imágenes de estereoscopia simultáneamente, las va alternando, una para el ojo izquierdo y otra para el derecho. En total son 48 fotogramas en un segundo. Junto a esto, hay que cubrir un ojo en la mitad del fotograma y el otro en la otra mitad, y ahí está el trabajo de las gafas: las gafas tienen un obturador en las ventanas y están sincronizadas con la exhibición de la película.
La principal ventaja de IMAX es que utiliza un solo proyector, ya que no proyecta las dos imágenes de la estereoscopia simultáneamente. Esto simplifica mucho la tecnología del proyector, pero hace mucho más compleja la de las gafas. Al final es un producto muy caro, porque todos los espectadores que están en el cine tienen que tener esas gafas tecnológicas.
El sistema no es comercialmente viable, al menos a gran escala. Además de en la Expo de Osaka, en la de Sevilla en 1992, la única de toda Europa se encuentra en el parque temático Futuroscope. En definitiva, los resultados son buenos, pero el sistema es muy caro.
IMAX SÓLIDO no es la última tecnología en películas tridimensionales. La compañía Disney ha desarrollado un nuevo sistema denominado Real D, que supuestamente pretende reabrir películas en tres dimensiones al cine comercial. En 2005 presentó su primera película con este sistema: 3D de Little Chicken, versión tridimensional de Chicken Little. Desde entonces ha realizado (y lo está haciendo) tanto versiones de las existentes como nuevas películas para el sistema tridimensional.
Por un lado, al igual que en el IMAX, las imágenes de ambos ojos no se proyectan simultáneamente, sino por turnos. Por eso necesitan un solo proyector, aunque es un proyector muy rápido. Para hacer la imagen más estable proyectan tres veces el mismo fotograma para obtener una mejor calidad: cada ojo, en vez de recibir 24 fotogramas por segundo, recibe 72 fotogramas. El proyector debe funcionar por tanto a 144 fotogramas por segundo.
Por otro lado, utilizan luz polarizada circularmente. Por tanto, las gafas del Real D no deben cubrir uno u otro ojo en cada fotograma. No es necesario sincronizar las gafas con el proyector. En lugar de jugar con gafas, el propio proyector polariza los fotogramas mediante un par de filtros. Estos filtros son alternados por el proyector 144 veces en un segundo. Este sistema requiere un proyector rápido y complejo, pero al utilizar gafas baratas, el sistema es más adecuado y más económico para su uso en salas comerciales.
Sin embargo, es una apuesta. Para utilizar el Real D, los propietarios de las salas comerciales deben adquirir un complejo proyector. Parece que este sistema nunca tendrá tanto éxito como el cine convencional, pero también puede tener un mercado. Lo mismo ocurre con los planetarios, que necesitan un proyector especial y caro, y que tienen menos planetario que las salas de cine convencionales, pero el Real D es más extensible que el IMAX SÓLIDO.
Según Disney, con Chicken Little 3D en tres dimensiones ganaron más dinero que con Bidimensional. Hay que analizar, sin embargo, si este dato es representativo de la industria cinematográfica.
Pero está claro que, al menos en estos momentos, el mercado se está expandiendo tanto en Estados Unidos como en Europa (Kinepolis, por ejemplo, abrió en 2007 17 salas para ver el Real D, 10 en Bélgica, 6 en Francia y una en España). Con este sistema se han estrenado siete películas y está en marcha la producción de otras nueve. Se han traducido películas tridimensionales.