Cigarrillo electrónico: dudas entre vapores

Galarraga Aiestaran, Ana

Elhuyar Zientzia

Con el cigarro electrónico se ha explicado una nueva forma de consumir tabaco y se están investigando los posibles efectos de este tipo de consumo para poder aplicar las medidas y normas adecuadas. Sin embargo, todavía es demasiado pronto para sacar conclusiones basadas en evidencias científicas, mientras el debate está de moda.
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Ed. © Nathan King/350RF

"No sabemos, pero por lo menos sabemos que no lo sabemos". Es el reconocimiento de Francisco Javier Ayesta. Ayesta es profesora de farmacología en la Universidad de Cantabria y experta en tabaquismo. Estas palabras fueron expuestas en una jornada sobre el cigarro electrónico organizada por la Universidad de Deusto, con la que el resto de expertos se mostraron de acuerdo.

La de Deusto fue una de las jornadas que últimamente están realizando investigadores y profesionales. Para analizar si el cigarro electrónico es un problema o una solución, en colaboración con Ayesta se reunieron expertos en salud pública de la Generalitat de Catalunya y del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz (Esteve Saltó y Joseba Zabala), un epidemiólogo del Instituto Catalán de Oncología (Esteve Fernández) y la responsable de la Unidad de Tabaquismo del Hospital de Galdakao (Juana Umaran).

Desde el principio aceptaron que tenían más preguntas que respuestas. De hecho, hasta el momento se han realizado pocos estudios sobre los efectos del cigarrillo electrónico, muchos de los cuales presentan errores metodológicos. Recordaron que se trata de un producto nuevo y muy heterogéneo, lo que dificulta enormemente la realización de buenas investigaciones, el acceso a las evidencias y la obtención de conclusiones sólidas.

En la base, todos los cigarros electrónicos tienen un funcionamiento similar. Por medio de una resistencia y una batería, un líquido que contiene nicotina es calentado y evaporado, y este vapor es el inhalado por el consumidor. El farmacéutico chino Hon Lik patentó en 2003 este sistema, que aunque tardó poco en entrar en el mercado europeo, se ha extendido rápidamente en los últimos años. Así, en 2012 los vendedores de cigarrillos electrónicos obtuvieron unos beneficios de 500 millones de euros.

El esfuerzo de la industria del tabaco ha tenido una gran influencia en este éxito. Y es que para él es una oportunidad única para recuperar el mercado perdido por el endurecimiento de las medidas del tabaco. Por ello, en primer lugar, las compañías de tabaco han empezado a producir cigarrillos electrónicos o han sido captadas por el productor y, posteriormente, han puesto especial fuerza en la publicidad para que aparezcan como sustitutos saludables del cigarrillo tradicional.

En otro caso, las estrategias y la iconografía que utilizan para vender son las mismas que hace 50 años: el consumo de cigarrillos electrónicos destaca la virilidad masculina (masculinidad), da glamour a las mujeres y convierte a los jóvenes en adultos.

De hecho, los sanitarios no deberían preocuparse por el atractivo del cigarro electrónico, si no tiene consecuencias negativas para la salud. Sin embargo, la propia Organización Mundial de la Salud advirtió en julio de 2013 que "la seguridad de los dispositivos electrónicos de nicotina no está científicamente demostrada. El riesgo para la salud de los usuarios está por determinar. Es más, las pruebas científicas han demostrado que el producto es muy variable en la cantidad de nicotina y otros productos químicos que parece, y que los consumidores no tienen la oportunidad de saber exactamente qué es lo que el producto que compra”.

Analizando impactos

Los expertos que participaron en la jornada de Deusto compartían la postura de la OMS. Consideran fundamental mantener el principio de precaución hasta que las evidencias sean sólidas. Pero fueron más allá y plantearon varias preguntas y dudas. Por ejemplo, si es cierto que inhalar hace menos daño que fumar, ¿puede ser un cigarrillo electrónico una buena opción para ayudar a dejar el tabaco, o para ofrecer un sustituto menos dañino a los fumadores combativos?

Este tema genera un gran debate porque todavía no está claro hasta qué punto el cigarro electrónico es mejor de lo habitual para la salud. Ayesta recordó que la influencia de cualquier sustancia depende de la vía de administración. Ponía como ejemplo la infusión de coca, la cocaína el clorhidrato y el crac; el primero se bebe, el segundo se esnifa y el tercero se quema e inhala. De estas tres, la tercera es la más dura, la de mayor y más rápida influencia.

En el caso del tabaco, con los cigarrillos convencionales, Ayesta afirmó que el humo inhalado es el más efectivo, y que la influencia es mucho menor si no se inhalan. El spray, por su parte, es el sistema más duro (equivalente a la inhalación de humo al quemar) y los parches más ligeros. Pues bien, según Ayesta, el impacto del cigarro electrónico es similar al spray.

Sin embargo, Ayesta recordó que la composición del líquido que contienen los cigarros electrónicos varía mucho de una a otra, aunque existe una regla en la concentración de nicotina. En concreto, la Unión Europea ha establecido recientemente una concentración máxima de nicotina de 20 mg/ml. Ayesta, sin embargo, indicó que esta concentración era suficiente para provocar adicción y otras consecuencias de la nicotina.

A la izquierda, Francisco Javier Ayesta, profesor de Farmacología de la Universidad de Cantabria. A la derecha, Juana Umaran, responsable de la Unidad de Tabaquismo del Hospital de Galdakao. Ambos participaron en una jornada sobre el cigarro electrónico organizada por la Universidad de Deusto. Ed. Ana Galarraga/Elhuyar Zientzia

Lo que más preocupa a los médicos es el riesgo cardiovascular. El principal factor de riesgo de sufrir un infarto es la hipertensión, seguida del tabaco. Además, el riesgo no aumenta con la dosis, ya que al quemar un solo cigarrillo al día, tras 20 años, el riesgo cardiovascular aumenta un 30%. En base a los datos obtenidos hasta el momento, Ayesta considera que los cigarros electrónicos son menos peligrosos que los convencionales, "aproximadamente la mitad de lo que generan", precisó.

Otras consecuencias del cigarrillo convencional no están relacionadas con la nicotina. Y en ellos hay diferencias con el cigarro electrónico. Gracias a ello, la toxicidad del cigarro electrónico es bastante menor que la habitual. Ayesta, sin embargo, añadió un matiz: "Tenemos que tener cuidado al decir esto, porque no podemos asegurarnos. Pero es difícil que el cigarrillo electrónico sea más tóxico de lo normal, porque es muy tóxico".

Por ejemplo, el cigarrillo tradicional contiene muchas sustancias que aumentan el riesgo de cáncer de pulmón, y parece que en el líquido que utilizan los cigarrillos electrónicos no hay tantas sustancias carcinógenas, o al menos en cantidades apreciables, ya que todas contienen nitrosaminas y propilenglicol, pero en concentraciones muy bajas.

Por el contrario, los líquidos contienen un montón de aditivos, más de 600 en general. Estos aditivos, utilizados en la industria alimentaria, son comestibles seguros, pero no está demostrado que no causen daños durante el calentamiento y la inhalación. En este aspecto volvieron todos los presentes: "Hace falta más investigación".

Menos en el entorno

Otro de los temas que suscita un gran debate es el relativo a su posible influencia en el entorno. Se suele decir que sólo vierten vapor de agua, pero en la jornada de Deusto Esteve Fernández demostró que esa creencia es errónea.

Fernández es epidemióloga del Instituto Catalán de Oncología y los resultados de sus investigaciones han demostrado que el cigarrillo electrónico libera al aire una cantidad muy inferior a la habitual (aproximadamente 10 veces menos). "Pero suelta, suelta", subrayó Fernández. Y añadió que "la gente asocia el humo y el olor del tabaco a la difusión de las sustancias que desprende el tabaco, pero la nicotina se extiende mucho más que el humo y el olor. Lo hemos encontrado también en el pelo de las monjas de clausura y estamos seguros de que nunca han quemado tabaco".

En cuanto a las partículas vertidas junto con el humo, el cigarrillo electrónico también emite mucho menos de lo habitual. Sin embargo, uno de los experimentos se llevaron a cabo en el interior de un coche y vieron que la cantidad de nicotina liberada por el cigarro electrónico y el número de partículas superaban los límites considerados seguros por la OMS.

Por lo tanto, concluyó que los usuarios del cigarro electrónico soportan una exposición pasiva, muy inferior a la habitual, pero que sólo libera vapor de agua suficiente para cancelarlo.

¿Para abandonar o causar menos daño?

También es discutible si la terapia para dejar de fumar puede ser adecuada. Aunque en la publicidad apuestan por esta idea, para los expertos reunidos en Deusto este uso no es recomendable en absoluto.

Juana Umaran es una de las que más habló sobre el tema. Está especializada en cardiología y es responsable de la Unidad de Tabaquismo del Hospital de Galdakao. Según él, cada vez son más los fumadores que utilizan el cigarrillo electrónico para dejar de fumar o para reducir el consumo. Pero no sólo ellos, sino también ex-fumadores y no fumadores. "Eso es lo que más me preocupa", reconoció Umaran. "Los consumidores consideran que el cigarro electrónico no tiene efectos nocivos o, en todo caso, es insignificante. Pero no sabemos si eso es así".

Ed. © Ambelrip/350RF

Según Umaran, cada vez conoce más personas que han empezado a utilizar el cigarrillo electrónico para dejar de fumar. "Y éstas descartan otras terapias. ¿Y luego qué pasa? Pues que muchos consumen ambos. De hecho, el cigarrillo electrónico no sólo fortalece la dependencia física, sino también la gestual, y también la social. Por lo tanto, es muy difícil que un fumador que empieza a consumir cigarrillo electrónico deje el tabaco".

Además, a diferencia de las terapias que utilizan en la Unidad de Tabaquismo para dejar de fumar, se inician sin control alguno. "De este modo, su esfuerzo difícilmente tendrá éxito y puede suponer un riesgo para la salud. ¿Tiene menos riesgo que el cigarrillo convencional? Probablemente sea así, pero no está demostrado hasta qué punto”.

Advirtió de que en ocasiones el riesgo puede ser elevado y recordó los dos casos de neumonía lipoidea por el uso del cigarro electrónico. Una de ellas fue diagnosticada en 2012 en Estados Unidos y otra en Galicia este mismo año. El paciente llevaba diez meses consumiendo cigarro electrónico con el objetivo de dejar de fumar.

Fue atendido en el hospital de La Coruña y, según explicó el médico, no cabe duda de que la causa de la enfermedad fue el cigarrillo electrónico. Este tipo de neumonía se explica por la acumulación de glicerina en los pulmones, cuyo origen procede del líquido del cigarro electrónico. El paciente vaciaba 5 contenedores al día (equivalente a 5 paquetes de cigarrillos al día).

Teniendo en cuenta la salud pública

A falta de conclusiones claras sobre los efectos del cigarro electrónico, es difícil que los responsables sanitarios adopten actitudes comunes e inequívocas. En general, se están imponiendo dos posiciones a nivel internacional. Por un lado, hay quienes justifican que no hace daño hasta demostrar lo contrario, que son partidarios de actuar de forma flexible. Por otro lado, están los basados en el principio de precaución, que prefieren regular y limitar para prevenir posibles daños.

Entre estas dos posiciones, los responsables sanitarios de Cataluña y la Comunidad Autónoma del País Vasco han decidido, entre otras, proteger el principio de precaución. Por tanto, comparten el enfoque de la OMS. Y no sólo por la salud individual, sino, sobre todo, por el conjunto de la sociedad.

Josu Zabala, médico de Salud Pública del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, por ejemplo, señaló en la jornada de Deusto que no está a favor de prohibir el cigarrillo electrónico, pero que considera necesario regularlo.

Según Zabala, el uso del cigarro electrónico no debería asociarse a terapias de abandono del tabaco, sino al consumo de ocio. En este sentido, mencionó algunos puntos que pueden fomentar el consumo no responsable, como la atracción que puede tener en los jóvenes. Y es que no tiene la mala imagen que tiene para algunos el cigarrillo tradicional, y se venden los que gustan, en cualquier tienda (de fresas, de chocolate...).

Por otro lado, la mayoría de los expertos temen que el hecho de ser borroso con el cigarro electrónico puede suponer incluso un retroceso en la prohibición de fumar en lugares públicos. Así lo manifestaron los presentes en Deusto. El propio Zabala señaló que los espacios libres de humo deben convertirse también en "espacios sin vapor".

Ni Zabala ni otros expertos dudaban de la creación e implantación de una normativa específica para la protección de la salud pública. Según Zabala, este reglamento, además del propio producto (componentes, etc.), debería tener en cuenta la publicidad, el marketing, el embalaje, los puntos de venta, etc.

Por tanto, a pesar de “más preguntas que respuestas” sobre el cigarro electrónico, los expertos tienen un amplio consenso sobre la necesidad de basarse y regularse en el principio de precaución y esperan que pronto salgan los reglamentos tanto de la Unión Europea como de los Estados Unidos (FDA). Mientras tanto, las preguntas siguen en el aire.

¿Cómo funciona el cigarrillo electrónico?
Aunque los cigarros electrónicos pueden tener múltiples formas, su funcionamiento es similar en la base. El vapor inhalado por el consumidor proviene de un cartucho. El cartucho contiene un líquido grueso, compuesto por propilenglicol (70% aproximadamente) y glicerina (20% aprox.), en el que se encuentran disueltas las sustancias que aportan nicotina, sabor y olor y otros aditivos.
Ed. Samsha, en Verispa
Algunos modelos disponen de un pulsador para su puesta en marcha y otros disponen de un sensor que detecta el flujo de aire por inhalación. De un modo u otro, un microprocesador activa un pulverizador, el líquido se calienta y las gotas diminutas se evaporan. Al mismo tiempo se enciende un LED para imitar el fuego del cigarrillo tradicional. Además, disponen de una batería para alimentar el sistema electrónico.
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