Sin embargo, los científicos se esforzaron y, en el campo de la biología, por ejemplo, a través de los métodos de observación y experimentación totalmente empíricos, y al margen de cualquier filosofía natural previa, comenzaron a profundizar en el conocimiento de la naturaleza.
Pero la relación entre las ciencias y el pensamiento siempre ha sido grande. En el campo de las ciencias positivas, concretamente en la física, las consecuencias sobre la estructura matemática de los fenómenos eléctricos, la visión mecánica del calor, la prevalencia de la teoría ondulatoria de la luz respecto a la teoría corpuscular o la influencia de la investigación espectroscópica de las radiaciones en el pensamiento está más que claro. En el campo de la química, tanto la teoría atómica como las primeras manifestaciones útiles para comprender la dinámica interna de las reacciones, o los fundamentos de la química orgánica, que son los logros de esta época, influyeron decisivamente en el desarrollo del pensamiento.
Pero ante esta explosión del conocimiento científico, ¿qué idea filosófica estaba en la base? ¿Este gran salto en el conocimiento de la naturaleza no fue más que el resultado de una idea más nueva y práctica de la realidad natural? ¿o afectaron a los cambios socio-culturales? Podemos hacer un montón de preguntas de este tipo. Por eso, visto como un proceso efímero, ofrecer unas líneas al conocimiento humano de la época no será en absoluto inútil.
En un principio, las ideas románticas se enfrentaron al racionalismo de los enciclopedistas. Como consecuencia de esta lucha surgió la base ideológica de la Restauración. Por otra parte, el liberalismo pensó que esta nueva corriente podía ser un movimiento contrarrevolucionario. Pero a medida que avanzaba el Romanticismo, estas dos corrientes se unieron en otra sin mayor precisión. A medida que las ideas románticas, es decir, la individualidad y la irracionalidad, se fueron incrementando, y a la hora de contrarrestar cualquier normativa, se sumaron sin querer a la tendencia contraria a la tradición liberal.
Además, desde que la formación y la culminación del romanticismo aparecieron en Francia, la individualidad de los pueblos latinos se hizo más evidente. Por lo tanto, a pesar del romanticismo y el liberalismo occidental, la cumbre del XIX. En la tercera década del siglo XX, hay que distinguir el inicio de la ideología romántica que conservaba una cierta dimensión efectiva del conocimiento de una reacción liberal avanzada basada en el naturalismo.
En Inglaterra el romanticismo se desarrolló en una sociedad conservadora y puritana. Al principio, en esta sociedad no se veía con buenos ojos todo lo que estaba fuera del marco de las costumbres y costumbres pacíficas y racionales de siempre. Pero poco a poco fueron adoptando nuevas actitudes que superaban los límites del ámbito: J. El lirismo de Keats (1795-1821) y la ruptura poética de Lord Byron (1787-1824). Esta última, a lo largo de toda la vida, se negó a favor del convencionalismo. En Alemania, Novalis (1772 1801), E. Th. H. Hoffmann (1776-1822) y H. von Kleist (1777-1811), educados con sus sueños en el idealismo alar. Hicieron el camino del poeta Heine (1797-1856). La influencia de Heine fue notable, sobre todo en Francia, y se desplazó a este país cuando se produjo la reacción de 1830.
Los modelos ingleses y alemanes dieron lugar al romanticismo francés. Al principio era racionalista y académico, pero tras superar los últimos obstáculos de la tradición clásica, consiguió imponerse. Chateaubriand (1768-1848), A. de Lamartine (1790-1896) y V. Hugo (1802-1885) ayudó a este logro con sus obras líricas. V. Hugo introdujo el manifiesto en su drama “Cromwell” y a través de las normativas artísticas que explicó en “Hernani”, logró el reconocimiento de la burguesía liberal en la víspera de la revolución de 1830.
Junto a ellos destacan Delacroix en artes plásticas y Weber en música. Tras este renacimiento francés, España, Italia, Hungría, Bohemia, Polonia, Rumania, etc. En estos últimos países se convirtió en su espíritu abertzale y su liberación. En este ambiente cultural, especialmente entre 1830 y 1840, la sociedad de los pueblos de Europa y la estructura interna de la economía, dieron lugar a un profundo cambio que afectó enormemente a la construcción de las ciencias humanas.
Pero en esta génesis de las ciencias humanas influyeron otros factores como los resultados de la ciencia económica. XIX. Hasta el siglo XIX, los productores y comerciantes sólo conocían las fuerzas más simples de la naturaleza, mientras que a principios de este siglo, en el marco de una industria productiva y capitalista, tras los primeros resultados del empuje del maquinismo, empezaron a ver las cosas de una manera muy diferente.
Las islas británicas se industrializaron antes que el resto de Europa. En esta industrialización influyeron varios factores, entre los que destaca: Mientras en el continente se estaba mejorando y potenciando el uso del nuevo mundo de la técnica, Inglaterra emprendió la acumulación de condiciones para llevar a cabo esta nueva acción humana, la explotación del mercado colonial y la construcción de nuevos espacios de riqueza. Junto a todo ello, los factores agrarios contribuyeron a cambiar las técnicas de producción y la situación de los trabajadores.
El cambio socioeconómico, el renacimiento técnico y los cambios agrarios derivados del mismo propiciaron el desarrollo industrial y el XIX. También se conoció el desarrollo de las ciudades en el siglo XX. La consecuencia de esta revolución fue el desastre de los pequeños agricultores que abandonaron sus pequeñas parcelas y no tuvieron más remedio que recurrir a las grandes ciudades. A pesar de que la creación de los proletarios urbanos trajo consigo la reputación material de la civilización antigua, también provocó un desequilibrio social: junto al enorme poder de la técnica, se produjo un enorme retroceso moral.
XIX. El hombre del siglo XX, combinando ciencia y técnica, tuvo la oportunidad de investigar mejor los mecanismos de los fenómenos naturales. Hasta esa época tuvo a su disposición fuentes de energía más fértiles, desconocidas o inservibles. La fuente de energía más extendida en la Edad Media fue la animal, aunque también se utilizaron los de los ríos y el viento. Sin embargo, en este siglo, debido a la tendencia expansiva de los gases y vapores por efecto del calor, estos elementos se convirtieron en la principal fuente artificial de energía motriz mediante la sustitución de las corrientes de aire y agua.
XIX. El principal rasgo técnico del siglo XX ha sido el dominio de la energía, por lo que ha sido bautizado como “dependiente del vapor”. Su uso, sobre todo en el ámbito del transporte, provocó un cambio muy rápido y radical en la forma de vida: en este campo y después de una media de veinte kilómetros por hora de máxima velocidad durante miles de años, el vapor elevó considerablemente esta barrera de velocidad. XIX. A principios del siglo XX aparecieron las primeras ideas sobre la locomotora. Los mineros se dieron cuenta inmediatamente de su importancia, ya que les ayudaría a superar sus problemas de transporte.
George Stephenson, conquistando la invención de Trevithick y basándose en los ensayos sobre el transporte de vapor y el desplazamiento sobre raíles de Hendley, construyó en 1829 la primera locomotora tras superar mil problemas técnicos. Su nombre era “Rocket” y estuvo en la línea Manchester-Liverpool. Tras su puesta en marcha, la noticia se difundió en breve. Comenzando en 1837, en el Continente, Bélgica y Francia, y sobre todo en esta última, los ferrocarriles han ido evolucionando constantemente. En Gran Bretaña también se produjo una rápida expansión del tren: en dieciocho años se construyeron diez mil kilómetros de ferrocarril.
Junto con el tren se primaron los barcos de vapor. En 1807 Fulton puso en marcha el primer servicio regular de barcos perfumeros. En un principio se apoyaban las ruedas que llevaban a los lados para empujar los barcos, pero gracias a los trabajos realizados para mejorar, pronto se vieron las ventajas de las hélices. Así que poco a poco se sustituyeron las ruedas por hélices. En este campo hay que recordar los nombres de Sauvage y Dallery. Estos se basaron en la idea de “molino de viento”, en los que el movimiento de la iglesia puede compararse con el de un tornillo que entra en el líquido o en el faldón. En 1838 “Sirius” y “Great Western” pudieron atravesar el Atlántico con hélices y sin necesidad de vela.
Paralelamente, se mejoraron los métodos y herramientas de navegación y la mejora de la industria naval conoció de forma científica los avances encontrados. Cuando a todo ello se sumaron el telégrafo y algunos avances sanitarios, la navegación tuvo un gran impulso.
Si nos centramos en el ámbito energético, las turbinas hidráulicas jugaron un papel muy importante en este siglo. Con el estallido de la revolución industrial y el aumento de las necesidades energéticas, quedó patente la inadecuación de las antiguas ruedas hidráulicas. Del medievo al XVIII. Hasta finales del siglo XX, estas viejas ruedas conocieron un avance muy escaso.
XIX. Gracias a los trabajos realizados a principios del siglo XX, la turbina hidráulica pudo ver la luz en este siglo. Pronto se observó que el rendimiento de esta turbina era muy alto, mucho mayor que el de las ruedas antiguas. La turbina hidráulica es un tipo de cuerpo hidráulico con eje vertical; mientras que en las ruedas hidráulicas sólo se utilizaba el peso del agua, en las turbinas se consigue una transformación de energía mucho mayor a través de unos canales acondicionados por el agua, es decir, de los brazos.
Al parecer fue Leonardo da Vinci quien tuvo y dibujó las primeras ideas de la turbina hidráulica. Más tarde los Segner de Besson, Pohl y Gotinga realizaron sus trabajos en este campo. Todos estos trabajos fueron recopilados, resumidos y completados por el ingeniero francés Burdin en un informe de alto valor técnico en el que propuso el nombre de turbina hidráulica. Basado en este informe, Fourneyron pudo construir la primera turbina hidráulica en 1832.
El rendimiento de esta turbina fue del 70%, por lo que se ha comparado este logro con el obtenido por Watt. La turbina de Fourneyron fue aceptada enseguida; sus ventajas y rendimiento contrastaban con las ruedas hidráulicas y abrió el camino al uso de algunas fuentes de energía hidráulica aún descartadas. Sin embargo, el máximo nivel alcanzó cuando la invención de Fourneyron, junto con los dinamizos y alternadores, se empleó en la producción de energía eléctrica, ya que la vía más económica para disponer de energía eléctrica era el uso de energía hidráulica.
Tras la turbina de Fourneyron, en 1936 se inventó Fontaine y en 1850 apareció la de Francis sustituyendo las turbinas térmicas, que eran mucho más caras de usar que las hidráulicas. Esto permitió la instalación de industrias en determinados territorios sin bienes minerales, con todas las consecuencias sociológicas y económicas que ello conlleva.
La idea de la turbina de vapor, es decir, de una máquina sin émbolo, en la que el líquido genera un movimiento de giro directo sin ningún tipo de movimiento alterno, venía de antemano. Esta idea aparecía, entre otras cosas, en la esfera de vapor del griego Heron o en la turbina de vapor de Branca. Sin embargo, en aquellos tiempos era imposible conseguir un motor capaz de utilizarlo industrialmente, ya que para ello los conocimientos sobre la fabricación de metales y maquinaria tenían que ser mayores. Los motores de explosión también pertenecen a esta época.
El motor de explosión nació en 1860, a pesar del XVIII. En el siglo XX surgió la idea de algo parecido: explotar la pólvora en un cilindro para obtener energía mecánica. Pero una vez descartado este camino, el vapor ocupó el dominio y el uso de la energía que se desprende en el interior de un cilindro quedó marginado y olvidado. XIX. En el siglo XIX, los ingenieros Street y Labon se apropiaron de esta idea, explicaron la idea de un nuevo motor y en 1860 el ingeniero Lenoir pudo hacer una de estas características: adaptando todos los elementos técnicos, modeló un motor de tres caballos de potencia. Como explosiva utilizó una mezcla de aire y luz gas: controlando la entrada de aire y gas, con una sucesión de capas finas en su interior, creó un funcionamiento suave de la máquina. Por tanto, Lenoir abrió la puerta al camino de una fuente de energía fácilmente transportable. Pronto el gas de luz cedió el lugar al petróleo, dirigiendo el desarrollo motor que hemos conocido en este siglo.
Las consecuencias de esta revolución técnica fueron rápidamente expulsadas. Para empezar las distancias fueron más pequeñas, con todas las ventajas y desventajas que ello conlleva. El transporte de mercancías adquirió grandes dimensiones. Paralelamente se crearon sociedades anónimas para el sector de la maquinaria, así como para la acumulación de capitales ingentes necesarios para la construcción de puentes, vías férreas o túneles. Los avances en la siderurgia, tanto para la obtención de aceros vacíos como para la utilización de minerales de hierro fosforosos, dieron lugar a la hegemonía del hierro en las industrias, quedando la madera en un segundo plano. Ni que decir tiene que en este proceso el convertidor realizado por Bessemer en 1865 y el horno Siemens-Martin tuvieron especial fuerza en la industria siderúrgica.
Para finalizar esta somera explicación de los cambios técnicos que sustentaban todos los cambios sociales y económicos que se produjeron en este siglo, debemos mencionar el uso de la electricidad. Para empezar en 1826 el aparato de Mors permitía llevar las noticias desde una punta del mundo hasta casi cualquier otro punto. Años después, concretamente en 1876, Graham Bell inventó el teléfono. Gracias a todo ello y a los cables submarinos, todo el mundo quedó conectado. Por otra parte, al transformar las fuerzas hidroeléctricas en fuentes de energía lumínica y de transporte, dio lugar al nacimiento de un nuevo mundo desconocido.
Todos los avances técnicos expuestos en este apartado generaron profundos cambios sociales y de hábitos, así como una nueva mentalidad ante los problemas. Por ello, ante problemas que todavía no se investigaban o se investigaban de una manera extrema, los seres humanos adoptaron una nueva posición, abriendo nuevos episodios de investigación a los que luego se han conocido como “Humanidades”.