Lo acontecido ha sacudido con dureza y ha sacudido durante mucho tiempo, no sólo a Doñana, sino a todos los sectores que se encuentran atrapados en la red de la zona: económicos, políticos, sociales y ecológicos. Se ha encendido la luz roja en Doñana y no ha sido la única de estos días. En estos casos, los comentarios en el momento cálido del suceso no suelen tener valor, por lo que el siguiente temple es el más adecuado para una reflexión seria sobre lo ocurrido antes de que se enfríe. Hay que hacer una reflexión obligada, por encima de todas las bestias de la zona, valorar las palabras y los hechos hasta ahora, exigir responsabilidades y, sobre todo, empezar por otro camino.
Todos los sectores atrapados en la telaraña de Doñana deberán convencer a sus descendientes de lo que dejen y, por tanto, de lo que impulsen. ¿Marismas o minas? ¿Urbanizaciones o dunas? ¿Agricultura excesiva o turismo verde a medida? ¿Cigüeñas o ganado? ¿Dónde está el límite?
La actual no es la primera, ya que Doñana ya había sufrido efectos nocivos. A continuación se pretende analizar la influencia que el reciente vertido de lodos en la mina ya tiene en las inmediaciones de Doñana y su posible futuro. Siempre con prudencia, porque además de contraponer lo dicho estos días, se tardará más en conocer la influencia real a través de la obtención de datos concretos. Para entender el impacto, materializado y supuesto, es imprescindible conocer la dinámica “propia” del parque de Doñana, que ha sido la que ha predominado en los últimos años, aunque no sea del todo natural.
Doñana está situada alrededor de la desembocadura del río Guadalquivir. El valle desde el punto de vista geológico es una extensa depresión, llena de materiales acumulados en el Mioceno, el Plioceno y el Cuaternario (últimos 20 millones de años). La sedimentación de los episodios Mioceno-Plioceno estuvo condicionada por el movimiento de placas tectónicas Iberia y África, a veces en el medio marino y otras en el terrestre. En cuanto al entorno de Doñana, se observan tres formaciones principales: margas, limos y arenas. Estas últimas, por su elevada permeabilidad, dan lugar a un buen acuífero, número 27 en el catálogo oficial de acuíferos.
Al final del Plioceno, el mar retrocedió definitivamente dejando en tierra el valle del Guadalquivir. En su nueva situación comenzó a formarse la red fluvial local, que erosionó las piedras en su parte superior, transportó los derrubios y las depositó en su parte inferior, realizando un importante depósito sobre las piedras del Mioceno-Plioceno.
Situada en la desembocadura del Guadalquivir, Doñana ha experimentado un cambio significativo en los últimos 10.000 años. Como consecuencia de la última glaciación, el mar dominó la zona formando una extensa bahía de poca profundidad. La bahía se fue aislando paulatinamente del mar por la acción de las barras de arena, facilitando en su nueva situación la sedimentación de finos (limos y arcillas) ricos en materia orgánica, incluyendo restos de arena. En estas arcillas limosas se formaron las marismas. En algunas zonas de Doñana este acopio tiene un espesor de 150 metros. La disposición interna (geometría y permeabilidad de las capas) condiciona la dinámica de las aguas subterráneas en Doñana: dirección y velocidad.
El nombre de Doñana engloba varios campos: El propio Parque Nacional, el más estricto de las medidas de protección, con 50.000 hectáreas; cinco parques naturales, rodeando al frente, con 23.000 ha; y todos ellos y otros terrenos colindantes, el Área de Doñana.
La clasificación nacional-natural es administrativa. De hecho, a partir de 1969, cuando comenzó la conexión legal de la zona de protección de Doñana, se han producido cambios en las medidas de protección hasta llegar a los límites actuales del parque. Estos límites se deben en gran medida a la confrontación entre enfoques económicos y ecológicos. De esta forma, el Parque Nacional cuenta con estrictas medidas, pero en los postparques hay un exceso de agricultura que se riega con las aguas subterráneas.
Desde el punto de vista del ecosistema, el Parque Nacional está directamente relacionado con las zonas adyacentes, es decir, con el agua. El Parque Nacional no estaría tal como está si no fuera el que le rodea. Por lo tanto, estos días se ha producido una confusión cuando algunos afirman que la inundación de fangos no ha llegado hasta Doñana, ya que sólo se está hablando del Parque Nacional para evitar que se hayan visto afectados los paragüeros de Inguralde. Algunos también han preferido olvidarse de su influencia posterior.
La pesca y la caza fueron durante años las principales tareas de los habitantes de la zona de Doñana. Posteriormente se primaron la ganadería y la agricultura, propiciando la transformación del medio, la remodelación de la red fluvial, la construcción de setos y la construcción de cauces para alejar el riesgo de inundación y evitar la salinización de los suelos.
XVII. En el siglo XVIII se dieron pasos serios para impulsar la agricultura, pero estas intenciones se encontraron con los intereses de los ganaderos. XX. A principios del siglo XX los campesinos se adelantaron y comenzaron a secar las marismas para ampliar las tierras agrícolas. Así, en la década de los 50, el río Guadiamar se encauzó hasta el Guadalquivir, evitando la influencia que en las inundaciones anuales tenía en la marisma, es decir, la introducción de agua dulce, y en las orillas del río Guadalquivir se construyeron varias barreras de tierra con el mismo objetivo.
En 1970 el Ministerio de Agricultura impulsó una ambiciosa planificación para la adaptación de la amplia zona de Doñana a la agricultura de regadío (Plan de Regadío Almonte-Marismas) con el objetivo de regar 25.000 hectáreas de aguas subterráneas autóctonas. Este territorio se sitúa en los actuales parkings naturales y en la zona de Doñana.
En 1991 se regaron 10.000 ha del acuífero local (desde el número 27). Por lo tanto, los objetivos marcados inicialmente no se han cumplido, quizá porque no se podían cumplir: el territorio excesivamente amplio y la ubicación de los pozos son inadecuados. En los últimos años los agricultores y ganaderos y la administración han actuado a menudo, al no haberse materializado los beneficios previstos en el plan.
El agua garantiza la compleja dinámica de Doñana y de todo el ecosistema que lo rodea, ya que el agua es el nexo de unión imprescindible. El hecho de que las aves que van de norte a sur año constituyan una buena parada en Doñana se debe a la presencia de marismas, lagunas y potxingos. Lo mismo para cualquier otro animal que viva en él de forma ininterrumpida. El agua de Horko tiene dos direcciones: en superficie, traída por los ríos y arroyos de la zona, y soterrada, con acuíferos propios.
Así, varios lugares de Doñana están alimentados por aguas superficiales y otras subterráneas. Si se produjera un cambio en la dinámica del agua, tanto en cantidad como en calidad, el ecosistema en su conjunto sufriría un deterioro que, dependiendo del lugar y del tiempo, será mayor o menor.
Para comprender los riesgos ecológicos que pueden existir en Doñana es imprescindible conocer su dinámica “propia”. Sin conocerlo no se puede entender al otro. Como ya se ha mencionado anteriormente, la zona de Doñana ha sufrido en los últimos años importantes cambios, la mayoría provocados por la agricultura, por lo que la dinámica actual no es la que le correspondía de forma natural, si bien es necesario conocer para actuar sobre la influencia del lodo vertido desde la mina.
Desde el punto de vista hidrológico se observan tres zonas en el entorno de Doñana:
En resumen, la zona de Doñana necesita dos tipos de aguas para seguir siendo un ecosistema acuático, aportadas de forma periódica por los ríos y por los acuíferos.
La mina a cielo abierto de Aznalcóllar extrae numerosos tipos de sulfuros para obtener plomo, zinc, plata y cobre. Los sulfuros se tratan en la propia tierra para separar lo que sirve de lo que no sirve. Este último, un lodo acuoso, se vierte a una especie de embalse, tras pasar previamente por una depuradora. Estas aguas residuales son ricas en elementos tóxicos (As, Cd, Mn, Zn, Cu, Pb, Fe...) y ácidas, es decir, de pH bajo, son perjudiciales para el ecosistema.
El 25 de abril Doñana sufrió el peor desastre de los últimos años. Por motivos no clarificados, una de las paredes del embalse levantó crestas y se vertió un peligroso fango de 5 hm3 aguas abajo del río Guadiamar hacia Doñana.
Dejando a un lado los problemas administrativos y judiciales, ¿qué consecuencias puede tener esta inundación en Doñana? Sus respuestas son muy variadas: no le tocará ni le tocará. Por supuesto, algunos hablaban, de forma maliciosa, del Parque Nacional y de su afección a corto plazo, evitando el parqueo, el acuífero, el tiempo y la integridad del ecosistema.
¿Qué conclusión tiene?
Se ha introducido un virus en el corazón del ecosistema de Doñana. Está a punto de determinar lo que puede suponer este accidente que estaba anunciado. Necesidad de datos, seguimiento continuo. ¿Despertable? Se dice que había numerosas denuncias por el mal estado del embalse. No se tomaron en serio. Un dato significativo es que los lugareños llaman río Quema al río Guadiamar, debido a que periódicamente el agua se quema; los vertidos, a pesar de ser pequeños, han sido muy habituales.
Si se quiere proteger el Parque Nacional de Doñana, se debe proteger también el entorno. El embalse de la mina, situado a orillas del río y a orillas del río Doñana, es fundamental para el mantenimiento de la marisma. ¿A quién se le ocurre? No es lo mismo situarlo aquí que en la cuenca de Doñana o fuera. El riesgo siempre existe, pero esto es mucho mayor cuando hay un espacio natural que se quiere proteger un poco más abajo. Sólo cuestión de sentido.