Primero hacemos el visor de pasta. La pieza es un poco larga, de unos 3 centímetros de altura, y la añadimos en la tapa de la botella. Después hacer un agujero en el centro de la pieza.
Colocaremos una moneda en el fondo de la taza. Para que no se mueva al añadir agua es conveniente pegar la pasta a la taza con una bolita.
Colocar la taza en el lateral de la botella. Para conocer la distancia a la que nos situamos, miraremos por el visor de pasta y, al estar muy cerca, veremos la moneda de fondo. Alejar la taza poco a poco hasta que el borde del tazón nos impida ver la moneda.
La situación es que al mirar por el visor colocado sobre el tapón de la botella no veremos la moneda (ver figura 1).
Después, al llenar la taza de agua y volver a mirar, nos daremos cuenta de que la moneda se ve muy bien.
Con la taza vacía, la luz se mueve directamente. Y el borde de la taza no nos permite ver la moneda (ver figura 2).
Al llenar la taza de agua, la luz se refracta, por lo que vemos perfectamente el fondo y la moneda (ver figura 3).
Si surge algo bonito al respecto, podríamos presentarlo como un intercambio de magia ante nuestros amigos y decirlo: “¿sabéis que el agua puede hacer aparecer una moneda de fondo?”
¡A ver si tenéis éxito con el experimento!