Tráfico subterráneo

Se estima que a Bilbao entran diariamente 130.000 coches. Sabiendo el dato, por tanto, no deberían sorprender a nadie los atascos diarios que rodean Bilbao. Y si no hubiera metro, ¿cómo serían? Más grandes de lo que son, sin duda. Gracias, entre otras cosas, al metro. El de Bilbao es un poco nuevo; el de Londres, el primero del mundo, hace cien años que superó.
London Tube

Metropolitan railway fue el primer servicio ferroviario subterráneo del mundo en Londres el 9 de enero de 1863. Fue el nacimiento del metro. En aquella época Londres era la ciudad más grande del mundo, con más de dos millones de habitantes y con una gran expansión. No es de extrañar que el puerto de Londres era el más importante de entonces. Cada día entraban y salían de sus andenes todo tipo de barcos cargados de mercancías.

Por supuesto, el movimiento portuario también tenía su reflejo en la ciudad, ya que las calles de la ciudad se llenaban de vehículos y personas que tenían que desplazarse al puerto. No sólo eso. Al tratarse de una ciudad rica e industrial, el movimiento urbano era grande, y el número de personas y vehículos que llegaban a la ciudad por el interior de la isla no era pequeño. En esta confusión, los problemas de tráfico se hicieron cotidianos. La creación del metro fue la solución elegida por las autoridades.

La decisión fue revolucionaria, pero al metro le costó mucho convertirse en una verdadera solución a los problemas de tráfico. De hecho, se empezaron a utilizar máquinas de vapor para la tracción de trenes. No basta con caminar bajo tierra, ¡y para moverse tenía que utilizar un sistema que producía mucha humo!

Sin embargo, el nuevo medio de transporte tuvo una notable incidencia en el tráfico terrestre de Londres, que logró un notable alivio. Por ello, en otras ciudades en crecimiento apostaron por el metro. El segundo metro del mundo se abrió en Nueva York en 1868.

El metro es el medio de transporte más utilizado en las ciudades, ya que siendo el único subterráneo, es fácilmente accesible para los barrios más alejados.
D. Pirmann

Impulso real de los trenes metropolitanos XIX. Llegó a finales del siglo XX. En 1890 se puso en marcha en Londres la primera línea de tracción eléctrica. Los resultados fueron muy satisfactorios, por lo que crearon el servicio de metro en la mayoría de las principales ciudades del mundo: Estambul en 1896, París en 1900, Boston en 1901, Berlín en 1902... Incluso en los metros que hasta entonces circulaban por la máquina de vapor, pronto se empezó a utilizar la electricidad.

La velocidad de la electricidad no, pero las cosas han cambiado rápidamente en los metros. Desde principios de siglo hasta la actualidad. Como en otros ámbitos, el avance tecnológico ha tenido un enorme reflejo en los servicios ferroviarios subterráneos. Los metros actuales son rápidos, cómodos y seguros, y cuentan con todos los medios que ofrece la tecnología: pantallas de información, mensajes orales y escritos, sistemas de calefacción y refrigeración, sistemas automáticos de conducción... pero el sistema de transporte en sí mismo no ha variado demasiado.

La mayoría de los metros cuentan con dos vías, cada una en una dirección. Tienen otro carril de recogida de electricidad a los lados o, en ocasiones, la catenaria de la parte superior. De ahí la energía que necesitan para moverse. Aunque la anchura del ferrocarril es habitual, los vagones suelen ser más estrechos y bajos que los normales. Y los andenes de las estaciones suelen ser altos para poder acceder cómodamente a los vagones y ganar tiempo.

La longitud de los trenes depende de la longitud de las paradas. Por ejemplo, algunas líneas de metro de Nueva York incluyen trenes de 11 coches. En París es habitual tener 5 coches y en Madrid entre 3 y 6 según línea. A veces todos los vagones que componen el tren son de máquina, tiran, otros llevan remolcados. En cualquier caso, todos los vagones motores de los trenes se mueven como si fueran uno solo, ya que suele ser un conductor con mando. Este conductor suele ir en la parte delantera del tren.

Hace unos años el trabajo del conductor era conducir el tren, pero hoy en día, gracias a las aportaciones de la tecnología, tiene otras funciones. Dado que la mayoría de las líneas de metro son automáticas, el servicio es muy regular y desde el punto de vista del ahorro energético es más económico. Los conductores deben vigilar las entradas y salidas de pasajeros, comprobar que las puertas se abren y cierran correctamente, que el tren funciona correctamente y que no se producen errores en el sistema automático de conducción. Incluso cuando fallan los sistemas automáticos, los conductores pueden coger el mando del tren.

Uno de los vagones de 1890.
D. Pirmann

Sin embargo, el control del tren no se limita a lo que el conductor observa o a lo que indican los sistemas de seguridad dentro del tren. En los metros actuales el tráfico ferroviario se canaliza por los puntos de mando centralizados. Vigilan cada línea y envían órdenes a los sistemas automáticos: en un lugar concreto de parada, en una estación de rechazo, en caso de que sea necesario para acelerar, etc., tienen la posibilidad de interrumpir la fuerza de luz o de dar órdenes directas a los conductores mediante diferentes sistemas de transmisión.

Estas características hacen que el metro sea el medio de transporte más utilizado en las grandes ciudades. Aunque los datos varían mucho en función de la frecuencia y longitud de los trenes, los expertos afirman que entre 30.000 y 40.000 viajeros por hora utilizan el metro. A lo largo del día hay muchísima gente. Coge de 8 de la mañana a 8 de la tarde 12 horas. Durante este tiempo, en cualquier ciudad del mundo se mueven en metro más de 700.000 personas.

El dato es impresionante, pero los metros no han sido capaces de resolver los problemas de tráfico en las grandes ciudades. Para aliviar sí, eso no se puede negar.

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