Al hablar desde el teléfono móvil, nuestra mente absorbe parte de la energía que libera o emite la antena. Esta energía absorbida supone inicialmente un calentamiento de los tejidos del cuerpo, seguido de una respuesta fisiológica y termoreguladora. En opinión de la doctora Mercedes Martínez Burdalo, que trabaja en el Instituto de Física Aplicada Torres Quevedo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), "notaríamos efectos similares al estrés calórico, lo que supone un aumento de nuestra temperatura corporal, hasta el punto de dificultar las tareas físicas o mentales".
Las interacciones que pueden tener estos campos electromagnéticos con los tejidos biológicos humanos están sometidas desde hace tiempo a estudios científicos con el fin de medir su efecto y establecer ciertas limitaciones. Hasta ahora se ha mencionado que la exposición a estas ondas puede provocar alteraciones en los tejidos, especialmente en los tejidos con alto contenido en agua, además de causar dolores de cabeza, fatiga y cataratas (o cataratas). Y según otras sospechas o rumores, estas ondas electromagnéticas también afectarían a la fecundidad masculina.
Sin embargo, según el investigador del CSIC, las dosis de radiación en la vida cotidiana son bajas mientras los científicos tienen "pocos trabajos coherentes" sobre sus posibles efectos adversos. Por ello, no existen resultados categóricos que permitan determinar si provocan cáncer directamente o no, si se consumen a altas dosis (como ocurre con las radiaciones ionizantes, rayos X o nucleares).
En este punto, la Organización Mundial de la Salud está actualmente recopilando y estudiando investigaciones científicas para poner fin a esta falta de consenso entre expertos y después iniciar una seria campaña de información ante la opinión pública. Porque, en opinión del doctor Martínez Burdalo, "se ha abierto una alarma enorme entre la gente, a pesar de que la empresa de telefonía y los gobiernos han utilizado correctamente los parámetros de seguridad".
Pero a medida que las antenas crecen en las ciudades, todas las precauciones y medidas son necesarias, sobre todo en el caso de los niños, cuyos tejidos son más vulnerables y sensibles, cuyo cerebro está en proceso de formación o recuperación. Y la recomendación de este experto es que esté a una distancia prudencial de las fuentes de emisión, hasta que se determine el efecto que esta onda puede tener sobre los tejidos humanos.
En el caso de los teléfonos móviles, por ejemplo, bastaría con alejar la antena unos dos centímetros de la cabeza y en el caso de los hornos microondas, mantener una distancia de un metro.
Sin embargo, al hablar de antenas repetidoras situadas en las terrazas y techos de edificios públicos, el investigador Martínez Burdalo es más exigente, y considera que hay que tener especial cuidado porque hay que estudiar estas zonas con mayor sensibilidad: no deberían ser los lugares de juego utilizados por los niños ni el secado de la ropa. Por otra parte, el hecho de que se vaya más lejos debería implicar también a los poderes públicos y aumentar las medidas de control de las radiaciones en torno a las antenas, además de adoptar medidas específicas para educar a toda la población (campañas de información, páginas web, etc.).
Y es que, a falta de datos redondos e indiscutibles, los países de todo el mundo todavía se mueven a un nivel de recomendación, ya que no se cumplen los límites de radiación obligatoria, como ocurre en el caso de las radiaciones ionizantes como las nucleares.
Medidas de cada país
Las medidas varían de un país a otro. Así, mientras Australia ha pasado de medidas restrictivas a controles menos exigentes, Estados Unidos se ha endurecido en los últimos años. "En Norteamérica se venden detectores de fugas de radiación en las tiendas para saber si se mueven dentro de los parámetros recomendados por esta herramienta", explica el investigador, siempre que la precariedad o la atención va por delante de todas las pruebas y resultados de la investigación científica. En la actualidad la ciencia sigue dos caminos paralelos: pretende avanzar en la investigación de los efectos nocivos de estas radiaciones (que añadirían el efecto nocivo de ciertas sustancias tóxicas del cuerpo, hipótesis aún sin resolver). Por otro lado, trata de los posibles usos médicos de estas ondas, más precisos que las ondas ultrasónicas como método de diagnóstico por imagen, además de ser una herramienta importante para el tratamiento de los tumores.
El Ministerio de Ciencia y Tecnología publicará un real decreto que recoja las recomendaciones de la Unión Europea en materia de seguridad de las emisiones radioeléctricas de los teléfonos móviles.
Fuentes del Ministerio han señalado que en este decreto aparecerán las recomendaciones que deben cumplir las infraestructuras de la red, y más concretamente las antenas emisoras, además de establecer las distancias que éstas deben guardar al público. Según estas fuentes, las antenas que actualmente se instalan en España cumplen las recomendaciones europeas en materia de seguridad.
Según la ministra, Anna Birulés, por el momento no hay una investigación completa sobre los efectos que los teléfonos móviles pueden tener sobre la salud, "como ocurre con todos los nuevos componentes tecnológicos, porque hasta hace unos años no se conocen todas las implicaciones".
Las compañías de telefonía móvil (Airtel y Movistar principalmente) se mostraron de acuerdo con esta iniciativa y anunciaron la aprobación de cualquier medida preventiva para informar a los usuarios de los posibles riesgos potenciales derivados del uso de estos aparatos.